Balance. A un año de las sesiones virtuales en Diputados la tecnología mejoró la productividad legislativa pero no logró cerrar la grieta
Un informe de Cippec destaca que el trabajo remoto aumentó el presentismo en las sesiones y las reuniones de comisión; sin embargo, el enfrentamiento entre el oficialismo y la oposición se exacerbó
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Un día como hoy de 2020, hace exactamente un año atrás, la tecnología desembarcó sin pedir permiso en el recinto de la Cámara de Diputados. Forzados por la pandemia y, con ella, la cuarentena estricta, los legisladores celebraron la primera sesión mixta -presencial y remota- de la historia del cuerpo. Un hito producto del acuerdo entre el oficialismo y la oposición para garantizar el funcionamiento del Congreso, resorte fundamental de la República. Fue un pacto fundante forzado por las circunstancias que, por un momento, ilusionó con la idea del fin de la grieta. No fue así.
La modalidad de funcionamiento mixto de la Cámara baja –que combina el trabajo remoto y presencial tanto en las comisiones como en las sesiones– permitió que los diputados pudieran, desde sus provincias de origen, legislar en medio de la emergencia. A un año de instrumentado el nuevo sistema, el balance en términos estrictamente productivos, es positivo: según un trabajo elaborado por Cippec, durante este tiempo se celebraron 18 sesiones en la Cámara baja, se sancionaron 70 leyes, se multiplicaron las reuniones de comisión –235 en total, de lunes a viernes–, mientras que el nivel de presentismo fue del 93% en las sesiones y del 83% en las comisiones.
Asimismo, gracias a la instrumentación de la firma digital, solo en la Cámara de Diputados se presentaron 1787 proyectos de ley, 1853 de resolución y 966 de declaración vía email.
Estas cifras demuestran que la situación de emergencia no paralizó la actividad legislativa, en las que sí se exacerbaron las diferencias políticas entre los dos principales bloques en pugna, Frente de Todos y Juntos por el Cambio. La relación experimentó dos momentos: durante el primer semestre los legisladores acordaron buena parte de las leyes sancionadas, movilizados por dar solución legislativa a los problemas que imponía la pandemia; sin embargo, durante la segunda parte del año los enfrentamientos entre el oficialismo y la oposición se hicieron cada vez más virulentos, sobre todo en la Cámara baja, donde el Frente de Todos es minoría.
Un antes y un después
El punto de inflexión fue la intención del presidente Alberto Fernández de estatizar por ley la empresa agroexportadora Vicentin, anunciada en junio pasado pero que nunca prosperó por la oleada de rechazos que desató. Lejos de atemperar los ánimos, el Gobierno fue por más y presentó su proyecto de reforma de la Justicia Federal, iniciativa que la oposición interpretó como una intentona del kirchnerismo para colonizar con magistrados afines los tribunales de Comodoro Py. La Cámara baja congeló el proyecto, pero la vicepresidenta Cristina Kirchner no acusó recibo: días después su tropa en el Senado dio media sanción a la ley de reforma del Ministerio Público, pergeñada para desalojar al actual procurador interino Eduardo Casal y condicionar la labor de los fiscales.
La avanzada del Gobierno sobre la Justicia marcó un cambio de clima en el Congreso; la desconfianza y los recelos mutuos se impusieron por sobre el marco de concordia que había primado al principio de la pandemia. El creciente malestar por los efectos de la “cuarentena eterna” alimentó las críticas de la oposición, que empezó a reclamar el retorno de la modalidad presencial en la Cámara de Diputados. El oficialismo, en la voz de Sergio Massa, presidente del cuerpo, insistía en mantener el sistema mixto de funcionamiento por facilitar la obtención del quorum y la aprobación de las leyes.
La segunda ola de la pandemia puso fin a las discusiones: oficialistas y opositores acordaron mantener el funcionamiento mixto de la Cámara, aunque con una cuota mayor de legisladores presentes en las sesiones. Un acuerdo salomónico que marcará la dinámica de la actividad de este año.
Esta nueva modalidad de funcionamiento supuso todo un desafío para los diputados que, de buenas a primeras, debieron aprender herramientas digitales desconocidas y capacitarse a distancia para poder legislar de manera remota.
El informe de Cippec da cuenta de ello: más de 240 diputados recibieron capacitación para el sistema de desarrollo de sesiones remotas a lo largo de 12 encuentros. Además, hubo 28 simulacros de votación y alrededor de 22 horas de ejercicios de simulación, de acuerdo con la información proporcionada por la Dirección de Modernización de la Cámara baja.
La intensa capacitación no impidió que la Cámara fuera escenario de episodios desopilantes y de verdaderos papelones protagonizados por algunos legisladores desprevenidos en el uso de la tecnología. El escándalo mayor fue protagonizado por el ahora exdiputado oficialista Juan Emilio Ameri cuando apareció, en plena sesión y en las pantallas que rodean al hemiciclo, teniendo una escena íntima con su pareja. Fue expulsado de inmediato del cuerpo.
Otro papelón, aunque menor en comparación con el de Ameri, sucedió cuando el diputado cordobés de Juntos por el Cambio Luis Juez fue descubierto al momento de la votación de la ley de presupuesto dando una entrevista a un medio televisivo; por descuido había dejado abierto el micrófono. También por un descuido, pero por dejar la cámara prendida, Luciano Laspina, de Juntos por el Cambio, fue visto cómo se cambiaba de ropa en plena reunión de comisión y Leopoldo Moreau, del oficialismo, fue descubierto mientras dormía en una sesión.
Más allá de estas anécdotas, lo cierto es que la introducción de la tecnología fue clave para que el Poder Legislativo, el poder representativo por excelencia, no cesara en su actividad. Otros países del mundo también recurrieron a herramientas digitales para sortear las dificultades de la pandemia: en su trabajo, Cippec da cuenta que desde el comienzo de la pandemia 36 parlamentos implementaron tecnología en algún momento del año pasado para su tarea legislativa. En América Latina, de un total de 18 países, 14 congresos apelaron a herramientas digitales para celebrar sesiones y reuniones de comisión.
A manera de balance, cabe la siguiente pregunta: ¿el sistema de trabajo mixto –remoto y presencial– llegó para quedarse en el Congreso? Varios legisladores advierten que esta dinámica inhibe la discusión cara a cara de los proyectos, el espíritu de toda tarea legislativa. Quienes exaltan las bondades del sistema telemático destacan los resultados comprobados en materia de productividad y presentismo. Con este argumento, entonces, no debería haber motivos para que nuevamente en un año electoral –como este– los legisladores ralenticen su tarea con la excusa de que deben permanecer en sus territorios en campaña electoral.
Cippec sugiere que la clave está en conservar aquello que puede tener un efecto positivo –por ejemplo, preservar la modalidad virtual en las comisiones– y propender a que la tecnología esté al servicio de una mejor y mayor participación del Congreso en la definición y el control de las políticas públicas y en la relación con sus representados.
“Con independencia de la coyuntura, las distintas herramientas hasta aquí relevadas han sido ya incorporadas a nuestro Congreso, superando las primeras dificultades políticas y técnicas para su desarrollo. El reto ahora es identificar cuáles son las adaptaciones que podrían preservarse en el futuro”, concluyó Cippec
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