Del vuelo comercial al Hércules: el viaje de un grupo de repatriados
Ansiedad, alivio y lágrimas. Los argentinos repatriados desde Perú pusieron fin a días de incertidumbre con una experiencia infrecuente: volvieron al país en dos aviones Hércules de la Fuerza Aérea.
El Gobierno coordinó con Perú el envío de las aeronaves para traer al país a los argentinos que quedaron varados en ese país por las restricciones que provocó la pandemia del coronavirus.
El sábado a la noche, la embajada argentina en Perú les informó a los 140 varados que en pocas horas iban a partir hacia Buenos Aires, lo que terminó con días de demoras que hicieron que muchos creyeran que el regreso no se iba a concretar. El domingo a la tarde, finalmente, despegaron.
Los pasajeros volaron en el Hércules C-130 de matrícula TC-70, que hace dos años fue sometido a un plan de mantenimiento, modernización y digitalización por parte de la Fábrica Argentina de Aviones Brigadier San Martín (FAdeA). Este tipo de aviones militares se usa, por ejemplo, para viajar a la Antártida.
Desde su casa, donde está en cuarentena, Francisco Alfonso, oriundo de La Pampa, había viajado con amigos el 7 de enero para recorrer Bolivia, Perú y Ecuador. Tenía pasaje de regreso para el 17 de marzo, pero por la pandemia su vuelo se canceló. Así se sumó al grupo de argentinos que vivieron días entre el aeropuerto y la residencia de Arequipa, destinada al embajador, a la espera de una solución.
"No fue cómodo", dice Alfonso al comparar al Hércules con los vuelos comerciales. En diálogo con LA NACION, el joven de 24 años contó en primera persona cómo fue el vuelo de siete horas abordo del avión.
Luego de idas y vueltas burocráticas, desilusiones y esperanzas canalizadas a través de los diplomáticos a cargo de las gestiones, los argentinos iniciaron el camino a casa en colectivos del Ejército Nacional de Perú, que los llevaron al aeropuerto el domingo temprano. Allí hicieron los trámites migratorios, les tomaron la temperatura y los llevaron a la pista, donde estaban los Hércules.
"Fue una semana muy larga y ya tratábamos de no cargar expectativas. No estábamos super extasiados como sí ocurrió cuando nos vimos en la fila para subir al Hércules y estábamos a siete horas de llegar a la Argentina", relató Alfonso.
Una vez abordo, los pasajeros se sentaron uno al lado del otro en dos grupos de filas enfrentadas, como si se tratara de dos largas mesas comunitarias. "Se viaja como si fueras un paracaidista. No se viajó cómodo. El avión se mueve más [pero] no me pareció que haya sido mucho más exagerado que en un avión comercial", dijo.
En su mayoría jóvenes, los argentinos que subieron al avión mantuvieron parte de su atención puesta en quienes tenían miedo a volar y a los pocos pasajeros mayores de edad. La embajada había aconsejado que evitaran anotarse las personas más grandes debido a las incomodidades que genera un vuelo largo en un avión militar.
"Una señora se sentía mal y se paraba. Después me dijo que si hubiera sabido que era así capaz que no se anotaba", contó Alfonso.
Una vez en el aire y superados los primeros "sacudones", la tensión comenzó a aflojar. Algunos jugaron a las cartas, los que habían llevado agua caliente tomaron mate y otros optaron por levantarse y mirar por las pocas ventanas que tiene el avión, pese a que la tripulación perfería que no hubiera mucho movimiento de personas. En un momento, incluso, todos jugaron a hacer la "ola", como se acostumbra en algunos estadios.
Durante todo el vuelo hubo un equipo de la tripulación dedicado a desinfectar el avión permanentemente.
Según el relato, la temperatura del suelo y el ruido ensordecedor del avión llamaron la atención de todos.
"El piso del Hércules quemaba, lo sentía en las suelas. Hasta me derritió un par de cosas que tenía en la mochila, que la había apoyado en el piso. (...) Con el ruido, anoche, todavía estaba aturdido", contó el joven. "Estábamos volviendo a casa y eso era lo importante", agregó.
En el regreso también hubo tiempo para la emoción. Tras el aterrizaje, que según Alfonso fue más brusco que el de un vuelo comercial, algunos pasajeros "descomprimieron y se largaron a llorar entre la emoción, el miedo y el sacudón".
En el aeropuerto de El Palomar, adonde llegaron anoche, los esperaba el ministro de Defensa, Agustín Rossi, que estuvo pendiente del operativo y en comunicación con el presidente Alberto Fernández.
Aunque todavía no se inició el proceso, en el Gobierno no descartan que haya más vuelos de este tipo para repatriar argentinos en los próximos días.
Estuvieron a cargo de las gestiones para traer a los argentinos el cónsul general, Pablo Prosperi; la cónsul general adjunta Mercedes Arbasetti; los cónsules adjuntos Marina Quaranta, Fernando Cane; el comandante Mayor Fernando Acuña, de la Gendarmería Argentina, y el agregado militar Patricio Alejandro Sztyrle.
"A veces la desilusión se veía como un desamparo y había quienes no alcanzaban a ver que el esfuerzo lo estaban haciendo de todas maneras. Pero el fin de la historia es que estamos en la Argentina y eso es porque estas personas se dedicaron a gestionar y se merecen el reconocimiento", concluyó Alfonso.
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