Asamblea Legislativa: Cristina Kirchner vio reflejada su agenda en el discurso presidencial
Obligada a ubicarse a un costado del centro de la escena, Cristina Kirchner siguió con especial atención el papel protagónico que su disputa con el Poder Judicial, la oposición y los medios de comunicación ocuparon en el discurso que Alberto Fernández dirigió ante la Asamblea Legislativa.
Es que esa fue su prédica desde que volvió al poder y que impulsó como vicepresidenta y titular del Senado, cámara legislativa que convirtió en su coto de caza y usina de una agenda judicial que se convirtió en una de sus obsesiones a lo largo de todo el año pasado.
Tras las palabras presidenciales imperaba un clima de fuerte satisfacción en el kirchnerismo, que vio como los tópicos de su discurso habían colonizado, por fin, las palabras presidenciales.
De hecho, la agenda legislativa anunciada por Fernández estuvo focalizada en los temas que la vicepresidenta viene masticando desde hace varias semanas con sus colaboradores cercanos y asiduos concurrentes al Instituto Patria.
Los límites a la Corte Suprema, a través de la reglamentación de algunos de sus institutos, y la creación de un tribunal intermedio que le marcará la cancha a los fallos que puedan emitir los jueces supremos, son solo algunas de las ideas que vienen rondando en los despachos de varios legisladores ultrakirchneristas y que, tras la luz verde del Presidente, saldrán a la superficie en las próximas semanas en el Senado.
También fueron bien recibidos entre los seguidores de la vicepresidenta el pedido de Fernández para que la Cámara de Diputados avance con la reforma del Ministerio Público Fiscal y la diatriba presidencial, aunque sin nombrarlo, contra el fiscal Carlos Stornelli.
Ambos son temas que obsesionan a la Vicepresidenta. Los cambios en la Procuración General fueron el camino que encontró Cristina Kirchner para tratar de quitar del medio a Eduardo Casal, el procurador interino al que acusa de formar parte del "lawfare" macrista en su contra. Aprobado por la mayoría oficialista en el Senado, el proyecto permanece en un cajón mientras el oficialismo busca los votos para convertirlo en ley en la Cámara baja.
A Stornelli, la vicepresidenta lo acusa de haber inventado "arrepentidos" en las causas en la que es investigada por casos de corrupción. Por eso, explora formas para removerlo de su cargo. Las palabras de Fernández ayer, exponiendo el caso en público, sonaron a música celestial para los oídos de Cristina Kirchner.
Barbijos y provocaciones
Fiel a su estilo, la vicepresidenta no pudo evitar en varias oportunidades convertirse en el centro de atención de todas las miradas y encender la polémica de la Asamblea.
Así, atravesó toda la ceremonia sin usar el barbijo de rigor que establecen las disposiciones sanitarias emanadas por el propio Gobierno. Desde que bajó del auto en la explanada de la avenida Entre Ríos del palacio legislativo, Cristina Kirchner se movió como dueña de casa: a fin de cuentas, es el Senado el encargado de organizar las asambleas legislativas.
Esto le valió la provocación del diputado macrista Fernando Iglesias, que recibió su reingreso al recinto de la Cámara de Diputados, que Cristina Kirchner había abandonado tras abrir la sesión para ir a recibir al Presidente, con caja destemplada por su conducta.
"Cumplí con la ley, ponete el barbijo", le gritó el legislador desde una banca ubicada en el fondo del recinto". La vicepresidenta hizo caso omiso a la interpelación de uno de los legisladores oficialistas más odiados por el peronismo.
Lo negativa de Cristina Kirchner a usar barbijo viene casi desde el inicio mismo de la pandemia. De hecho, desde que empezaron las sesiones virtuales en el Senado, en mayo último, nunca usó el accesorio que las autoridades sanitarias recomiendan como forma de evitar la propagación del virus.
Sin embargo, la vicepresidente tomó rápido registro del clima de tensión que emanaba desde el fondo del recinto, donde se ubicaron los halcones de macristas Iglesias y Waldo Wolff.
Así, se permitió darle con su mano un golpecito tranquilizador a Alberto Fernández cuando este, molesto por los gritos de los legisladores de la oposición que interrumpían sus palabras, decidió romper con la lectura del discurso y responder la provocación.
"Tuvo cuatro años para hablar, por qué no me deja ahora hablar a mí", amonestó Fernández a Iglesias. En ese momento, la vicepresidenta tocó con su mano el brazo de su compañero de estrado, en un claro intento por tratar de evitar que el jefe del Estado siguiera cayendo en la provocación de la oposición.
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