En un ejercicio fluido de ida y vuelta entre objetos y figuras reales e imaginadas, María Luque imprime en sus pinturas un éxtasis de color y fascinación a escenas y protagonistas de lo cotidiano.
Tras una prolongada estadía en Italia, donde lanzó anclas en el período previo al comienzo de la pandemia y dentro de una suerte de inspirador nomadismo del que venía disfrutando en los últimos años, la artista exhibe en estos momentos sus últimos trabajos en la muestra Una frazada secándose al sol, exposición que puede visitarse de forma virtual en la cuenta de Instagram de la galería Mar Dulce.
El conjunto reúne unas 30 creaciones en gouache, material que "obnubila" a la autora por la saturación y opacidad del color y que –diluido– adopta un encanto similar a la acuarela.
Con cálido humor, esta artista rosarina, ilustradora editorial y autora de libros como Casa transparente y Noticias de pintores, construye refugios, composiciones que invitan a acariciar un gato, hojear un libro, tumbarse a descansar o disfrutar de una copa de vino.
Son piezas en pequeño formato que pintó entre diciembre y febrero últimos en Roma y las localidades italianas de Pigneto y Viterbo, en plena antesala de la crisis del coronavirus. "Dejé cosas allá y me vine con lo que llevaba encima. Por suerte, las obras de la muestra las tenía conmigo", dice ahora. "Trabajé siguiendo el hilo de pinturas que había hecho el año pasado. Quería pintar las mismas cosas, que son simples: libros, flores, gente leyendo. Disfruto mucho con la repetición, siempre aparece algo nuevo", revela. Animales, vasitos con soda, sus lentes, un llavero con un tigre y referencias a pinturas que la "obsesionan" copan sus cuadros.
Durante su paso por Italia, no faltaron las visitas a museos y a cafeterías con encanto, donde siempre le gustó trabajar. "En Pigneto iba a un café que tenía dos perros salchichas, por eso aparecen tanto en las obras. Nunca me dejaron tocarlos, ¡pero eran tan lindos de ver!", recuerda entre risas.
María adora las flores. "Cuando vivía en Almagro se las compraba a una señora que me contaba historias. Desde entonces, me gusta tenerlas cerca y pintarlas", dice. También suele esconderlas entre las páginas de los libros, como una que descansa en un título dedicado a David Hockney. El artista inglés es justamente uno de los nombres que aparecen en los libros que María también pinta, junto a los de escritores como Pasolini, Natalia Ginzburg o Elena Ferrante, con cuyas lecturas Luque logró avanzar en su aprendizaje del italiano.
La frazada que da título a la exposición –inspirada en una plancha de ravioles– no es real, aunque a ella le encantaría que lo fuera. "Quisiera una así, que pudiera llevar a todos lados", fantasea.
En los trabajos de esta última etapa, María amplió la lupa. "Antes me gustaba que todo tuviera una escala muy pequeña, con personajes chiquitos y espacios gigantes. Ahora quiero acercarme a las cosas", concluye.
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