Armas: Erman González insultó a Palito Ortega
El ministro de Trabajo, Antonio Erman González, enfrentó ayer con una respuesta destemplada la sugerencia del precandidato presidencial y secretario de Desarrollo Social, Ramón Ortega, de que debía pedir una licencia, junto con el canciller Guido Di Tella, para aclarar su situación en los juzgados que investigan la venta ilegal de armas al Ecuador y a Croacia. González era ministro de Defensa cuando se produjeron parte de los embarques irregulares.
"Pel..., cómo vas a salir a opinar eso. Sos un secretario, no podés desautorizar a un ministro", llegó a gritarle González a Ortega en la quinta de Olivos, en presencia del presidente Carlos Menem, según aseguraron a La Nacion fuentes de la cartera laboral y de la Jefatura de Gabinete. Ortega no se pronunció sobre el hecho. "No abrió la boca", afirmó uno de sus allegados.
Minutos después, el Presidente pedía a los miembros del gabinete que unificaran el discurso respecto del escándalo del tráfico de armas. La versión oficial se resume así: "Firmamos los decretos, pero desconocíamos el destino que finalmente tuvo el embarque".
Por su parte, el vicepresidente, Carlos Ruckauf, le pidió al ministro González que se presente a la Justicia, tal como éste dijo que iba a hacer en la reunión de gabinete de la semana última.
Menem no pudo frenar los reproches
A pesar de que pidió en el gabinete que se termine con las peleas internas, hubo recriminaciones entre los funcionarios.
En un intento por esquivar las consecuencias y disipar las supuestas culpas del escándalo por la venta ilegal de armas, el presidente Carlos Menem instruyó ayer a algunos de sus ministros y secretarios para que de ahora en más pronuncien el mismo discurso: "Firmamos los decretos pero desconocíamos el destino que finalmente tuvo el embarque".
En esta línea se mantendrán a partir de hoy las respuestas que cada funcionario de primero y segundo nivel del Gobierno dará públicamente sobre el caso que investiga el juez federal Jorge Urso, según adelantaron a La Nación dos ministros presentes en la reunión de gabinete y participantes de un cónclave posterior, realizado en forma reservada en la residencia presidencial de Olivos.
La idea del discurso que bajó Menem es compartida por el senador Eduardo Bauzá (PJ-Mendoza) y cuenta también con el asesoramiento del ministro del Interior, Carlos Corach.
Lo cierto es que, inicialmente, el jefe del Estado se esmeró por simular ante su gabinete en pleno que el escándalo desatado por la venta de armas a Ecuador y a Croacia no merece su preocupación.
Pero no lo logró. En cambio, debió mostrar finalmente un rostro preocupado, al reclamar en duros términos a sus ministros que "acaben con las peleas internas" y unifiquen "de una buena vez" el discurso sobre el tema. "Si no, llámense a silencio", ordenó. Lo hizo en dos ocasiones: la primera en plena reunión del elenco ministerial y la segunda, por boca del jefe de Gabinete, Jorge Rodríguez.
Primer intento
Menem llamó al orden por primera vez luego de un incidente subido de tono entre el ministro de Trabajo, Antonio Erman González, y el secretario de Desarrollo Social, Ramón Ortega.
"Muchachos, hay cuestiones que son obvias, hay opiniones que son privadas. Y también hay cuestiones y opiniones que no pueden trascender públicamente, así que por favor, no las digan a la prensa", les dijo el Presidente a todos los funcionarios, contó a La Nación un vocero del primer piso de Balcarce 50.
Minutos antes, el primer mandatario vio frustrada su táctica cuando el ministro González esforzó hasta el límite su voz para recriminar a Ortega, mediante fuertes calificativos, sus recientes consejos mediáticos acerca de que tanto el titular de Trabajo como el canciller Guido Di Tella deberían pedir "una licencia" hasta que aclaren sus respectivas situaciones por la venta ilegal de armamento.
"Ramón (Ortega) no abrió la boca, él nunca levanta la voz. Todos piensan que es un flan, pero él tiene ese temperamento, porque pasó su infancia jugando con un hacha de plástico entre las cañas de azúcar", justificó, por su parte, a La Nación un vocero orteguista, al desmentir que "haya habido un entredicho". Pero no hizo referencia a la recriminación de González.
Los reproches contra Ortega relajaron al ministro de Trabajo. A tal punto que cuando abandonó la sala de la reunión sugirió irónico a un periodista: "Pregúntele sobre las armas a Palito, él tiene algo nuevo que decir".
El malestar y los comentarios internos llevaron finalmente a Menem a acatar el consejo de Bauzá y reunir a los ministros tocados por la causa judicial para consensuar los discursos, estrategia que atañe también al jefe del Ejército, teniente general Martín Balza, quien se encuentra de viaje en los Estados Unidos.
Además, hubo otro factor que provocó la reacción presidencial. Fue una queja de los altos mandos del Ejército a causa de las recientes declaraciones de Di Tella, quien deslizó sospechas directas sobre un sector de la fuerza en el delito.
Por otra parte, Menem había estado con altos jefes de la Fuerza Aérea, algunos de los cuales estuvieron en la reunión de gabinete. Si bien oficialmente se dijo que concurrieron a Olivos para dialogar con el Presidente sobre la reestructuración militar, hubo versiones que indicaron que se habló sobre el affaire de las armas, que toca de cerca a esa fuerza y al Ejército.
La segunda vez que el Presidente ordenó sintonizar los dichos de sus ministros fue por boca del jefe de Gabinete y del senador mendocino. Los dos, luego de la reunión semanal de Olivos, convocaron a los ministros del Interior, Carlos Corach; de Defensa, Jorge Domínguez, a González y a Di Tella, junto con el vicecanciller, Andrés Cisneros; el secretario de Coordinación y Relaciones Institucionales de la Cancillería, Osvaldo Castruccio, y el secretario general de la Presidencia, Alberto Kohan, en una pequeña habitación de la residencia presidencial, cercana a la del despacho que habitualmente utiliza el jefe del Estado.
"Menem ordenó acabar con las peleas internas. Basta de declaraciones públicas cruzadas, de incriminaciones. De aquí en más, hay que insistir en que nunca supimos que las armas iban a parar donde finalmente fueron", aseguró Rodríguez, con el asentimiento silencioso de Corach y de Bauzá.
Rodríguez v. Decibe
Cuatro de los presentes coincidieron ante La Nación , al ser consultados por separado, en los detalles de los lineamientos principales de la inminente argumentación oficial. Sobre ello, fuentes de Defensa dijeron que "también se dijo que una buena actitud sería callarse".
Antes, Di Tella dio un informe verbal de la causa de las armas, mientras González acotaba y se quejaba por la falta de respaldo de sus compañeros.
Ante la directiva de Rodríguez, ninguno de los presentes se atrevió a especular con las consecuencias posibles que acarreará el cambio discursivo oficial. Por ejemplo, nadie preguntó sobre la verdadera responsabilidad del ex ministro Oscar Camilión, procesado en la causa, entre otras dudas que quedaron pendientes. "Es que el contexto del encuentro no dio lugar para verbalizar la incertidumbre", explicó uno de los ministros a La Nación .
Pese a que oficialmente se informó que la reunión fue tranquila y que se habló de los beneficios de los teléfonos celulares y la Internet, hubo otra discusión que ocasionó el disgusto de Menem. Fue entre la ministra de Educación, Susana Decibe, y el jefe de Gabinete. El funcionario ratificó los recortes presupuestarios y luego reiteró que el Poder Ejecutivo vetará la cláusula de garantía del proyecto de financiamiento educativo, sobre lo que también se informa en la página 14. "A menos -dijo- que cada uno de los ministros esté dispuesto a colaborar con dinero para juntar los 400 millones de pesos que necesitará la Nación" para garantizar los aumentos docentes.
Entonces, Decibe sacó de su bolso sus propios cálculos y comenzó a explicar su idea. Pero inmediatamente acusó a Rodríguez de perpetuar "un boicot" en su ministerio. Ante la sonrisa del jefe del Gabinete y los incipientes gritos de la ministra, el Presidente intervino una vez más: "Señora Decibe, por favor, ése no es el tema que nos ocupa hoy", dijo. Y terminó el cónclave.
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