Apertura de sesiones: una retórica vacía para demonizar a la oposición y radicalizar la grieta
Los discursos políticos, como todo género narrativo, cumplen con determinadas formalidades. En la apertura de sesiones legislativas se espera que el presidente aproveche la ocasión para informar a la ciudadanía sobre la situación administrativa y política del Estado y presentar las iniciativas que el Poder Ejecutivo impulsará en el Congreso en el año que se inicia. En cuanto a los aspectos formales, estos discursos abren con un saludo general a los presentes y a la ciudadanía y cierran con un agradecimiento y un mensaje que, tratando de transmitir optimismo, mira al futuro.
Más allá de los aspectos formales, el mensaje de hoy del Presidente Fernández contó con un elemento adicional. Como si se tratara de un exorcismo lingüístico, apeló a las virtudes del pluralismo y a la importancia del diálogo, pero ninguna de esas dimensiones aparecieron luego en el cuerpo del mensaje al legislativo y a la ciudadanía. Pura retórica vacía para contener una realidad colmada de exasperación, falta de reconocimiento de la complejidad y autoindulgencia. La apuesta del presidente fue, fundamentalmente, la de demonizar a la oposición y radicalizar la grieta, victimizarse y culpar de todos los males de la Argentina a los otros.
En medio de esta crisis resultó sorpresivo que el Presidente optara por un discurso en el que los pedidos de disculpas estuvieron ausentes y los errores señalados aparecieron solo como una figura retórica, ya que en cada una de las ocasiones que juzgó que algo no salió como esperaba le echó la culpa a la oposición, a los poderes económicos concentrados y a todos los que vienen actuando con desdén y mala fe. Con este tono, el mensaje fue, en realidad, el primer discurso del oficialismo en el marco de la campaña electoral de este año.
La intención de fogonear la grieta no solo estuvo presente en el tono beligerante y en las recurrentes apelaciones a la pesada herencia del macrismo, sino que también se materializó en el que fue uno de los principales anuncios: la decisión de denunciar a funcionarios de Cambiemos por administración fraudulenta y malversación de fondos públicos a partir del préstamo del FMI. Los meses futuros nos demostrarán si esta intención existe -y cuáles pueden ser las consecuencias en la actual relación del FMI si deciden llevarla adelante- o si solo fue parte de un discurso tribunero para los propios. Este anuncio fue acompañado del despliegue de propuestas de reformas judiciales que mostró cómo las necesidades de Cristina Kirchner son ahora la agenda de Alberto Fernández.
El Presidente aseguró que la reforma del Poder Judicial es una demanda impostergable de la sociedad. Su propuesta es la de crear un cuerpo intermedio por debajo de la Corte Suprema, reformar el Consejo de la Magistratura y aplicar juicios por jurados para delitos federales. ¿El presidente creerá que esta es una demanda de la sociedad? Su discurso no brindó propuestas para superar la crisis económica ni tampoco anunció medidas para incentivar el desarrollo y el crecimiento. No adelantó cómo se hará para gestionar el segundo año de pandemia ni la pospandemia. Es decir, las necesidades de la ciudadanía no fueron tenidas en cuenta. Eligió, en cambio, pelearse con la oposición y declararle la guerra a la Corte Suprema.
Alberto Fernández eligió ese camino, en vez de hablarnos a los ciudadanos que deseamos estabilidad y seguridad para salir a trabajar todas las mañanas, para poder pagar las cuentas y vivir en un país en el que el Estado no se mete en nuestras vidas para hacerlas peores.
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