Apertura de sesiones 2022: Degradación de la política, vaciamiento de la democracia
El Presidente perdió la oportunidad de ubicar su cuerpo junto a quienes más sufren, para hundirse en contradicciones y agradar a los “más duros” de su grupo
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El Presidente abrió las sesiones del Congreso con un discurso carente de sustancia, muy poco creíble, innecesariamente extenso, irracionalmente provocador, y en el que, si algo llamó la atención, eso fueron sus omisiones. En tal sentido, el discurso resultó una nueva y gran contribución del Presidente a la degradación de nuestra política y al vaciamiento de la democracia. Trato de justificar a continuación ambas afirmaciones.
Comienzo con una pregunta muy cándida: ¿será el caso de que alguien -un solo alguien, más no sea- vaya a dormir esta noche temblando por la emoción que le despertara uno de los muchos proyectos que Alberto Fernández prometió enviar al Congreso para su tratamiento? Me aventuro a decir que no. Sabemos que cada vez que el Presidente (este, como varios otros de los anteriores) anuncia que va “a enviar al Congreso, en los próximos días” un cierto proyecto, dicha promesa no se concretará nunca. Entonces: ¿cuál es el sentido de hacerla?
Para seguir con las emociones y los principios: el Presidente perdió la oportunidad de ubicar su cuerpo junto a quienes más sufren, haciéndose cargo de la tragedia de los incendios en Corrientes (una catástrofe de ayer mismo, que pareciera haber ocurrido hace tiempo en algún lejano país de Asia); pagando el costo de una Ley de Humedales; dejando en claro que sus “convicciones inconmovibles” incluyen la condena irrestricta a todos los dictadores del mundo (el mundo democrático -cabe recordarle- no necesita que las autocracias resuelvan pacíficamente sus conflictos: necesita que tales autocracias no existan).
La degradación de su discurso alcanzó su punto más alto a través de las contradicciones en que volvió a incurrir para agradar a los “más duros” de su grupo. Así, inmediatamente luego de apelar a los miembros de la oposición porque “los necesitamos”, el Presidente volvió a darles tratamiento -con la voz en alto- de criminales; para anunciar, enseguida después, y como si nada: “Vamos a continuar impulsando la cultura del diálogo y el encuentro”. ¿Será que no se da cuenta, o lo hará ex profeso?
Distancia con los representados
La segunda reflexión tiene que ver con el estado de las democracias, en la Argentina y en el mundo, y se refiere a la distancia. Quiero decir, la irremontable y devastadora distancia que separa a representantes de representados, y que lleva a que uno se pregunte qué derecho tiene el Presidente, quienes le escriben sus discursos y quienes lo acompañan, a hablar en nuestro nombre.
Tomemos los dos temas centrales de la agenda democrática de hoy: la invasión rusa a Ucrania y el acuerdo con el Fondo Monetario Internacional (FMI). Muchos escuchamos el discurso presidencial expectantes, esperando anuncios sobre tales temas, que pueden cambiar el curso de nuestras vidas: ¡A ver con qué sorpresa nos encontramos!
Ahí es donde reside el problema. En la vida democrática, las sorpresas pueden deberse a “la lotería de la naturaleza” (se desata un terremoto; se produce un tsunami), pero no pueden estar vinculadas con las decisiones más importantes de la vida pública. Sobre ellas no debe esperarse ninguna sorpresa: se trata de decisiones que deben ser, en un sentido no trivial, fundamentalmente nuestras.
Naturalmente, nadie nos consultó nunca ni pensó en consultarnos nada. Y ello es así porque quienes nos gobiernan piensan la democracia en términos oligárquicos: una vez que votamos, los que pasan a decidir son ellos. Va de nuevo: aunque no lo sepan, aunque se rían, están jugando con fuego.
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