Apatía social, pandemia y baja participación: los encuestadores desconfían de sus números
Algunas consultoras decidieron no publicar resultados, explican que las dificultades metodológicas y el fastidio político complican las predicciones
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“Como nos ha pasado otras veces de tener después malos pronósticos, uno toma mucho más recaudos”, apunta el analista político Ricardo Rouvier, y agrega: “Tenemos dudas, estamos viviendo una situación muy especial”. El fantasma del 2019, donde ninguno de los estudios predijo la diferencia de 15 puntos en las PASO y todos esperaban un escenario de mayor paridad, todavía esta presente entre los encuestadores, que se muestran cautos, incluso frente a los datos que obtienen en sus propios trabajos. A eso se suma el contexto inédito de la pandemia, donde aún no existe un clima electoral y predomina la apatía social y el enojo con la dirigencia política.
Rouvier & Asociados continúa haciendo sondeos electorales pero no los publicará. La misma decisión tomó Managment & Fit. “Decidimos mostrar el punto de partida de la campaña, pero no difundiremos más números de intención de voto para las PASO”, informó su directora, Mariel Fornoni, a través de una columna. Consultados por LA NACION, desde la firma Analogías dijeron que por ahora tampoco los divulgarán. Otras consultoras tampoco revelarán sus resultados.
Las dificultades metodológicas, el fastidio político y la escasa participación que se prevé para las PASO son algunos de los factores que pueden influir en la predicción de los resultados. Consultados por LA NACION, los encuestadores explicaron por qué está siendo difícil conseguir números representativos.
Uno de los factores que afecta las predicciones es el porcentaje de participación. Es incierta la cantidad de gente que no irá a votar y sobre todo quienes serán. “Desconocer las características de las personas que finalmente no irán a votar puede cambiar las predicciones a favor o en contra de determinado candidato”, señala Fornoni en diálogo con este medio y destaca que tiene especial incidencia en la provincia de Buenos Aires “donde el voto es heterogéneo y diferenciado”.
Basado en las elecciones provinciales que ya ocurrieron durante la pandemia, donde la participación cayó cerca de un 20%, la directora de Managment & Fit estima que esta vez aproximadamente 65% del electorado participará de los comicios. Generalmente, que menos gente asista a votar suele favorecer a los oficialismos.
Marina Acosta, la directora de Comunicación de Analogías, señala que las dificultades para medir la intención del voto surgen por las diferencias “entre métodos de captación de casos y medición”. Acosta explicó que, sin el rigor metodológico, “en principio los números obtenidos no son representativos”.
“Las dificultades metodológicas se han ido agravando a lo largo del tiempo. Para eso se están utilizando nuevas metodologías y hay que hacer trabajos adicionales que complejizan los pronósticos electorales. Ahora se le sumó que la muestra representa a los que tienen predisposición a responder”, agrega Federico Aurelio, director de la consultora Aresco. Aunque no cuentan con “miedo a dar un pronóstico”, Aurelio contestó que no hay interés en difundir información y siempre han tenido una política “cauta” de publicación.
El consultor identificó un nuevo sesgo y un nuevo problema: la baja predisposición de la sociedad a responder encuestas. “Te cortan o no te atienden. ¿Eso cómo lo lees? Es la gente que no quiere saber nada con la elección”, relata Fornoni a LA NACION, quien apunta que el grado de no respuesta es “mucho más alto” y hoy ronda el 25%.
La pandemia impone además restricciones para llevar a cabo las encuestas presenciales. En algunos barrios vulnerables, por ejemplo, solo un centro de estudios político está ingresando. Fornoni explica que de manera presencial es más fácil identificar “qué cuotas faltan” para poder conformar una “muestra robusta”.
“El escenario es complejo porque hay una subjetividad muy interpeladora, triste y deprimida”, comentó Rouvier. El analista apunta que aunque la sociedad está “enojada”, eso no implica que cambien el voto. “La conducta se ha vuelto errática. Se rompe cierta linealidad de análisis y eso preocupa”, agrega.
“En el marco de esa complejidad le agregamos que la gente esta hastiada de sus problemas. Hay desinterés por los mismos candidatos de siempre. No hay una campaña atractiva ni divertida”, apunta Aurelio a este diario. La falta de clima electoral tampoco colabora y ningún candidato logró todavía quebrar la apatía.
“No tenemos seguridad de que el pronóstico no sea errático”, sentenció el Rouvier, y advirtió que puede existir “un cisne negro, una sorpresa”. A los indecisos, una franja existente en todas las elecciones y difícil de pronosticar, que son entre un 12 y 15% del electorado, se sumó otro problema. “Hay inseguridad respecto a los datos que nos pueda estar brindando hoy la sociedad en cuanto a su decisión de voto”, explica el analista. En el mismo sentido, Fornoni agrega: “Como encuestador tratás de cuidar todo, pero después la gente dice que va a hacer una cosa y termina haciendo otra”.
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