Antonini y el peor final para un juego de seducción
MIAMI.– "Alex, ¿querés casarte conmigo?" Victoria Bereziuk acompañó su "oferta" con una carcajada. Danielito Uzcátegui, pegado a ella, y Alex Antonini Wilson, del otro lado de la línea, festejaron la picardía de la atractiva secretaria argentina, a la que intentaban convencer para que los acompañara a conocer la noche de Caracas. "No, en serio, ¿por qué no se vienen para Buenos Aires, hablan de sus temas con Claudio [Uberti] y salimos allá?"
Era la tarde del viernes 3 de agosto de 2007 y faltaba un puñado de horas para el despegue de un vuelo que haría temblar a dos gobiernos.
No fue la primera ni la última llamada que Antonini recibió esa tarde con una invitación a subir al avión. En las otras no hubo precisamente propuestas matrimoniales. También dos funcionarios de la petrolera estatal venezolana, Pdvsa, Diego Uzcátegui –padre de Danielito– y Marjorie Gutiérrez lo urgieron a "montarse" en el jet privado para dialogar con Uberti –jefe de Bereziuk–, conocido en Caracas como el hombre de la Casa Rosada para los negocios con Venezuela.
Uzcátegui y Uberti jamás fueron amigos, pero mantenían una relación aceptable, según describieron a LA NACION tres fuentes desde Caracas. En 72 horas más terminarían trenzados entre insultos y manotazos en el lobby del hotel Sheraton de Buenos Aires, donde se hospedaba el presidente Hugo Chávez. La tensión latente entre ambos se debía a una cuestión de negocios. El venezolano, presidente de la filial de Pdvsa para la Argentina, maldecía que el argentino siempre se quisiera "quedar con todo". Esta vez la idea era cambiar la dinámica. Más aún, que Antonini y Danielito ganaran alguna licitación -digitada, de ser necesario- del faraónico Gasoducto del Sur, una posibilidad que se había acelerado cuando Uberti aterrizó el jueves 2 a Caracas.
¿Por qué tanto esfuerzo de Pdvsa por Antonini? Cuentan en Caracas que Alex había arropado a Danielito como a un hijo, con la venia de Diego, temeroso de que el muchacho siguiera la tortuosa senda de su hermano mayor, que hoy vive en Chile. El chico -añaden- cobraba unos bolívares de Antonini por trámites que le hacía en Venezuela.
El vuelo que iba a trastocar esa relación había partido enrevesado de Buenos Aires. Problemas de papeles. En la capital venezolana, Uberti, Bereziuk y el presidente de la petrolera estatal Enarsa, Exequiel Espinosa, se hospedaron en el Gran Meliá. Casualidad o no, allí también se alojó Antonini al llegar de Miami junto con su amiga Ana Pérez.
El viernes, la primera reunión de Uberti fue en la oficina de Uzcátegui padre en el penthouse de Pdvsa, Torre Este. Y la tercera fue con otro alto ejecutivo de la petrolera para discutir qué ocurriría con una planta regasificadora. Pero la cita clave fue la que medió entre esas dos, con Rafael Ramírez, presidente de la petrolera y ministro de Energía de Chávez. Ramírez pidió que primero pasara Uberti. Charlaron a solas cinco minutos. Después sí ingresaron Uzcátegui, Espinosa y Bereziuk.
El almuerzo que siguió fue en el tradicional restaurante vasco Casa Urrutia, cerca de la sede de Pdvsa. Fueron Diego Uzcátegui, Uberti, Bereziuk -lo confirmó ante la justicia argentina- y Marjorie Gutiérrez. Al rato aparecieron Daniel Uzcátegui y Antonini. Más tarde, se sumó la viceministra de Energía, Gabriela González Urbaneja.
Estaban distendidos en un salón privado. Sólo había otras dos o tres mesas ocupadas. Según el plan original que reconstruyó LA NACION de fuentes venezolanas y argentinas, allí era donde Antonini buscaría hablar de sus proyectos de negocios con Uberti. Se acomodó o lo acomodaron al lado del argentino, a su derecha. Algo falló: sólo hablaron de trivialidades, como los telefonitos iPhone, que acababan de salir.
No es que Antonini no lo hubiera intentado. Sacó el tema del gasoducto, pero Uberti no mostró interés. El "Gordo", como lo conocían todos, se fastidió. Sobre todo porque ya conocía a Uberti de un encuentro que habían mantenido tres meses antes en Buenos Aires, según les contó a amigos venezolanos. Antonini habló de esa reunión, como de pasada, en la Corte de Miami. Aquella vez tuvo su primer contacto con Bereziuk, rememoran en Caracas. Uberti lo negó ante la justicia argentina.
Diego Uzcátegui tuvo mejor suerte durante aquel almuerzo. Le consultó a Uberti si tenía lugar en su avión para tres funcionarios de Pdvsa: Ruth Berhens, Nelly Cardozo y Wilfredo Avila Driet. Le explicó que debían llegar cuanto antes a Buenos Aires para ultimar detalles de los acuerdos que firmarían Chávez y Néstor Kirchner, el lunes 6.
-Que los suban, dicen las fuentes que le ordenó Uberti a Bereziuk.
Tras el almuerzo, "Vicky" Bereziuk, Gutiérrez y Uzcátegui hijo se fueron de compras al exclusivo Centro Comercial San Ignacio. La argentina quería comprar ropa y el adolescente de 19 años quería encarársela. Danielito aprovechó y le preguntó por qué no se quedaba en Caracas el fin de semana y salían juntos. Ella contraofertó con subirse al avión, conversar con Uberti de negocios y salir en Buenos Aires. El y Antonini.
-Tenemos dos plazas. ¿Por qué no se vienen?, dijo, según las fuentes.
Bereziuk llamó entonces a Antonini. Primero habló Daniel.
-Victoria tiene una propuesta.
De allí en más, cada uno siguió su camino. Victoria retornó al hotel para ajustar detalles del vuelo y Daniel se fue a su casa para armar la valija. Antonini, según declararía luego en Miami, recibió otras seis llamadas para invitarlo a subir al avión. Contó que él no tenía ni ropa ni ganas, después del destrato de Uberti en el almuerzo. Esa noche, además, estaba invitado a la fiesta de cumpleaños de una amiga, Caroline.
Dos de esos llamados -aparte de la oferta matrimonial- fueron de Bereziuk, según reconstruyó LA NACION. La definición, sin bromas ni juegos de seducción, se dio cuando ella le pasó el teléfono a Uberti: "Vamos, así hablamos".
Ante la consulta de LA NACION, Daniel Uzcátegui culpó a "la señorita Victoria, por orden de Claudio" por haberlos subido al fatídico vuelo. Sobre su relación con Antonini, recordó: "Había una amistad entre nosotros desde hacía tiempo". Eso fue antes de que decidiera atacar a Antonini, al aportar datos y versiones a la defensa de Franklin Durán, el único acusado del juicio que se sigue en Miami por las consecuencias de lo que empezó aquel día en Caracas.
Basado en eso, el abogado de Durán, Ed Shohat, acusó a Antonini de mantener una "relación sexual" con Bereziuk. Ninguna de las fuentes consultadas habló de eso, aunque sí destacaron cuán provocativa solía ser la rubia de 30 años que enloquecía a Daniel.
Aquella tarde del 3 de agosto, Antonini y Daniel Uzcátegui compartieron el taxi que los llevó hasta el hangar de Pdvsa en el Aeropuerto de Maiquetía. Allí, poco antes de las 18, esperaban ya otros cinco pasajeros. Todos juntos debieron esperar al octavo, Uberti, que tuvo otro encuentro privado con Ramírez. Esa reunión de último momento explica por qué el Cessna rentado por el gobierno argentino llegaría mucho más tarde de lo previsto a Buenos Aires. Y que perdiera "la protección habitual".
En el hangar esperaba el jefe de seguridad de Pdvsa, Rafael Reiter. Un muchacho joven, de carrera veloz al lado del ministro Ramírez. Con dos maletas. Una grande y una pequeña. "Hermanas", del mismo juego. Una con US$ 4,2 millones, la otra con cerca de 800.000. Salidos de las arcas de la petrolera. Reiter se saludó con Daniel Uzcátegui. Y se marchó cuando llegó Uberti, al que le entregó las maletas, contaron a LA NACION testigos del traspaso. No hay videos. La propia gente de Pdvsa, afirman desde adentro de la petrolera, los destruyó.
Sólo entonces despegaron. Según contó el joven Uzcátegui, su padre no supo nada hasta que él lo llamó, con el jet avanzando por la pista. "Si mi papá lo hubiera sabido, no me habría dejado. No quería que volara en aviones oficiales". La "travesura" iba a salirle demasiado cara.
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