Ante la hora de la gestión y los resultados
La paciencia necesita alimentarse de evidencias para sostenerse, pese a que la fábrica de enemigos parece, por ahora, más rentable que la solución de los problemas.
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La aprobación, con cambios, de la Ley Bases en el Senado no terminó con la tortuosa travesía del proyecto por el Congreso, aunque está a punto de terminar positivamente para el Gobierno. Habrá comenzado a correr entonces una nueva cuenta regresiva para el mandato de Javier Milei.
Más allá del destino que tengan en la Cámara baja algunos artículos cruciales que no atravesaron el umbral del Senado (como la reposición del impuesto a las ganancias), todo está casi dado para que muchas promesas puedan pasar a convertirse en hechos. Eso es lo que esperan y demandan los soportes del oficialismo, que van desde sus votantes hasta los factores de poder económico.
Sin embargo, la aprobación de la ley y, consecuentemente, la derrota de la oposición más dura, encarnada por un aturdido perokirchnerismo, no aseguran que los enunciados se traduzcan en logros. Condiciones necesarias, pero no suficientes. Hay demasiados asuntos que todavía dependen del Gobierno para terminar de despejar incertidumbres.
El comunicado de ayer del Fondo Monetario Internacional respecto de inminentes reformas del sistema cambiario, que incluyen el final de lo que se llama dólar blend para exportadores, y la casi inmediata desmentida de parte del equipo económico, confirman que las incógnitas no son patrimonio solo de ciudadanos desprevenidos. Otra demostración más de que la tan elogiada capacidad de comunicación del oficialismo tiene sus mayores éxitos en la construcción y descalificación de enemigos antes que como insumo para la solución de problemas.
El caso de la controversia con el FMI expresa la magnitud de ese problema. No se trata solo de una interferencia en la relación con el principal acreedor y sostén financiero, del que todavía se esperan más ayudas. La cuestión tiene consecuencias prácticas, sobre todo cuando el Gobierno necesita con urgencia que se acelere la liquidación de exportaciones de granos. La controversia, lejos de despejar el horizonte, le suma nubes en una cuestión de alta sensibilidad.
Para entender el estado de situación, basta decir que en mayo pasado el ingreso de divisas del sector agroexportador fue 37% menos que el registrado en el mismo mes de 2023, cuando la sequía más grande de la historia había hecho estragos en los cultivos. La baja en la cotización de la soja, sumada a las profundas dudas sobre la política cambiaria y la percepción de que hay un atraso cambiario imperante entre productores y exportadores, provocan la retención de los granos. Estas noticias no incentivan su venta.
A esto se suma la continuidad del impuesto PAIS para las importaciones (clave para alcanzar el superávit fiscal en el primer semestre), que agrega distorsiones por el impacto en el costo de los insumos importados. El tropiezo de la reposición de Ganancias le sumó dudas sobre las posibilidades de derogarlo en un plazo perentorio, a pesar de otra desmentida que se sintió obligado a hacer el equipo económico hace pocos días. El juego del teléfono descompuesto tiene efectos concretos.
Mientras una mayoría de economistas advierte cada vez con más insistencia sobre las consecuencias negativas que puede tener la postergación del levantamiento del cepo cambiario (lo que tanto altera a Milei), esto dificulta más la apertura.
Son estas las restricciones a las que se enfrenta el Gobierno cada día y no precisamente porque los opositores pongan palos en la rueda. Los errores no forzados cuentan.
En ese plano, uno de los aspectos más críticos se vincula con la capacidad de gestión del Gobierno, tanto en la ejecución de las políticas públicas como por la generación de expectativas a veces desmedidas y otras poco realistas y contradictorias.
Ese punto débil se explica en buena medida por la singular arquitectura del Gobierno. El cerrado sistema de toma de decisiones, concentrado en Milei, la hermanísima Karina y el gurú Santiago Caputo, no tiene una polea de transmisión eficaz para poner en marcha la administración sin cortocircuitos, interferencias y malosentendidos.
A eso se agrega que en el Gabinete abundan ministros inexpertos, con facultades disminuidas, sin un guión claro para actuar, con dudas fundadas sobre el respaldo con el que cuentan y con equipos inconsistentes para llevar adelante la tarea de transformar radicalmente la Argentina. Tal vez, aptos para concretar el propósito mileísta de destruir el Estado, pero no necesariamente para dar soluciones.
La imagen positiva que tienen del Presidente más de la mitad de los argentinos no parece expuesta todavía a estos puntos flacos. “La gente reconoce que hemos estabilizado la economía y ese es nuestro capital”, dice (y exagera) uno de los principales colaboradores de Milei. La pronunciada desaceleración de la inflación asoma como la causa dominante (casi excluyente) de ese reconocimiento o tolerancia social. Pero se encienden luces de alerta.
El impacto en el índice de precios que tendrán los nuevos aumentos de tarifas, que no serán los últimos y siguen siendo insuficientes, más la preocupación por el efecto de la recesión en el empleo, que empieza a desafiar a la inflación como principal motivo de inquietud social, son indicadores que obligan a la cautela. La paciencia necesita alimentarse de evidencias para sostenerse. La demanda de resultados siempre aparece, para todo gobierno. Y la gestión es responsabilidad del Gabinete.
Los mejores y peores ministros
Allí es donde cobra más valor una encuesta cuali y cuantitativa realizada en los primeros días de este mes por las consultoras Grupo de Opinión Pública (GOP) y Trespuntozero, de Raúl Timerman y Shila Vilker.
En coincidencia con la fundamentación del apoyo por razones económicas a Milei y el Gobierno, no extraña que en ese trabajo el mejor evaluado por los consultados sea Luis “Toto” Caputo. Aunque, paradójicamente (o no tanto), también encabeza la lista de los peor calificados.
Cuando se abre la evaluación según el voto en la primera vuelta presidencial se constata que el reconocimiento al ministro de Economía proviene casi exclusivamente de quienes votaron a Milei y a la ahora ministra de Seguridad, Patricia Bullrich. El rechazo es mayoritario de los que optaron por Sergio Massa.
Los expresiones más representativas registradas en los grupos focales muestran esa polarización absoluta. Las palabras más reiteradas para definir a Caputo, usadas por quienes votaron a Milei y Bullrich, son: “capaz, genio, esperanza, economía, capo y bueno”. Entre los votantes de Massa dominaron: “corrupto, ladrón, delincuente, deuda”.
Las frases que mejor sintetizan la opinión de los que lo consideran el mejor ministro son: “El que define la economía es Milei. Caputo hace lo que dice Milei”, y “Algo bien debe estar haciendo”. Una confirmación de que el Presidente es el sol excluyente del sistema oficialista y que de su juicio depende el de sus votantes.
Sin embargo, hay evidencias de que es necesario mostrar algunos resultados y no basta el respaldo presidencial. Se advierte con claridad en el caso de la ministra que más apoyos ha recibido públicamente de parte de Milei. Del total de respuestas positivas solo el 6,2% consideró que Sandra Pettovello es de los que mejor funciona, por detrás de Caputo, Guillermo Francos, que asoma segundo, y Patricia Bullrich. Además, la ministra de Capital Humano se lleva la medalla de plata entre los que peor funcionan.
El segundo puesto de Francos parece coincidir con las razones elementales que lo llevaron a ese lugar. Por un lado, el apoyo presidencial, reforzado por el ascenso de ministro del Interior a Jefe de Gabinete, y, por el otro, su condición de negociador, que es lo que más se le reconoce.
La palabra más repetida para definirlo tanto por los votantes mileístas, massistas y bullrichistas es “político”. Todo una singularidad en momentos en que el clima de época parecía haberle dado a esa palabra solo connotaciones negativas. “Negociador, conciliador y excelente” añaden los oficialistas. Los massistas agregaron “oportunista, inútil y acomodado”, a lo que sumaron la apropiación de un descalificativo bien mileísta: “casta”.
En el caso de la ministra de Seguridad también parece conjugarse respaldo presidencial con gestión. Las palabras que resumen la opinión de los oficialistas consultados son: “seguridad, valiente, coraje”. En ellas coinciden votantes mileístas y bullrichistas. Los de Milei agregaron “eficiente” y los excambiemitas, “orden”. Aún así, los oficialistas le reclaman más dureza y opinan que todavía no mejoró la seguridad, pero parecen valorar el control de la calle.
Los votantes de Massa la atacan con dureza por supuestas debilidades de índole personal (“descalificación ad hominen”, diría Milei), a lo que agregan epítetos vinculados con su función y su trayectoria, como “represora, asesina, traidora”.
A Pettovello, los oficialistas la definen como “honesta, capaz, eficiente, excelente, valiente”. La valoración está determinada por su enfrentamiento con los dirigentes de los movimientos sociales y, particularmente, con Juan Grabois, sin referencias concretas su gestión.
“Hay un mapa dual, simple. De un lado, los movimientos sociales y sus líderes; del otro, Milei y su amiga Pettovello. A los consultados no les resulta difícil, una vez trazada esta línea, encontrar posicionamientos. La ministra es honestidad por oposición a ‘la gerencia de la pobreza’, que es vista como un ‘curro’. A su vez, los opositores, destacan la inoperancia y no dudan en caracterizarla como inútil. Dos encuadres para una Argentina que mira la realidad con lentes distintos”, explica Vilker.
Los votantes de Massa parecen enfocarse en los resultados de la tarea de la ministra de Capital Humano para calificarla. Así, las palabras más usadas por ellos para definirla fueron “inútil, corrupta, incapaz, inhumana, inoperante, ignorante”.
La lista de los mejor valorados es cerrada, con muy bajos porcentajes de mención, por el vocero Manuel Adorni (5,6%) y Karina Milei (con un famélico 0,9%).
Como suele ocurrir, las ausencias pueden ser más significativas que las presencias. Quienes no aparecieron mencionados en el estudio son algunos de que están siendo cuestionados y aparecen en la lista de fusibles. Además, tienen poca visibilidad, mucho desconocimiento y no parecen tener quienes los defiendan entre los propios.
Si se los suma a la siempre cuestionada Pettovello, representan el 40% del gabinete. Entre ellos se desataca Diana Mondino, que en los últimos días debió ser ratificada nuevamente y que parece haber recibido una extensión del contrato de trabajo.
Le sigue a la canciller la cabeza del loteado Ministerio de Justicia, Mariano Cúneo Libarona, que pareció buscar sobrevida con la denuncia a dos periodistas en la semana en la que se celebró el Día del Periodista.
Otro tanto ocurre con el silente ministro de Salud, Mario Russo, quien comparte con Cúneo Libarona la injerencia en su área del tercer integrante del triángulo del poder mileísta, Santiago Caputo. En ambas carteras el gurú presidencial tiene intereses, topos y agentes.
Los ruidos, las interferencias y la muy discutible performance de los integrantes del Gobierno han sido salvadas hasta acá por la robustez del apoyo social, convertido en el mayor capital de la administración Milei, sostenido por la deslegitimación de los que gobernaron antes.
“La caracterización de los miembros del gabinete confirma el país partido y las visiones irreconciliables entre electorados”, concluye la directora de Trespuntozero.
Esa rígida polarización, en la que la porción dominante corresponde a los que rechazan el pasado derrotado en noviembre, explicaría la tolerancia al “mayor ajuste de la historia”, solidificado por la desaceleración de la inflación. La fábrica de enemigos parece por ahora más rentable que la solución de los problemas.
Pero el tiempo transcurrido, inconvenientes postergados, demandas insatisfechas y problemas agregados en los primeros seis meses de mandato indican que está llegando la hora de la gestión. Antes de entrar en el siempre sísmico año de elecciones intermedias.
¿La base está? Milei se resiste a más cambios, cuando hay superávit de dudas. Todo dependerá de los resultados.
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