Análisis PASO 2023: el enigma de una generación que solo sueña con un país viable
Más de un millón de jóvenes de entre 16 y 17 años tienen hoy su primera experiencia en el cuarto oscuro; representan el 3,3% del padrón
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A algunos se los nota nerviosos, desconcertados, mirando de reojo a los mayores en la fila. Otros no ocultan su sonrisa de orgullo y anticipación. O incluso su aburrimiento. Vienen casi todos acompañados, con padres, amigos o hermanos mayores. ¿Cuántos más se quedaron en casa, y pasarán a engrosar las filas de los enojados o indiferentes que se abstienen?
Más de un millón de jóvenes de entre 16 y 17 años tienen hoy su primera experiencia en el cuarto oscuro. Se trata del 3,3% del padrón, el equivalente al de la provincia de Entre Ríos. Una porción del electorado que adquiere una diversidad y complejidad extraordinarias, y más que apetecible para los candidatos en un proceso electoral tan abierto y enigmático como el que se abre hoy.
Se trata de un segmento al que los candidatos y partidos políticos no parecen haber podido convencer en los últimos tiempos: según una encuesta de Cippec y Unicef, el 52% de los jóvenes cree que sus ideas no están representadas. Ni siquiera cuando los candidatos intentan hablar el idioma de ellos: el 34% dicen sentir vergüenza al verlos interactuar en TikTok, según la consultora Taquion.
Estos jóvenes, como todos, votan en escuelas cerca de sus casas. Algunos, incluso, en la que asisten a clases de lunes a viernes. Ese lugar en el que deberían sentirse protegidos, cuidados. Ese lugar al que nunca llegó Morena la trágica mañana del miércoles, cuando fue atacada salvajemente.
¿Cuántos de esos chicos tendrán en su cabeza las espeluznantes imágenes de ese momento, que repitieron los canales y los portales en loop durante días? ¿Los impulsará, más que nunca, a acudir a votar? ¿O, como advierten algunos analistas, los llevará a expresar su indignación y desazón quedándose en casa? Según los especialistas, se trata del segmento menos politizado del electorado, el que demora su decisión hasta último momento. De ser así: ¿Cómo impactará en ellos este cierre de campaña tan violento y abrupto?
Son algunos de los enigmas que podrían quedar resueltos cuando se abran las urnas esta noche.
Pero más allá del resultado, no hay que ser un iluminado para interpretar qué quieren estos jóvenes, muchos de los cuales pasaron casi dos años de sus vidas encerrados, sin poder ir a clases. Quieren un país en el que no se les cierre las puertas de las escuelas por cualquier excusa, desde la pandemia hasta los interminables paros. Quieren un país en el que puedan tener un plato de comida y un techo. O algo más: un país en el que puedan soñar con llegar a fin de mes, independizarse, alquilar un espacio propio, pagar sus gastos sin que la inflación devore todo de la noche a la mañana. Un país con libertad para comprar dólares si es que pueden. Y en el que la mayor aspiración no sea tomar un vuelo de ida desde Ezeiza.
No es tanto lo que piden, lo que sueñan: apenas un país viable, un futuro. Lo mismo a lo que aspira cada uno de los argentinos que hoy entran en el cuarto oscuro para emitir su voto. Un privilegio -o más bien un derecho- que Morena, con sus escasos 11 añitos, nunca tendrá.
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