Altas chances de éxito, si logra ganar la batalla contra la inflación
En sólo siete días, la gestión del Presidente Macri abolió la mayor parte de los controles de capitales que conocimos con el nombre de cepo cambiario y que condenaron a la Argentina a cuatro años de estancamiento de la actividad y el empleo, a un aumento en la inflación y a la evaporación de las reservas del Banco Central. Según anunció el ministro Prat-Gay ayer, a partir de hoy el sector privado podrá comprar dólares para importar, pagar deudas, viajar o simplemente, porque desea hacerlo, respetando en este último caso el límite de dos millones de dólares por mes que regía hasta 2011.
Los únicos ítems que aún serán tratados de forma diferencial serán el stock de atrasos en los pagos de importaciones y utilidades, donde las empresas podrán optar por comprar un bono del Gobierno o mediante un cronograma temporal de acceso al mercado de cambios.
Las medidas anunciadas ayer plantean una salida del cepo mucho más rápida que la que consideraban viable tanto los técnicos del sciolismo como la mayor parte de los economistas profesionales de la Argentina, y por lo tanto, de ser exitosas, implicarán una enorme victoria política para la actual gestión.
El juicio acerca de cuán exitosa ha sido la audaz jugada del Gobierno deberá enfocarse en tres factores clave. En primer lugar, que el tipo de cambio se estabilice en un lugar no muy lejano del que hoy refleja el mercado de contado con liquidación. Si bien desde el punto de vista económico hasta podría ser deseable contar con un tipo de cambio algo más depreciado que los 14/15 pesos por dólar que en las últimas semanas reflejaba ese mercado, desde el punto de vista político, un dólar que se sitúe en ese rango dejará en una posición mucho más cómoda al Gobierno.
El segundo factor que debemos monitorear para entender si la operación es un éxito o no estará dado por el hecho de que el Banco Central no vuelva a recaer en las prácticas discrecionales de racionamiento de divisas que aplicó a diestra y siniestra la gestión Vanoli.
Por último, el éxito o fracaso de la operación dependerá también de si la inflación generada por la depreciación del tipo de cambio oficial es moderada o no.
Las chances de éxito de la operación de levantamiento del cepo son elevadas. El Gobierno ha diferido las fuentes de presión extraordinarias que podrían afectar al mercado de cambios (las deudas por importaciones y utilidades), a la vez que se ha hecho de recursos extraordinarios que abastecerán la oferta de divisas. Allí se destacan, como flujo, los US$ 2000 millones semanales que liquidarán las cerealeras durante las próximas tres semanas, y como stock, los préstamos con el mercado y gobiernos (¿la Reserva Federal de los Estados Unidos?), que engrosarán las reservas del Banco Central.
Esos dólares, junto a las nuevas tasas de interés vigentes en el mercado de pesos, serán un disuasivo que muy probablemente evite la intervención oficial en el mercado.
Cuánto menos intervenga el Banco Central en el mercado evitando que el peso se deprecie, mayor será la credibilidad del sector privado en la sostenibilidad del tipo de cambio. Y cuánto mayor sea esa credibilidad, menor será el traspaso a precios de la depreciación de la moneda. Es lógico: si el mercado se estabiliza sin intervención oficial no habrá motivos para esperar devaluaciones adicionales, y por ende, no se remarcarán los stocks de mercadería que hasta ahora aguardaban retenidos en los galpones de los industriales, de los importadores y en los silos de los productores agropecuarios.
Hacia adelante, ya salidos del hospital de campaña de la salida del cepo, la estabilización del mercado de cambios dependerá del éxito en la batalla contra la inflación. Y para que ésta ceda, el Gobierno deberá ofrecer un horizonte creíble para la reducción del volumen de dinero que imprime el Banco Central para financiar el déficit fiscal. Sólo cuando ello ocurra se romperá la simbiosis actual entre el Tesoro y el Banco Central, y podrá ser este último organismo el único responsable de fijar sus políticas y volver a hacer del peso una moneda en la que podamos ahorrar.ß
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