Alivio en el Gobierno por el tono de la homilía de Poli y gestos de frialdad con Larreta
Alberto Fernández dijo que valora el mensaje del cardenal, que evitó críticas por la pobreza y la inflación; el Presidente no saludó al jefe de gobierno porteño y decidió no llevar los atributos de mando
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“Firmo cada palabra que usted dijo”, le dijo el presidente Alberto Fernández al cardenal Mario Poli, a metros del púlpito y a modo de amable despedida. La frase del Presidente resumía la sensación que él y su gobierno se llevaron del tedeum en la Catedral Metropolitana, cuyo eje fue una homilía de Poli que no se centró, como en otras ocasiones, en la responsabilidad oficial en el aumento de la inflación, el índice de pobreza o la marginalidad.
“No fue crítico. Es más, lo sentimos como muy abrazador”, describieron algo sorprendidos muy cerca del Presidente el discurso de Poli. “Habló de solidaridad, de prestar atención a los más débiles como una prioridad. Eso es lo más importante”, celebró en la puerta de la Casa Rosada y en diálogo con LA NACION el ministro de Educación, Jaime Perczyk. Mientras el secretario de Asuntos Parlamentarios, Fernando “Chino” Navarro, destacó a pocos pasos la “apelación a la sociedad” del sermón, en el que Poli pidió “no cansarse de promover el bien, la justicia y la paz” y criticó las “tensiones que parecen repetir crueles enfrentamientos”.
Durante los días previos mucho se había hablado de la tensión entre el papa Francisco y el Gobierno, originada por la ley de despenalización del aborto, impulsada por el Frente de Todos en el Congreso, y que continuara con algunos gestos del Papa hacia el cristinismo duro. Más allá de una mención de Poli sobre “el derecho a la vida” en su sermón, no hubo alusiones directas a esa ley, otro de los puntos que en el Gobierno destacaban como positivo.
Todo había comenzado minutos antes de las 11, cuando el Presidente arribó al Salón de los Bustos para iniciar su camino hacia la Catedral. Lo esperaba el gabinete en pleno (sólo faltaron algunos ministros de viaje, como Carla Vizzotti y Elizabeth Gómez Alcorta), más algunas presencias sorpresivas como las de su amiga y hoy embajadora en la Unesco, Marcela Losardo. Mientras comían pastelitos de batata y membrillo, dispuestos unto al chocolate caliente en una mesa por mozos de la casa, se armaron algunos grupos de charla, uno de los cuales fue más que sugestivo: Martín Soria y Eduardo de Pedro, ambos leales a Cristina Kirchner, hicieron un largo apartado en uno de los extremos del salón de los Bustos, aunque luego se sumaron a la foto conjunta con Fernández, previa a la salida para la Catedral. “Cristina dijo que no la esperen, que empiecen sin ella”, bromeó un vocero en relación a la previsible ausencia de la vicepresidenta en el primer Tedeum presencia de Alberto Fernández durante su presidencia.
Sin vicepresidenta al lado, y sin utilizar, por “decisión personal”, los tradicionales atributos de mando (bastón y banda) que sí utilizaron algunos de sus antecesores en el cargo Fernández recorrió los 200 metros saludando a unos pocos militantes de Somos Barrios de Pie, Movimiento Evita y el partido Parte que se acercaron hasta las vallas. “Estafadores!”, gritó varias veces un muchacho que rápidamente fue acallado por otras voces que le deseaban “fuerza” y “suerte” al Presidente, rodeado por el jefe de gabinete, Juan Manzur, el canciller Santiago Cafiero y el titular de la Cámara de Diputados, Sergio Massa.
Frialdad con Larreta
Al llegar a la Catedral, y luego del homenaje de rigor ante los restos del general José de San Martín, Fernández saludó de modo cordial al ministro de Gobierno porteño, Jorge Macri, y al secretario general de esa administración, Fernando Straface. Segundos después, y con él ya en su asiento, llegaron el jefe de gobierno Horacio Rodríguez Larreta y su ministra de Educación, Soledad Acuña, ubicada en una fila en la que también estaba sentada la jueza porteña Inés Weinberg de Roca.
No hubo saludo entre el Presidente y el jefe de gobierno porteño, ni entonces ni cuando finalizó el acto. “Todo muy frío”, describieron desde la Casa Rosada, mientras desde el gobierno porteño explicaron que Larreta “venía del Polo Mugica donde recibió a abanderados de 50 escuelas de la Ciudad” y que por esa razón “llegó justo cuando estaba arrancando el acto”. Fernández lo tuvo a sus espaldas durante los 45 minutos que duró la ceremonia, sin señales de acercamiento y lejos de aquellas fotos conjuntas en plena pandemia.
Esta vez sin su pareja y primera dama Fabiola Yañez-se quedó con su pequeño hijo Francisco en Olivos-Fernández asintió casi ante cada párrafo de la homilía de Poli, que siguió desde una fotocopia que le alcanzaron segundos antes. En la Plaza de Mayo, frente a la entrada de la Catedral, se apiñaron unos mil militantes frente a la pantalla gigante que daba cuenta de lo que ocurría. Algunos de ellos, con su oferta de pastelitos o una porción de sopa paraguaya, a 200 pesos.
“Las del cardenal fueron palabras muy reflexivas que comparto y que valoro mucho”, dijo el Presidente al salir y a la Televisión Pública. “La unidad depende de nosotros, es una decisión individual y no quiero que piensen como yo, pero lo primero es la gente”, reiteró, sin olvidarse de su vicepresidenta, la gran ausente de la mañana. “Quería ir a la Antártida, pero fue mejor quedarse acá”, soltó el Presidente ante sus íntimos, en un resumen de su satisfacción por el desenlace de un compromiso a priori complicado que culminó sin sobresaltos.
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