El ataque a Cristina Kirchner sigue rodeado de incógnitas; el misterio es ahora Gabriel Carrizo, el jefe de los copitos, y sus abogados; un clima general de desazón en relación con la política
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Habitualmente, el ojo mira y ve lo que está acostumbrado a ver. Es difícil advertir lo novedoso, lo imprevisto. Probablemente, requiere de un esfuerzo deliberado ver lo que puede estar surgiendo, pero todavía no es del todo evidente. Hay como inercias en la percepción con las cuales al cerebro le cuesta mucho identificar fenómenos nuevos. ¿Está pasando eso en la política argentina?
Si uno empieza a relevar determinados fenómenos que están ocurriendo delante de nuestros ojos, pero no en el centro de nuestra atención, podríamos empezar a advertir que lo que teníamos por conocido se está modificando y que están apareciendo realidades distintas, nuevas, y que interesan, porque son inquietantes.
Durante mucho tiempo, hemos presenciado nuevas formas de violencia en la Patagonia, similares a las que aparecieron en el sur de Chile, ligadas a sectores que reivindican de manera conflictiva, la causa de los mapuches. Hace poco, se dictó sentencia en un juicio abreviado por un ataque con bombas molotov al diario Clarín. Se sabe menos, pero hubo también un atentado cibernético contra el mismo grupo, Artear, probablemente procedente desde el exterior, que la Justicia está investigando. Mauricio Macri, que fue amenazado recientemente y fue víctima de episodios de violencia en el sur, dijo el domingo en LN+ que él había robustecido su custodia y que está más atento. En una manifestación en el Senado hubo una agresión muy violenta a las oficinas de Cristina Kirchner a la que ella le presta mucha atención, retroactivamente, después del atentado que padeció hace pocos días. Tribus urbanas con consignas de ultraderecha, filonazis, atacan la Casa de Gobierno con antorchas. Expresan mensajes conflictivos ya no con la política y con su dirigencia, sino con la democracia.
En este contexto de hechos aislados, pero que parecen tener un hilo conductor por la aparición de fenómenos que no estábamos acostumbrados a ver, irrumpe en el centro de nuestra atención un supuesto vendedor de copos de azúcar que le pone una pistola en la cabeza a la vicepresidenta y gatilla sin que salga la bala. La percepción inicial de este episodio conmocionante fue que Fernando Sabag Montiel es un loco suelto, un lunático que quiso extrañamente entrar en la historia asesinando a la expresidenta y actual vice, Cristina Kirchner. Después empiezan a aparecer indicios que obligan a corregir esta impresión inicial de que estamos frente a un electrón suelto. Distintos datos que nos obligan a formularnos una cantidad de preguntas que todavía no tienen respuestas, que dependen centralmente del fiscal Carlos Rívolo y de la jueza María Eugenia Capuchetti y giran alrededor de mensajes de texto que aparecen en los celulares de personas relacionadas con Sabag Montiel, porque el contenido del teléfono del atacante fue borrado, reseteado y destruido. Ahí hay un gran signo de interrogación desde que ocurrieron los hechos.
Están los mensajes de Brenda Uliarte, la novia de Sabag Montiel, que son interesantes. Ella le dice a su amiga Agustina Díaz: “No es joda boluda, estoy armando un grupo para ir con antorchas, bomba, fierro, todo, voy a ser la libertadora de Argentina, estuve practicando tiro, sé usar un fierro”. En otro mensaje, sigue la misma épica: “Hoy me convierto en San Martín. Voy a mandar a matar a Cristina. me re pudrí de que hablen y no hagan nada. Yo sí voy a hacer, se me metió el espíritu de San Martín en el cuerpo”. En otro: “Tengo algo de money, conocidos. Me voy, pero antes quiero hacer algo por el país”. En otros mensajes habla de la posibilidad de alquilar un departamento en Recoleta, para organizar el atentado. Los chats de Uliarte nos plantean otra incógnita: ¿por qué no los borró? Son varias sus peculiaridades. Si uno mira todos los mensajes que se conocieron hay una corrección gramatical llamativa. Usa algo que se ha vuelto inusual en ese medio, signos de interrogación de apertura en las frases. Todas las tildes están donde corresponden. Alguien tan marginal, alguien que quiere trasgredir la regla como ella se está proponiendo, ¿es tan apegada a la normativa gramatical y ortográfica? Perplejidades. Pero sobre todo: alguien que parece ser medianamente formada como para tener esa gramática, no borra esos mensajes. Los deja.
Sigue tirando de la piola la jueza Capuchetti y el fiscal Rívolo y termina cayendo alguien al que había que prestarle atención desde el comienzo, por los mismos datos que aparecían en la prensa y que surgían de la investigación: Gabriel Nicolás Carrizo. Aparentemente, era el jefe de estos vendedores de algodón de azúcar que también, en sí mismos, son extraños. Cualquiera que conozca la plaza Vicente López, cerca de la casa de Cristina Kirchner, habrá advertido que casi nunca hay vendedores de algodón de azúcar en esa zona. Están frente al zoológico, en los parques, frente a la puerta de los colegios. Es raro verlos en una manifestación de gente grande, afiebrada de amor hacia Cristina. Carrizo es el que les proveía la mercadería a estos otros vendedores ambulantes y tenía la máquina para hacer el algodón. Lo detienen, se examinan sus mensajes y son más inquietantes que los de Brenda Uliarte. “Mi amigo estuvo a un segundo de convertirse en héroe nacional. Estuvo muy cerca, no lo entiendo, andaba bien”; “Cristina tiene miedo, salió mal, pero tiene miedo”; “Esto estaba planificado para dentro de una semana, hizo todo mal, es un pelotudo”; “Estamos decidimos a matarla a la puta esa”.
Estamos hablando de que ya no es un lunático solo, sino que pareciera haber una planificación, un programa. Habrá que ver cuándo empieza. Probablemente, en marzo o abril cuando compran la pistola. Habría que reconstruir asimismo cuál era el clima del país en aquel momento para que alguien diga: “Dentro de unos meses matamos a Cristina”. Son datos importantes para ir formándonos una idea del misterio que hay alrededor de esto. Lo más curioso de todo es que cae este vendedor de copos de azúcar, subrayo la actividad, y aparecen enseguida varios abogados, alrededor de los cuales gira un enigma. El que él designa como abogado, Gastón Marano, es un penalista que, de golpe, nos enteramos que es asesor de un senador por la provincia de Chubut, Ignacio Torres, que pertenece al PRO en la comisión bicameral que vigila a los organismos de seguridad e inteligencia. Por supuesto, Torres dice que no tiene idea cómo está su asesor conectado con el jefe de la banda de los copitos que estaba aparentemente, según sus dichos, planificando el atentado a Cristina Kirchner. Acá también hay una curiosidad, ¿Marano no le avisó al senador que iba a tomar semejante caso? Desde ya que, como penalista, puede hacerlo y cualquier ciudadano tiene derecho a la legítima defensa. Es un principio básico de la vida republicana. Pero, si ese abogado es asesor en una comisión que vigila organismos de seguridad e inteligencia, lo más lógico sería que lo hable con el senador. Torres enseguida comunicó al presidente de la comisión, Leopoldo Moreau, que se deshacía del asesor, lo relevó, no está más.
Ahora bien: el propio Carrizo, vendedor de copitos de azúcar, tiene dos abogados más. Una es Brenda Salva, que curiosamente es asesora de una diputada del PRO. Pueden ser todas casualidades, seguramente. Pero hay otro detalle más inquietante. Aparece otro abogado de este mismo vendedor, Fernando Sicilia, que es defensor de dos personas que fueron noticia durante los últimos dos o tres años: Leandro Araque y Facundo Melo. Son dos integrantes de la banda de espionaje ilegal que trabajaba a las órdenes de Silvia Majdalani en la AFI durante el gobierno de Macri. Araque es un espía que fue reclutado por la AFI de la Policía Metropolitana. Melo es un abogado que navega por todos los ríos. Es curioso que un abogado como Sicilia tome como cliente a este otro imputado que es un vendedor de copitos de azúcar. Entonces, la primera pregunta obvia es ¿Quién paga estos abogados? ¿Lo quieren cuidar a Carrizo o hay que proteger a alguien que puede estar ligado a él? Quizá no esté ligado a Carrizo por el atentado contra Cristina, sino por otras actividades vinculadas con la vida de los vendedores ambulantes que, a lo mejor, venden otras cosas. Lo cierto es que aparece ahora una especie de jefe de esta banda que tiene abogados ligados de un modo u otro a la política y a causas de espionaje. La pregunta que uno se hace es cuánto algodón de azúcar hay que vender para pagarle a estos abogados. Todo esto empieza a tener otra densidad.
Acá aparece un detalle muy relevante y es que, si uno mira a Cristina Kirchner y su entorno, estos datos -que en otro contexto hubieran sido politizados- son tomados con mucha prudencia. Es evidente que no los quieren politizar, porque realmente Cristina quiere saber quién atentó contra ella. No quiere, supongo, crear la imagen de que fue alguien de la política, de la oposición, si eso no es cierto. Podría usar esta vinculación entre abogados y fuerzas de seguridad y todo eso probablemente nos alejaría de la verdad respecto de quién verdaderamente la quiso matar. Porque de la idea del “loco suelto” a la de la banda organizada hay un cambio de percepción en la propia vicepresidenta. Si era un loco suelto ella puede decir “me quisieron matar”. Si es una banda manejada por alguien desde algún inframundo, desde una zona oscura del poder o de las mafias, ya no es “me quisieron matar”, es “me quieren matar” y esto puede volver a suceder. Por lo tanto, quiere saber en serio quién es el que atentó y el que está cuidando al de los copos de azúcar.
Sobre este telón de fondo están las declaraciones del viernes de Oscar Parrilli, que dice: “Cristina Kirchner y Macri podrían llegar a hablar. No lo descarto”. Por supuesto que hay infinidad de motivos para desconfiar de cualquier invitación al diálogo en gente que se tiene una gran animadversión. Si uno mira al kirchnerismo, sospecha cuando hay un llamado al diálogo porque es un movimiento político, con una noción del poder, del liderazgo, de la jefatura y del conflicto que lo primero que suprime como técnica de abordaje de la política es el diálogo. La usina de poder para Néstor Kirchner, y sobre todo para Cristina, siempre ha sido el conflicto. Es raro verlos hablar de diálogo y más en este contexto de gran vulnerabilidad. Se lo dijo el otro día Cristina Kirchner a los curas y monjas que ella invitó a visitarla al Senado. “Hay que hablar y, subrayó, sobre todo con el que piensa distinto”. Sin embargo, Cristina se preocupó de que los miembros de la iglesia a los que se acercaba -o los que se acercaron a ella- pensaran como ella. La primera demostración de la dificultad que tiene para hablar con alguien que piensa distinto es que seleccionó kirchneristas dentro de la Iglesia. Pareciera que hay un diseño faccioso del cual no puede salir, aun cuando necesita dialogar. Esto debería ser motivo de interrogación, tanto de la vicepresidenta como de su entorno.
Cuando ella da la orden, pide un acuerdo, sus colaboradores, muchos de ellos, empiezan a buscarlo sin la menor tecnología. En eso tiene razón Macri. Dice: “Yo voy a hablar, pero primero tráiganme el motivo. ¿O voy a hablar de lawfare y de que hay que suspender los juicios?”. En la intimidad, Macri le ha hablado a gente que está en contacto con el Gobierno y que son amigos de él dentro del PRO, de lo que para él podría ser el comienzo de una conversación. Y es: “Tráiganme cinco puntos y vemos”. Por supuesto que, para Macri, una aproximación a Cristina Kirchner tendría un costo. Es evidente. Él está en la otra punta. Se considera a sí mismo el garante de la identidad más extrema de lo otro. Es más, se produjo, como informamos el lunes pasado, un encuentro de José Torello, que pertenece al círculo más íntimo de Macri por ser uno de sus mejores amigos, con Cristina Kirchner. Y desde el propio círculo de Macri empezaron a aparecer notas y declaraciones marcándole la cancha al jefe: “Cuidado con acercarte”. Pero claro, si este acercamiento no tiene una agenda transparente es imposible de lograr. Por eso Macri dice “cinco puntos”. Hay quienes piensan: “Hay un modelo similar a este en México”. ¿Por qué? Porque es un país con extraordinaria polarización política y amenazado por fuerzas extra políticas que generan violencia -en este caso son bandas de narcotraficantes-. En el marco de esa agenda, de esa dificultad, de esos problemas a resolver, Enrique Peña Nieto, el último presidente del PRI, propuso una agenda que se llamó “Pacto por México” que constaba de cinco puntos, como piensa Macri. Allí estaban, por ejemplo, las reglas para la inversión. Hay quien piensa aquí: “Podríamos pensar en el tema del gasoducto Kirchner”. Programas educativos, la cuestión de la pobreza. Podría haber una agenda donde convergen el Gobierno y la oposición, voy a decir algo impensable, Cristina y Macri, algo de lo que puedan hablar frente a este fenómeno de un enrarecimiento en los márgenes de la democracia.
¿Por qué esto es importante? Porque empezamos a ver que la polarización que explicaba todo. Explicó la vida de la Argentina sin duda a partir del conflicto con el campo y el planteo de un “ellos y nosotros”. Es más, el enfrentamiento hacía que todas las fuerzas se alinearan en un bloque u otro. Ahora no es tan claro, porque esta polarización no contiene todo. Empieza a haber fenómenos que no están incluidos en esos dos bloques, fenómenos que bordean la violencia o la ejercen. Y en un contexto de violencia, cualquiera puede hacerse una fiesta. Nazis, que forman bandas como las que estamos viendo, narcotraficantes. Hay que mirar lo que pasó en Chile. El estallido de octubre de 2019 fue una ensalada de distintos tipos de violencia, de gente que honestamente estaba enojada con narcotraficantes que salían a destruir el aparato de seguridad. ¿Estoy diciendo que esto va a venir acá? No. Pero esas cosas ocurren. Y en la política de Chile sí estaba pasando lo mismo que está pasando acá. La polarización clásica de la transición democrática empezó a ser insuficiente para explicar toda la superficie de la vida pública.
Si uno mira con detalle, hay un atisbo de este problema y lo tuvimos el año pasado. Hubo una gran contracción del centro. Las elecciones del 12 de septiembre de 2021 fueron las de mayor abstención de la historia democrática. Y las segundas, las que le siguen, son las generales también del año pasado. Es decir, hubo mucha gente que le quitó el cuerpo al sistema. El Frente de Todos perdió 40% del electorado si lo medimos con la elección del 2019 donde ganó Alberto Fernández con Cristina Kirchner. Pero también Juntos por el Cambio tiene un drenaje hacia posturas más radicales como, por ejemplo, los libertarios de Javier Milei. Estamos hablando de una mayor abstención que en 2001, cuando bastó eso y una gota de corralito para que estalle el país. Se inició una nueva Argentina en la que, en alguna medida, estamos insertos.
Este fenómeno electoral, con mayor o menor cercanía, hace juego con lo que están registrando los investigadores sociales que hacen estudios cualitativos de focus groups. Encuestas donde se indaga a determinados grupos de personas seleccionados previamente sobre cómo están viendo su vida en el contexto de la agenda comunitaria, de la vida del país y, en el fondo, qué están viendo en la política. Y de allí vuelven mensajes que son llamativos, situaciones que son realmente novedosas. Si uno habla con profesionales que se dedican a esto hace 20 años, dicen: “Es la primera vez que vemos semejante estado de desolación en la gente, personas que en esa reunión se ponen a llorar por no poder comprar un helado a su hijo, llevarlo al cine, o porque sus nietos se van a ir y no los va a ver vaya a saber uno por cuánto tiempo”.
Una de esas personas, cuando el individuo que estaba conduciendo una de las sesiones preguntó “y en todo este panorama tan triste que ustedes están viviendo, ¿Qué es la política?” respondió con una frase que tiene un poder simbólico extraordinario. No es lo que vemos todos, es lo que ve esta persona. Dijo: “La política es un circo público”. Es decir, estamos viendo a los políticos hablar un lenguaje, discutir sobre una agenda, tratar una cantidad de temas, que a nosotros nos dejan absolutamente fríos. Bueno, esto es un problema porque la democracia supone la calidad de la representación. Hay un puente entre esto y la violencia que padeció Cristina Kirchner. Este es el tema.
Por eso hay mucha gente -como la Iglesia, y sectores de la política- que está inquieta por esto que está pasando, porque esta escena está instalada en medio de un ajuste. No es un ajuste solamente que hace el Gobierno. Es el ajuste que está haciendo la economía con independencia del Gobierno, que es la alta inflación, la disparada del dólar, rasgos recesivos. Una situación económica angustiante no solo por su intensidad sino también por su duración. La Argentina está padeciendo una economía de bajísima calidad, con enormes dificultades, desde hace más de 10 años. Y en los fenómenos colectivos la duración es tan importante como la intensidad.
El Gobierno encara un ajuste. Es interesante esto también. Si uno mira de cerca lo que está pasando, lo que está haciendo Massa, que es más maniobra que políticas, hay mucha exageración. Lo que se considera el “humo” de Massa. Pero el concepto que está detrás de lo que querría hacer Massa, o de lo que Massa quiere hacer creer en determinados lugares como el FMI, se parece mucho a lo que le recomendaba la oposición. Entonces, acá también hay algo artificial, que es un enorme enfrentamiento retórico, pero en el centro de la cuestión económica parece haber más coincidencia que disidencia.
La otra noche, Emmanuel Álvarez Agis le dijo a Luis Novaresio algo muy interesante: “Lo sacaron a Guzmán porque no les gustaba hacia dónde los llevaba. Y lo pusieron a Massa para ir al mismo lugar pero más rápido”. Y Cristina Kirchner y La Cámpora, todos lo que se rasgaron las vestiduras por la ortodoxia que quería introducir Guzmán, callan frente a medidas mucho más duras de Massa que no terminan siendo lo convincentes, lo creíbles, lo jugadas que deben ser para dar vuelta la situación económica. Por ejemplo, sube la tasa de interés. Es cierto, la sube pero no termina de ser positiva. Está por debajo de la inflación. Entonces no tiene el efecto antiinflacionario que debería tener, ni tiene el efecto de preservación de la moneda que debería tener. Sigue sin ser negocio tener pesos. Porque los pesos los disuelve la inflación y no es remedio ponerlos en el banco porque el banco no me va a dar más que la inflación. Devalúa el dólar oficial, un Gobierno que dijo que no devaluaría. Sí, están devaluando a una tasa cada vez más acelerada, pero por debajo de la inflación también. Crea el dólar soja, que es una herejía para el kirchnerismo. Diez días antes de esta medida por la cual se le da un dólar hecho en sastrería al sector agropecuario para que liquide su mercadería, desde el corazón del kirchnerismo, el actual ministro de Trabajo bonaerense Walter Correa difundió un comunicado diciendo: “Este problema que tenemos con el dólar se debe a que la oligarquía está sentada sobre los silobolsas”. A esa oligarquía, Massa le dio un dólar especial para que liquide. Es cierto, esos dólares que trae el campo hay que comprarlos. ¿Con qué se compran? Con pesos. ¿De dónde salen esos pesos? De la emisión del Banco Central. Por lo tanto, para obtener esos dólares que el campo liquidó, porque tiene una cotización mejor, hay que emitir más pesos y eso tiene una consecuencia: la gente huye del peso que se deteriora y va hacia el contado con liquidación.
Ahora el Gobierno se asustó de que se disparara el CCL por la virtud del dólar soja. ¿Y qué hizo? El BCRA emitió un comunicado que dice “al que ingresó al programa de incremento exportador, a ese le impedimos entrar al mercado de cambios y hacer operaciones de cambio a través de bonos”. Es decir, entrar al contado con liquidación. ¿Esto para quién es? ¿Para los que ya liquidaron o están por liquidar? No se sabe. Pero el dólar soja se destruyó por el miedo que tuvieron al avance del contado con liquidación y la ampliación de la brecha. ¿Quién tomó esta medida? Todavía no sabemos bien. Pero da la impresión de que es una medida de Miguel Pesce, que es un hombre de carácter, difícil de arrear, que toma una resolución de este tipo a la noche sin demasiada explicación. Massa no explicó nada al sector al que le había ofrecido nuevas reglas. Esto desbarata esas reglas. Pesce puede hacer esto porque Massa y Alberto Fernández le acaban de firmar su designación como presidente del BCRA hasta el 23 de septiembre del 2028. Es decir, acá el único súper ministro es Pesce. ¿Se acuerdan de Federico Basualdo, el subsecretario de Energía por el que casi se tiene que ir Guzmán? Bueno, Pesce es el Basualdo de Fernández. Y Massa, que no logró conquistar esa colina, porque quería poner al vicepresidente Lisandro Cleri al mando del BCRA, tiene ahora que tolerar que a los sojeros con los cuales él había pactado les cambien las reglas de juego. Por eso a aquel dólar soja lo llaman cariñosamente “dólar ventajita”.
Massa viene de acordar con el Fondo y lograr cosas que no logró Guzmán. Por ejemplo, logró que la secretaría del Tesoro Janet Yellen pasara a saludar. Es una persona clave. Logró también que le destraben un crédito que venía demorado en el BID. Mauricio Claver-Carone, el enemigo de Alberto Fernández, es ahora amigo de Massa. Un hombre de Donald Trump. ¿Por qué les gusta Massa más que Guzmán? Cuando uno pregunta en Washington, responden que es porque habla abiertamente de ajuste. Él viene a decir que está haciendo un ajuste monetario y fiscal. Quiere que lo vean como si fuera un Nicolás Dujovne. El presupuesto en alguna medida refleja esto. Es cierto que le juega algo más a Massa a favor, que es la incertidumbre general. Y sobre todo la incertidumbre que hay en Washington cuando se mira América Latina respecto de qué va a pasar en Brasil si la elección sale empatada. ¿Qué pasa si la elección sale empatada? ¿Bolsonaro va a ceder el poder sin discusión? ¿Qué va a ser Lula si gana? ¿Qué Lula viene? Hoy hubo una señal importante respecto de esto. Se encontró con Henrique Meirelles, quien era presidente del Bank Boston Internacional. Lula lo llevó desde ahí hasta el Banco Central cuando ejerció su primera presidencia y después Meirelles fue el ministro de Economía que hizo las principales reformas de Michel Temer. Es un Lula que está diciendo: “Yo vengo de nuevo con la ortodoxia”. Y eso reduce la incertidumbre. La incertidumbre que beneficia a Massa y Alberto Fernández.
Llegó el presupuesto y el presupuesto es de ajuste. ¿Qué quiere decir esto? Obviamente los números de déficit primario son los que están comprometidos con el Fondo. Pero prevé una caída de los recursos, probablemente ligada a una pequeña recesión que ya estamos viendo. Se prevé que los recursos van a estar más o menos en 14,65% del PBI el año que viene, cuando este año se promete que van a estar en 14,75%, décimas menos. ¿Dónde recae el ajuste de Massa según él promete en el presupuesto? Nadie del kirchnerismo se quejó de esto: en el gasto social, que va a aumentar 73% el año que viene, pero la inflación está previsto que alcance el 76%. Es decir, hay una disminución de tres puntos porcentuales en el gasto social, que incluye algunos subsidios energéticos. Obviamente, hay un recorte en el gasto por la vía de subsidios energéticos, el tarifazo que vamos a vivir todo el año que viene. Las transferencias a las provincias van a caer, en términos reales, 14%. Las transferencias a las universidades aumentan el año que viene 55% pero la inflación aumenta al 76%. Es decir, va a haber otro recorte del 21% en recursos para las universidades.
¿Qué va a hacer Cristina Kirchner frente a esto cuando empiece a pensar en la campaña del año que viene? ¿Le dirá a Massa lo mismo que le dijo a Guzmán en diciembre de 2020? “Vos estás ahí porque yo ganó elecciones”. Fue cuando Guzmán quería subir las tarifas mucho más de un 9%. Lo que haga Cristina depende del éxito que tenga Massa. En diciembre habrá que ver si el programa “ventajita” logra darle a la política, darle a CFK y a los gobernadores, una perspectiva de recuperación del salario que les haga decir: “Bueno, seguimos apostando a las malas noticias porque al final va a haber una buena noticia”. También pueden ir a un quiebre a fin de año. Porque hay inconsistencias graves en la política económica, como la resolución que tomó el BCRA sobre el dólar soja. Una regla que se cambia de un día para el otro, en un tema central porque de él depende la acumulación de reservas del Banco Central.
Mientras tanto lo tenemos a Alberto Fernández en los Estados Unidos, donde lo “gasta” a Massa. La fue a ver a Kristalina Georgieva, la directora del FMI, y ella le dijo: “A lo mejor el año que viene flexibilizamos un poquito las metas teniendo en cuenta el mayor costo de la energía”. Era lo que le hubiera encantado traer Massa en bandeja a Cristina Kirchner. Pero parece que alguien negoció bien con Georgieva. Tal vez sea Jorge Argüello. La realidad es que al final, la buena noticia la trae Fernández.
Del mismo modo, pasado mañana Alberto Fernández va a estar en Houston. En el mismo lugar donde estuvo Massa la semana pasada con cuatro compañías energéticas. Fernández va a estar con 100. Es decir, Fernández está controlando el crecimiento o por lo menos la figuración de Sergio Massa y le va cortando las alas en la medida en que puede. Debe ser una situación muy compleja que uno tenga que desear que le vaya bien a alguien que en términos de poder le está quitando protagonismo. Fernández va a hablar de Vaca Muerta, probablemente reflote un viejo proyecto de Guillermo Nielsen, que era crearle un sistema fiduciario que la aísle de todas las dificultades que tiene la economía argentina, con el dólar, con la repartición de dividendos y los cambios de reglas. Hay en el equipo de Massa una figura principal que es Leonardo Madcur, el yerno de Nielsen. Los del Fondo, cuando se reunieron con el equipo de Massa, advirtieron que él lleva la voz cantante, en lugar de Gabriel Rubinstein, quien llegó al equipo de la mano de Madcur. Sin embargo, Alberto Fernández tiene fobia a los fideicomisos y sistemas fiduciarios. Los que entienden de Energía dicen: “No hay nada que se le pueda ofrecer al sector petrolero en este contexto macroeconómico como para que inviertan”. Después de ver esto que le hicieron al campo con los dólares, menos.
Alberto Fernández va con otro tema a la Asamblea de Naciones Unidas, y a una reunión del consulado: declarar patrimonio universal de la humanidad al Museo de Derechos Humano de la ex-ESMA. Hay un solo lugar ligado a la memoria y a la reivindicación de los derechos humanos que fue declarado por la UNESCO patrimonio de la humanidad, una isla frente a Senegal, que fue un sitio histórico de tráfico de esclavos. Lo curioso es que va a Estados Unidos con esta bandera cuando en este momento se está reuniendo el Consejo de Derechos Humanos de las Naciones Unidas en Ginebra y tiene que tratar si continúa o no continúa una Misión Internacional Independiente de observación de violaciones de derechos humanos en Venezuela. Esa misión fue propuesta entre otros países por la Argentina durante el gobierno de Macri, que tuvo una política de derechos humanos muy consistente en relación con Venezuela. Ahora, la Argentina se negó a proponer esa misión, que fue importante porque sobre las violaciones de derechos humanos que recabó se inició la causa que se le sigue a Maduro y a otros capitostes del régimen en La Haya. ¿Qué va a hacer la Argentina? ¿Cómo va a votar en el tema de derechos humanos de Venezuela? Uno podría decir: cambió el gobierno, hay otra política, que tiene una afinidad antiimperialista con Maduro. Lo mismo pasa con el gobierno de Honduras, donde también llegó Xiomara Castro, muy parecida al kirchnerismo.
Sin embargo, el gobierno en Chile y Gabriel Boric sigue promoviendo la misión de inspección sobre Venezuela. Cambió de gobierno Perú, con Pedro Castillo que es de izquierda. Pero Perú sigue auspiciando esa investigación. Hay un doble estándar muy llamativo en el Gobierno, que se puede extender a otras cuestiones.
En el Comité de Derechos Humanos en Ginebra, además, este año se tratan dos temas de primera magnitud para la política internacional: derechos humanos en China, después de un informe lapidario de Michelle Bachelet; y derechos humanos dentro de Rusia. ¿Cómo va a votar la Argentina? No sabemos. Es importante, porque el presidente de la comisión es argentino, el embajador Federico Villegas. Es relevante que Fernández analice todo esto porque está pidiendo una reunión con Biden. Le va a proponer visitar la próxima reunión de la CELAC donde están Nicaragua, Venezuela y Cuba. Habrá que ver si Biden tiene doble estándar o no, porque excluyó a esos países de su Cumbre de las Américas. Probablemente, la reunión con Biden esté ligada a estas cuestiones y se proyecta sobre el momento más difícil de Massa: el examen ya no de Cristina sino del Fondo Monetario Internacional en diciembre.
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