Algo más que rumores de cambios de gabinete
A falta de goles, los rumores sacuden las redes y ganan audiencia. Las versiones sobre cambios en el gabinete encabezan la tabla. Y adquieren significación, mucho menos por la probabilidad de que ocurran en lo inmediato que por la verosimilitud que revisten. Las disputas internas en la coalición gobernante y la falta de resultados (goles) en áreas sensibles para la ciudadanía les dan sustento.
No es ajeno a ese estado de cosas, sino una expresión más de lo que ocurre en esta administración, el último round de la espectacular confrontación que vienen sosteniendo desde el comienzo la ministra de Seguridad de la Nación, Sabina Frederic, y su par bonaerense, Sergio Berni.
La pelea excede el conflicto por la materia que se discute (aunque la inseguridad cada vez preocupe más a la sociedad). Lo que deja expuesto es la relatividad del apotegma "unidad en la diversidad" con el que se trata de minimizar y justificar diferencias desde la Casa Rosada. Tanto como emerge la falta de decisión (o de autoridad suficiente) para ordenarlas y ponerles fin.
De la misma naturaleza son las facturas que se pasan entre distintas facciones del oficialismo por la ausencia de logros y la acumulación de problemas irresueltos. Esa es la fuente de la que se alimenta la credibilidad de las versiones.
Las características o los proyectos personales y políticos de los contendientes aparecen como grandes disparadores del conflicto entre Frederic y Berni. Sin embargo, esos elementos subjetivos no serían suficientes para que el problema adquiriera la repercusión que tiene. Para ello, encontraron una condición objetiva donde florecer: el inquietante crecimiento de los delitos que se empieza a registrar, especialmente, en el conurbano bonaerense, así como la ausencia de una política coordinada y liderada de manera indiscutida, no solo en esta cuestión.
Las siluetas de Berni y Frederic proyectan las sombras de Cristina Kirchner y Alberto Fernández. Allí se encuentran el problema real y la complejidad de su solución. Cualquier acción resolutoria de la disputa, que ya pareció cruzar todos los límites, se vería como el fruto de la corporización de esas sombras y el triunfo o la derrota de una u otro.
Ese es un lugar al que ninguno quiere llegar, al menos por ahora. Un estadio que complica a Fernández. Pero que, por el contrario, no parece incomodar tanto a la vicepresidenta. Ventajas de no estar a cargo de la satisfacción de las demandas ni en el ejercicio formal de la autoridad.
El caso Berni también es el catalizador de la heterogeneidad de la coalición oficialista, y por eso no hay quien se quiera hacer cargo de su resolución.
Las críticas que el médico militar recibe de algunos votantes y dirigentes del Frente de Todos son neutralizadas por la adhesión que genera en otros integrantes, adherentes y militantes del mismo espacio. Su hiperactividad contrasta con otras pasividades. Berni lo sabe y trata de maximizar los beneficios que sus excentricidades reportan a su figura. Para el presente y para el futuro. También lo sabe Cristina Kirchner, a quien el ministro reconoce como su única jefa. Ella es también la única jefa del superior jerárquico de Berni, el gobernador Axel Kicillof.
El mandatario bonaerense, en tanto, aparece como el más afectado por el caso y el que menos defensores de su pasividad encuentra ante los espectáculos de su funcionario.
Varios de los intendentes del conurbano que se enfrentaron en estos días con el ministro por la inseguridad creciente en sus distritos volvieron a dejar en evidencia las diferencias que tienen con el gobernador. Berni es multipropósito.
"Lo de Kicillof es indefendible, el tipo arma un escándalo en su cara y es incapaz de ponerlo en caja", afirma un alcalde, que completó un talonario de facturas destinadas al gobernador y que por lo que se ve siguen impagas. La seguridad es solo una de las deudas que reclama.
Tal vez nada refleje mejor el dilema oficialista que la sinceridad brutal de un tuit del siempre polémico Luis D'Elía: "Sergio Berni llega a la Villa Madero en una supermoto, porta un fusil, tiene cagando a los milicos, dialoga con los vecinos, da soluciones y se va ovacionado. Más allá de las dudas que me genera, reconozco que es lo que desea el pobrerío". Lo publicó hace 42 días. ¿Sigue vigente?
La inseguridad que vuelve recargada y en algunos casos con extrema violencia expone la realidad que se vive en muchos distritos del conurbano, donde la pandemia agudizó los graves problemas estructurales y de vieja data. Es un hecho que antes de que el Gobierno lo autorizara el aislamiento social se flexibilizó allí por necesidad civil y defección estatal.
Los lamentables casos de justicia por mano propia que asoman son una expresión extrema de la misma descomposición y la misma ausencia del Estado que la Iglesia expresó recientemente, a pesar de la cercanía o afinidad de muchos de sus prelados con el oficialismo.
La reciente escalada de los contagios de Covid-19 tras 20 días de cuarentena reendurecida se inscribe en la misma dimensión. La nueva flexibilización solo se explica y se justifica por la situación socioeconómica, que demanda apertura y no se sustenta en consideraciones sanitarias.
El azoramiento que ayer manifestó el ministro de Salud de la Nación ante este recrudecimiento no mejora, precisamente, la percepción sobre la eficiencia del Estado ni es un aporte a la confianza y la tranquilidad social. Ginés González García no estaría caracterizándose en estas circunstancias por ser un hábil declarante. No extraña, entonces, que su nombre aparezca entre los fusibles que podrían cambiarse en el tablero presidencial.
Gabinete inestable
Al titular de la cartera sanitaria, paradójicamente, lo viene manteniendo en el cargo la pandemia. En su caso habría coincidencia entre sus deseos y los del Presidente de estar en otro lugar. Otros ministros también permanecen en su cargo gracias a la epidemia y no porque en el primer piso de la Casa Rosada se desesperen por retenerlos. Su performance está lejos de contar con un club de admiradores. Daniel Arroyo o María Eugenia Bielsa encabezan la lista.
La enorme dilación en la reestructuración de la deuda también ayuda a mantener el equipo que comenzó la gestión. Mientras se está jugando el repechaje no es momento de hacer cambios, dicen. Martín Guzmán es beneficiario tanto como responsable. La realidad parece favorecer cierta dificultad para tomar decisiones que caracterizan al gobierno de Fernández. Postergar es sobrevivir.
Hay curiosidades que resultan confirmatorias de esa propensión estructural a la irresolución. Es el caso del secretario de Energía, Sergio Lanziani. Las cuestiones vinculadas con esa área estratégica ya no pasan por sus manos. Buena parte fueron absorbidas por su superior, Matías Kulfas. Sin embargo, Lanziani permanece en su cargo, aun cuando a su imperceptible productividad suma la ausencia de padrinos en el poder. Misteriosos lujos de una gestión repleta de urgencias.
Desde la Casa Rosada se emiten señales diariamente tendientes a construir un horizonte de relanzamiento que se anunciaría la próxima semana. No parece sencillo. A los encargados de articular el mensaje se les está agotando el stock de liquid paper. Los textos no duran un día sin sufrir correcciones. Es difícil salir a anunciar una versión criolla del plan Marshall después de que el propio Presidente dijera que él no cree en los planes económicos. Sutilezas.
Compatibilizar y concretar proyectos en la diversidad y en la adversidad le está resultando al Gobierno mucho más complejo que pregonar la unidad a pesar de las diferencias.
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