Algo está pasando en los barrios populares
Hay cambios en las dinámicas en el Conurbano que ya no son representadas solamente por el peronismo
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En los últimos años se ha debatido mucho qué hacer con las familias en situación de pobreza y los barrios populares. Las grandes extensiones de pobreza y exclusión a lo largo del Conurbano constituyen uno de los desafíos más grandes del Gran Buenos Aires. Es necesario conmoverse con la realidad social, escuchar y comprender a tantos vecinos que la pelean y buscan vivir con dignidad y progresar.
Ese deseo de movilidad social del pueblo fue históricamente representado por un actor de la política argentina: el peronismo. Durante muchos años, las banderas de la “justicia social” han buscado interpretar y representar a tantos argentinos que padecen la pobreza, tanto genuinamente como con herramientas de control y clientelismo. Pero algo nuevo está pasando en el territorio.
Muchas extensiones del Conurbano empezaron a vivir cambios silenciosos pero profundos. Se iniciaron procesos desafiantes para la lógica de poder y control territorial tradicional; procesos que en general surgen de abajo hacia arriba y luego buscan representación en la política. Una mirada desde abajo que ya no es tolerante de ciertas prácticas, que no vota siempre lo mismo, que protagoniza y exige cambios a los dirigentes.
Vecinos de barrios populares empezaron a ver alternativas en gobiernos locales no peronistas pero que les despiertan confianza. Se empezaron a construir nuevos vínculos, con nuevas dinámicas sociales y barriales, sanas y con aire fresco. Esas dinámicas afianzaron las relaciones y permitieron hacer pie a proyectos de Juntos por el Cambio en los barrios populares, rompiendo con el mito de que sólo el peronismo podía transformar la realidad de estos sectores sociales. Son vecinos y vecinas que exigen capacitación y trabajo, y no solo planes y alimentos. Que se rehúsan a ser usados para marchas y movilizaciones, que quieren ser parte de un proyecto de progreso real.
A estos barrios no hay que ir de visita. Los gobiernos, especialmente los locales, deben instalarse allí, junto a ellos, empoderando referentes genuinos, entendiendo su identidad y manera de ver las cosas. Se trata de mirar a la persona en su realidad, de entender, escuchar, caminar y reconocer el dolor y la esperanza que hay en ellos.
Se requiere, eso sí, de una transformación profunda, fundamentalmente de la mirada de la dirigencia de nuestro espacio político. No se puede hacer asistencialismo “prolijo”, ni juntar punteros para compensar a los del partido rival. Hay que hacer otra cosa. Hay que proponer algo diferente. Se trata de integrar los barrios populares a la trama urbana, de mejorar el hábitat y las condiciones de vida, y de reconocer y potenciar el valor de la economía popular como fuente de trabajo genuino de esas familias.
Venimos caminando hace tiempo en consolidar esa mirada con muchos referentes de nuestro espacio, en equipo con Horacio Rodríguez Larreta, su ministra de Desarrollo Humano, María Migliore y el equipo que me acompaña en Tres de Febrero. Y no solo en consolidarla en nuestro pago chico, sino en contagiarla a otros territorios de nuestra Provincia. Trabajando con empresarios, sindicalistas, curas villeros, pastores y referentes barriales. Convencidos de que los sectores trabajadores empobrecidos y de los barrios populares no tienen dueño, ya vemos que en muchos lugares del Conurbano el voto de estos vecinos se anima a buscar nuevos horizontes, mostrando hartazgo ante formas de la política partidaria que los degradan, al cristalizar la pobreza.
Estoy convencido de que Juntos es el espacio político con mayor capacidad para interpretar y transformar la vida de los bonaerenses de los barrios populares. La economía popular es cultivar la aspiración de progreso a través del esfuerzo y la cultura del trabajo, para lo cual se necesitan políticas claras y dar herramientas concretas en lugar de dádivas. El hábitat y la integración territorial es llevar soluciones profundas a problemas que llevan décadas, para iniciar procesos de cambios profundos en la infraestructura y en el tejido social de los barrios. La integración social y urbana es mucho más que hacer una obra en un barrio popular, es llevar dignidad y reconocer en los barrios la necesidad de transformación, pero por encima de todo el inmenso valor que tienen para aportar a nuestras ciudades. Y es hacerlo comunitariamente con los vecinos, que son los primeros que entienden y conocen los desafíos de la realidad.
En la etapa que se inicia, de camino hacia la decisión presidencial de 2023, es necesario profundizar esa mirada y trabajar con todas las áreas de gobierno para potenciar ese camino, porque integrar un barrio atraviesa a todo el Estado. Lo social, pero también la movilidad, la seguridad, la matriz productiva, la comunicación, la salud, la atención ciudadana y, por encima de todo, la organización comunitaria y popular.
En Tres de Febrero hemos cambiado la tendencia. Hemos consolidado un Fondo para el Desarrollo Urbano y el Hábitat Sustentable, sin aumentar impuestos y cuidando a la clase media y a los que producen. La gestión del suelo urbano en las áreas más desarrolladas creó valor y parte de ese valor, captado por la plusvalía urbana, empezó a volver en obras a los barrios más olvidados. Montamos un Centro de Economía Popular para la capacitación, una política de formación para el trabajo y hasta una escuela de albañilería con la UOCRA.
La etapa que sigue necesita de una construcción diferente. Y esto no es teórico, sino resultado de lo que vivo todos los días en la gestión municipal. La confianza y el vínculo permanente con los barrios populares nos ha permitido no solo construir referencias sociales, sino también mirar a los ojos a los vecinos y pedirles que se involucren en el cambio político y territorial. Es posible y necesario transformarnos en el canal no solo para las clases medias sino también para los sectores populares que se cansaron de que los lleven con planes y promesas que nunca se concretan.
Intendente de Tres de Febrero
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