Alejandro Catterberg: “Tarde o temprano, muchas cosas se le podrán volver en contra a Milei, pero todo dependerá de la economía”
El director de la consultora Poliarquía atribuyó el alto nivel de aprobación que mantiene el presidente libertario en su primer año de gestión al logro de la caída de la inflación y al mandato de transformar la economía; por ahora, las debilidades institucionales quedan en segundo plano
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El presidente Javier Milei ingresa hoy en su segundo año de gobierno, con un crédito abierto por el combate –hasta ahora favorable- que libra contra la inflación, el principal mandato que recibió en el balotaje de 2023. Así lo explica el analista político Alejandro Catterberg, director de la consultora Poliarquía, cuya más reciente medición refleja un alto nivel de aprobación de la gestión libertaria, que conserva un respaldo del 56% de la población, a pesar del fuerte rechazo que genera su estilo agresivo, como publicó LA NACION el domingo.
“La clase política sigue teniendo el mismo desprestigio que le permitió a Milei llegar al poder”, observó Catterberg, ante la inminencia de un año electoral que le impone desafíos al gobierno de La Libertad Avanza e interpela también con fuerza a la oposición.
Frente al estilo agresivo y los insistentes ataques del Presidente al periodismo y a las opiniones divergentes, el analista político completó su mirada: “Tarde o temprano muchas cosas se le podrán volver en contra a Milei, pero todo dependerá de la marcha de la economía”.
Milei celebra su primer año de gobierno en medio de una “crisis absoluta de las coaliciones políticas que dominaron los últimos veinte años en la Argentina”. En ese contexto de incertidumbre para la política tradicional, el director de Poliarquía evaluó los planes del Gobierno para avanzar en la eliminación de las PASO y los retos que enfrentan los principales partidos de la oposición, que incluso desde la estructura formal lideran hoy los expresidentes Cristina Kirchner y Mauricio Macri.
-¿Cómo se explica el alto nivel de aprobación de la gestión de Milei y, al mismo tiempo, el fuerte rechazo al estilo agresivo del Presidente?
-Se puede entender y explicar desde varios puntos de vista. El mandato que recibió Javier Milei es un mandato de transformación económica y no de transformación institucional. A diferencia de los dos últimos presidentes no peronistas: Fernando de la Rúa y Mauricio Macri, que recibieron por sobre todo un mandato institucional más que económico. Incluso, De la Rúa tuvo que decir en la campaña electoral “conmigo un peso sigue siendo un dólar” y el líder de Pro debió aclarar que no iba a privatizar Aerolíneas, ni sacar los subsidios. Había una demanda social por cambiar el estilo y las formas, y un cansancio con las conducciones anteriores, mientras que en Milei hay claramente un mandato de transformación económica.
-¿A qué atribuye esa diferencia?
-Las condiciones económicas de los votantes en el momento de la elección de Milei eran de profunda insatisfacción. En los anteriores ejemplos, la economía personal de las familias no estaba especialmente mal. El Presidente cumplió su principal promesa electoral: bajar la inflación. Su promesa fue la dolarización, pero era el instrumento para bajar la inflación. No creo que nadie vaya a reclamarle por qué no dolarizó. Habrá, sí, un reclamo social si los precios vuelven a retomar una senda alcista.
-¿La gente evalúa solo el combate contra la inflación?
-Había dos promesas claves en Milei: bajar la inflación y que el ajuste lo iba a “pagar la casta”. Esa segunda promesa tiene una cuenta pendiente. La gente entiende que ellos están pagando los costos del ajuste y no la casta. El Presidente mantuvo en su primer año una popularidad alta y estable, a pesar de que hay segmentos de la población que lo aprueban pero no están de acuerdo con el estilo presidencial, con el ataque y la agresividad como métodos políticos, con algunas posiciones básicas, como la educación pública y el rol de la universidad. El déficit institucional que muestra el Gobierno por ahora no le quita el apoyo de la sociedad.
-¿Esa promesa no cumplida de que el ajuste lo iba a pagar la casta se le puede volver en contra si la situación general empieza a mostrar fisuras?
-Tarde o temprano estas cosas le van a volver al Gobierno. La respuesta a si es tarde o es temprano dependerá de la marcha de la economía. Si la economía argentina, que salió de una profunda fragilidad y pasó a una situación actual con un montón de temas pendientes -pero de segundo orden-, empieza a consolidarse y refleja un crecimiento de la actividad económica con impacto en los ingresos reales y el consumo, los reclamos institucionales tardarán más en llegar.Si la economía se estanca y la inflación vuelve a rebotar, los reclamos que hoy la gente deja pasar de largo van a volver.
-¿Qué tipo de reclamos?
-Desde las candidaturas a la Corte hasta la ley de acceso a la información pública, la reconfiguración de los servicios de inteligencia, cuestiones diplomáticas, la agresividad hacia el periodismo y las voces divergentes. Hay cuestiones que no tienen que ver con el manual de las buenas prácticas de institucionalismo y republicanismo, que tarde o temprano pasarán factura.
-¿Los esfuerzos de Cristina Kirchner y de Macri por mantener el control de sus espacios constituyen el escenario más favorable para Milei frente a las elecciones de 2025?
-Macri y Cristina forman parte del tercer ciclo de la democracia moderna en la Argentina y esa etapa llegó a un fin. El primer ciclo fue en los años 80 y se prolongó hasta 1991, cuando terminó la última hiperinflación de Carlos Menem, cayó la Unión Soviética y se dio el último levantamiento carapintada. El segundo ciclo fue en los años 90 y se extendió hasta 2001, cuando terminó la convertibilidad. Y el tercer ciclo duró 20 años y estuvo caracterizado por el dominio del kirchnerismo y la grieta, con una economía que expandió los gastos del Estado en más de 15 puntos del PBI. Ese tercer ciclo terminó totalmente desacreditado, con una economía que dejó de crecer en los últimos diez años, con inflación, pobreza y desprestigio del sistema político en aumento.
-¿Este nuevo ciclo mantendrá los liderazgos personalistas?
-Posiblemente sí. No es un fenómeno argentino. En muchas democracias del mundo van cambiando los esquemas.
-Según la última encuesta de Poliarquía, apenas el 28% coincide con Milei en qué éste es el mejor gobierno de la historia. ¿Existe el riesgo de que se devalúe la palabra del Presidente?
-Sí, hay un riesgo. Parte de la sociedad acepta convivir con las excentricidades o exageraciones que el Presidente manifiesta. Pero hoy Milei es la voz que más credibilidad genera en la política argentina. Llegó al poder por la crisis de representación que hubo después del fracaso de la década anterior. Y estamos todavía frente a una sociedad que el año pasado había perdido la credibilidad en todas las instituciones: el Congreso, la Justicia, los medios de comunicación, los sindicatos, la Iglesia, los grandes empresarios.
-¿Hubo un debilitamiento en la demanda de la gente por instituciones sólidas y republicanas?
-Es una demanda supeditada a la mejora de las condiciones de vida de la gente. En la lógica del Gobierno está la necesidad de mostrar fortaleza frente a la debilidad de origen y eso está en concordancia con las características de la construcción política actual en el mundo. Los líderes ya no buscan posiciones más licuadas y suaves que atraigan el consenso de la mayoría, sino que se buscan minorías intensas, activas, con estilos agresivos. Todos esos factores explican por qué el Gobierno lo hace.
-¿A pesar del respaldo al Gobierno, la gente reconoce que queda un largo trecho para salir de la crisis?
-Hay un apoyo sostenido al Gobierno con condiciones familiares bastante negativas. Tarde o temprano esto tiene que converger. Lo llamativo es que, pasado el primer año del Gobierno, esa convergencia no se produjo. En algún momento las condiciones personales van a empezar a mejorar o la popularidad del Gobierno va a caer. Es muy difícil pensar que esta anomalía entre alto apoyo político y bajas y malas condiciones personales pueda durar todo el año que viene.
-¿La evaluación de la gente se basa en la percepción de su situación personal o en la perspectiva general?
-La gente evalúa todo. Forma sus opiniones a partir de sus experiencias personales y de lo que recibe de la comunicación exterior. En este primer año de gobierno, mientras las condiciones personales (economía, finanzas, empleo) no han mejorado, las personas ven una notable mejoría en el país. Hay una recuperación fuerte del optimismo. En 100 de los últimos 104 meses en la Argentina predominó el pesimismo. Nuestros relevamientos muestran que en los últimos nueve años, solo hubo cuatro meses con un cierto nivel de optimismo.
-¿Qué temas serán decisivos en la campaña para las elecciones legislativas de 2025?
-Habrá cuatro ejes predominantes: la evolución de los precios, el nivel de actividad económica (mejoras en el bolsillo de las familias), la capacidad del Gobierno para seguir insistiendo con el discurso anticasta y la organización y los liderazgos de la oposición. De esos cuatro factores pareciera que hay tres que van a jugar a favor del Gobierno. La inflación va a seguir hacia la baja, el discurso “anticasta” seguirá siendo redituable y se percibe una oposición en crisis, sin renovación de liderazgos, sin coordinación, sin figuras nuevas, sin mensaje, sin identidad, y con Cristina Kirchner como candidata y líder de la oposición. El gran interrogante es el nivel de crecimiento de la economía.
-¿Qué proyecciones se pueden hacer?
-Con tres de los cuatro factores, el Gobierno está en condiciones de hacer una elección de primera minoría: salir primeros, enfrentando una oposición muy fragmentada. Si, además, la actividad económica empieza a crecer el año próximo, estará en condiciones de hacer una gran elección.
-¿Milei ocupará el centro de la escena en la campaña?
-Sin duda. Es importante cómo va a ser el calendario electoral y eso puede presentar situaciones muy diversas. El Gobierno va a mandar al Congreso, para el período de sesiones extraordinarias, un proyecto para eliminar las PASO. Con el calendario vigente, el 15 de mayo, dentro de seis meses, vencerá el plazo para presentar las coaliciones políticas y unos días después las candidaturas. Eso significa que vamos a un verano de muchas negociaciones políticas y entre marzo y abril de 2025 se tendrán que definir las coaliciones y acuerdos electorales. Por ejemplo, se tendría que definir si el Gobierno irá con el Pro, si se desacoplan o no las elecciones en la provincia de Buenos Aires, qué tipo de convivencia o acuerdo habrá en el peronismo en la provincia de Buenos Aires, si el gobierno nacional impulsa acuerdos con gobernadores, incluso electorales. Eso tiene que pasar en los próximos meses. Si el Gobierno toma la decisión de ir por todo (no acuerda con Pro, ni con gobernadores y no apoya a fuerzas provinciales que puedan fraccionar el voto peronista, vamos a ver un año político muy conflictivo.
-¿Existe otra opción?
-Por el otro lado, si el Gobierno decide acordar con el Pro, con los gobernadores, apoyar fuerzas que puedan fraccionar el voto peronista, garantizará un año bastante tranquilo. Todos esos actores y muchos de los gobernadores estarán en coalición con el oficialismo y van a tener el incentivo de que al Gobierno le vaya bien.
-¿Ese calendario se puede modificar?
-El juego cambia si las PASO se eliminan, porque toda esta discusión política y electoral se pasa para el segundo semestre. El cierre de listas en el proyecto que enviará el Gobierno prevé que el cierre de listas sería el 26 de agosto, no el 15 de mayo. Mi impresión es que en sectores del Gobierno está la idea de ir por todo, de reforzar la identidad propia, de tratar de captar la cantidad de diputados y senadores propios, sin acuerdos con otras fuerzas. Pero si quieren hacer eso necesitan que la ventana de confrontación sea la más breve posible. De ahí la propuesta de elimiar las PASO y hacer que la pelea sea intensa, pero acotada en el tiempo.
-¿Esa decisión saldría del “triángulo de hierro” que integra Milei con su hermana Karina y el asesor estrella Santiago Caputo?
-Si, seguramente. Este año hemos aprendido que las decisiones estratégicas del Gobierno salen de ese trío. No necesariamente tiene que ser una decisión general y única como regla. El Gobierno tiene incentivos y algunos gobernadores querrán acordar con la Casa Rosada y presentar frentes comunes. Y puede haber una dinámica distinta en la Capital y en la provincia de Buenos Aires, los dos distritos en los que el Pro y el kirchnerismo mantienen un peso propio significativo y en los que La Libertad Avanza ya puso los ojos.
-¿Qué impacto puede tener la pelea entre Milei y Victoria Villarruel?
-Poco impacto. No veo un riesgo institucional. Parece un ejemplo más de los conflictos entre presidentes y vice, al estilo Néstor Kirchner-Daniel Scioli, y no a los casos De la Rúa-“Chacho” Álvarez, Alberto Fernandez-Cristina Kirchner o Cristina Kirchner-Julio Cobos, que se expresó en el voto del vicepresidente contra la 125. Cuando Villarruel desempató en la Ley Bases votó en favor de lo que el Gobierno quería. No hay en Villarruel un poder más allá de su propia figura personal. No hay alianzas, no hay bancas, no hay senadores, no hay diputados, no hay territorio. No hay capacidad de la vicepresidenta de poder dañar o condicionar al Gobierno, como sí lo había en Cristina Kirchner condicionando a Alberto Fernández.
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