Alberto, entre el primer Néstor y la última Cristina
Alberto Fernández quiere ser como el primer Néstor Kirchner, pero su presidencia es hija de la última Cristina Kirchner. No es la única idealización cruzada por diferencias insalvables. Los contextos interno y externo del mandato de Fernández son bien distintos a los de aquellos años idealizados por su relato. Pero Alberto se aferra a la nostalgia más confortable: la versión buena de Néstor, y soslaya la cara que proyectó su sombra sobre su viuda.
Casi dos décadas después, el país y el mundo dieron varias vueltas. La región que entonces se corría a la izquierda, habilitaba una afinidad ideológica inusual con Brasil y le permitía a Kirchner salir de la moderación. Los precios de las commodities parieron todos los gobiernos populistas de esos tiempos.
Sin poder aterrizar en Venezuela, cuyo régimen representa el desenlace indeseado de aquel ciclo, Fernández debió llegar hasta México para encontrar un compañero de ruta en Andrés Manuel López Obrador. La presencia de Jair Bolsonaro en Brasil y sus filosos cruces con el kirchnerismo quebraron un vínculo esencial para el país desde la creación del Mercosur. Tal para cual, el alineamiento de Bolsonaro con Donald Trump agrandó el abismo de la Casa Rosada con Washington, del que en gran parte depende la renegociación de la deuda.
Francisco, un líder global con más poder espiritual que real, aparece como un aliado de Fernández para temas tan mundanos como el endeudamiento. Roma no parece en condiciones de reemplazar a Washington y si lo hiciera sería la primera vez. No es un dato menor la distancia con el presidente de los Estados Unidos, si se recuerda que Kirchner encontró al país en default y Fernández tiene como propósito evitarlo.
El mundo ha cambiado y el patio interno también, de Néstor a Alberto. El presidente de 2003 llegó amparado por Eduardo Duhalde como el actual lo hizo por Cristina. La historia del desplazamiento del caudillo bonaerense es conocida: es un capítulo que duró dos años durante los cuales Kirchner pasó a sus filas o despidió a los funcionarios y gobernadores que había heredado de su mentor.
Fernández ni siquiera insinúa un armado propio, más allá del círculo más inmediato que lo rodea. ¿Es esta una situación definitiva? Nunca podría serlo. Es tan probable que intente mandar en soledad, sin Cristina, como que sea un ejecutor de sus decisiones. Un escenario clave, Buenos Aires, parece controlado por Cristina, por intermedio de Axel Kicillof, un gobernador con una autonomía que solo sus errores podrían recortar.
Al presentarse como un continuador de Kirchner, Fernández recuerda la decisión de avanzar sobre la Corte menemista como ejemplo de independencia judicial. En paralelo, tiene que cumplir con el compromiso con Cristina de despejarle las causas por corrupción. En esa tarea, Alberto tropezará hoy con el quinto aniversario de la muerte del fiscal Alberto Nisman. Aquel 18 de enero encontró a Alberto levantando el dedo contra los errores de Cristina. Hoy le toca ampararla. Cosas de la política.
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