Alberto Fernández y una derrota que lo enfrenta al escenario más temido
El Presidente fue el principal damnificado de una caída durísima que podría desembocar en la intervención de su administración por parte de sus socios; el futuro de su gabinete y la relación con Cristina
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Debilitado, sin construcción política propia y con una derrota que recayó sobre sus hombros, el presidente Alberto Fernández deberá enfrentar a partir de hoy una crisis política que podría desembocar en la intervención de su administración por parte de sus socios.
Ahora, se abre el escenario más temido por el jefe del Estado, quien hasta el momento había logrado frenar la presión interna. Solo resta saber qué profundidad y velocidad tendrán los cambios que le reclaman desde hace meses la vicepresidenta Cristina Kirchner, La Cámpora y Sergio Massa.
La discusión estará centrada en su gabinete y entorno; una renovación será inevitable. Los cargos del jefe de Gabinete, Santiago Cafiero, Martín Guzmán (Economía), Matías Kulfas (Desarrollo Productivo), Sabina Frederic (Seguridad) y Claudio Moroni (Trabajo) están bajo severo cuestionamiento. El Presidente confiaba en que una victoria le permitiría sostener a su equipo y oficiaría de revalidación interna.
“Algo no hemos hecho bien para que la gente no nos acompañe. Todos los que estamos aquí escuchamos, de los errores aprendemos. Hay una demanda que no habremos satisfecho. A partir de mañana vamos a resolver el problema que la gente nos plantea”, dijo Fernández cerca de la medianoche junto Cristina Kirchner, Massa, Axel Kicillof y Máximo Kirchner.
En un discurso corto, el mandatario, único orador, hizo una especie de mea culpa -habló de “errores cometidos que no deben volver a cometerse”- y habló del desafío que comenzará en las próximas horas.
“La campaña acaba de empezar y en noviembre tenemos que ganarla. Vamos a corregir lo que se hizo mal o lo que no se haya hecho. No podemos volver atrás. Sabiendo que en ese mensaje hay demandas insatisfechas y reclamos por errores cometidos”, sostuvo ante la mirada atenta, con gesto adusto, de la vicepresidenta.
Sin respuesta, las PASO resultaron un cachetazo para el Presidente, que en la antesala de la elección se mostraba confiado y tranquilo. El impacto del voto castigo también afectó al kirchnerismo duro, representado por la expresidenta y por La Cámpora, la agrupación que lidera su hijo Máximo.
La unidad, principal valor del Frente de Todos, resultó insuficiente para encarar una elección atravesada por la crisis económica sin fin y con los errores propios, como el Olivosgate, determinante en el último tramo de la campaña. El oficialismo perdió en los seis distritos más importantes del país: Buenos Aires, la ciudad de Buenos Aires, Córdoba, Santa Fe, Mendoza y Entre Ríos.
Pero fueron los números en la provincia de Buenos Aires –con el 90 por ciento de las mesas escrutadas, Juntos vencía al Frente de Todos por 38,1 a 33,5–, principal bastión del kirchnerismo, los que generaron un efecto demoledor que obligó a modificar la estrategia que estaba definida desde hacía semanas. Nadie imaginó nunca una derrota semejante.
El objetivo ahora, según anticiparon fuentes oficiales, es frenar a caída con la mirada puesta en el 14 de noviembre. Recuperar la identidad será uno de los objetivos. Pero además los principales accionistas del Frente de Todos le exigirán a Alberto Fernández que los escuche.
El voto y el almuerzo
El día fue de mayor a menor para el Presidente, que comenzó el domingo a la 9 en Puerto Madero. Fernández acompañado por la primera dama, Fabiola Yañez, votó en la Universidad Católica Argentina (UCA). Después de emitir su voto, el jefe del Estado almorzó con el candidato a diputado nacional en la Ciudad Leandro Santoro y el senador Mariano Recalde, jefe de la campaña porteña, en el bodegón El Alba, del barrio porteño de Boedo.
Durante todo el día recibió reportes de cómo avanzaba la elección y los números del Frente de Todos, especialmente en la provincia de Buenos Aires. “Me explotó el teléfono”, dijo, divertido, en una entrevista con C5N desde el restaurante. Nada en sus declaraciones o semblante hacían imaginar el golpe electoral que sufriría unas horas después.
El Presidente, de buen humor, habló durante varios minutos mientras se saludaba con la gente que se agolpó afuera del lugar. La razón del encuentro fue mantener la cábala de 2019. “La vez pasada cuando nos juntamos a comer antes de una elección nos fue bien, porque pusimos un presidente”, dijo Santoro.
El mandatario pasó la tarde junto a Cafiero y el secretario general de la Presidencia, Julio Vitobello, en la quinta presidencial de Olivos. Por la noche, cerca de las 23, llegó al búnker acompañado por su vocero, Juan Pablo Biondi. A esa hora, ya eran pocos los funcionarios que quedaban en el Centro Cultural Chacarita.
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