Alberto Fernández y Cristina Kirchner, un diálogo privado en medio de la multitud
La vice condicionó la negociación con el FMI y Fernández le pidió que se quede “tranquila”; con Lula y Mujica de testigos, dieron un mensaje endogámico hacia sus propios adherentes
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En medio de la negociación con el Fondo Monetario Internacional, el Gobierno protagonizó una discusión tumultuosa ante una Plaza de Mayo colmada de militantes oficialistas. Cristina Kirchner aprovechó el escenario para condicionar las conversaciones con el organismo, bajo la advertencia -pronunciada delante del propio Alberto Fernández- de que el FMI le “soltó la mano” a otros presidentes.
El mensaje fue endogámico y contradictorio: ambos reclamaron ayuda de la oposición, pero a la vez le destinaron duros cuestionamientos por el endeudamiento del país. La vicepresidenta también le endosó la ficción del lawfare: “Esta vez no vinieron con uniformes ni con botas, vinieron con togas de jueces y medios hegemónicos para construir imágenes y juzgar no en los juzgados, sino primero en los medios”, disparó.
El Presidente y la vice se asemejaron a un matrimonio que saca a ventilar los trapitos en público, pese a que tanto funcionarios albertistas como camporistas se esforzaron por mostrarlos unidos y en sintonía con la izquierda latinoamericana que representaron el brasileño Lula y el uruguayo Pepe Mujica. No obstante, la puja interna en el Frente de Todos por la forma en que se encara la negociación con el FMI y sobre todo, por cómo se la presenta ante la sociedad, quedó expuesta en esta oportunidad ante una multitud.
“Vamos a volver, a volver, vamos a volver”, cantaron los militantes que llegaron a la Plaza de Mayo convocados por el Gobierno en el plano formal, pero esencialmente por el kirchnerismo y La Cámpora para recuperar posiciones dentro de la variopinta coalición peronista. La pregunta surgió al instante: ¿Quién va a volver? En ese momento estaba dando su discurso Cristina Kirchner y detrás de ella, escuchaba Lula, que aspira a regresar al Palacio del Planalto el año próximo, si es que logra ganarle la elección al actual presidente Jair Bolsonaro.
Pero en rigor, el cántico estuvo dirigido a Cristina –como si ahora no formara parte del gobierno- a tal punto que la vice replicó: “Cada vez que cantaron eso, no se equivocaron”. Debajo del escenario, entre la muchedumbre, estaba Máximo Kirchner, que esta vez llegó a la Plaza a la hora de los discursos centrales, no como el 17 de noviembre, cuando el protagonista era Alberto Fernández y La Cámpora marchaba por Diagonal Norte a paso lento, mientras el Presidente hablaba ante la CGT –ausente con aviso- y los movimientos sociales.
El rol protagónico lo tuvo una Cristina que lució eufórica cuando subió al escenario. De frente a la Plaza de Mayo, la vicepresidenta vociferó su receta para el tramo final de las negociaciones con el FMI y pidió involucrar a la oposición –habló de un “gran acuerdo nacional argentino”- pero a la vez dinamitó los puentes con duras críticas al macrismo. A los radicales, directamente les pidió que se “despabilen”. A su vez, el Presidente optó por un clásico del discurso peronista: “A la Argentina la arreglamos entre todos o no la arregla nadie”, advirtió.
Cristina le habló al kircherismo –pese a que le resulta difícil justificar un acuerdo con el FMI- y Fernández le habló a Cristina. Todo ocurrió ante una Plaza partidaria, pese a que la convocatoria era para festejar la democracia y los derechos humanos en un día tan emblemático como el 10 de diciembre. Ambos hablaron como si no hubieran sido derrotados en las recientes elecciones legislativas y como si lo único que importara es que los adherentes no se espanten, como sucede con Hebe de Bonafini. Sin embargo, el mandatario aseguró que está “cumpliendo el contrato” fundacional del Frente de Todos.
La trastienda
El tono de Fernández fue defensivo, mientras que el de Cristina intentó emular la épica de los festejos del Bicentenario en 2010. La visita del brasileño Lula, a quien el Gobierno otorgó un rol estelar y que provocó cortocircuitos con Jair Bolsonaro, tuvo una trastienda política en la noche del jueves, cuando Alberto Fernández agasajó al invitado oficial con una cena en la quinta de Olivos. A la mesa se sentaron Cristina Kirchner y Sergio Massa, a quienes el Presidente invitó personalmente.
La reunión de los tres socios centrales del Frente de Todos, en medio de las internas que surcan a la coalición gobernante, fue interpretada como una señal de concordia de Fernández, que también sumó a la cena al jefe de Gabinete, Juan Manzur, y al gobernador Axel Kicillof. Así, pareció equiparar fuerzas con la vicepresidenta, que tuvo el respaldo del bonaerense.
Según pudo saber LA NACION, también se sentó a la mesa la asesora presidencial Cecilia Nicolini, pero estuvo ausente el canciller Santiago Cafiero, tal vez para preservarlo de los cuestionamientos que llegan de Brasilia, o de cierto malestar que destiló Cristina cuando era jefe de Gabinete. Una lógica similar explicó la ausencia de la primera dama Fabiola Yañez.
Del otro lado de la mesa, en la parte brasileña, estuvieron además de Lula, el excanciller Celso Amorim, el dirigente paulista Rui Costa Pimenta y la novia del expresidente, Rosângela da Silva, más conocida como Janja, una socióloga de 54 años que milita en el PT, dirigente del PT y es de Curitiba. Al grupo se unió también un asesor personal de Lula.
En un clima distendido, que incluyó la toma de fotografías –una de Lula con Fernández y Cristina y otra del brasileño con Massa-, el líder histórico del PT aconsejó a la cúpula de la coalición gobernante argentina que no se dejen tentar por los “cantos de guerra” de Bolsonaro y trabajen para “fortalecer el Mercosur”. Habló como alguien que espera volver al poder.
El Gobierno tiene una tendencia natural a comprar el discurso de Lula, pero aún debe convivir al menos otro año con Bolsonaro. “Su liderazgo está puesto en duda, porque los brasileños creen que Lula volverá a ser presidente”, deslizó uno de los principales referentes del FdT. Otra fuente dijo que, a pesar de sus 79 años, al exjefe de Estado brasileño se lo observa “vital”. Aunque Fernández y Cristina parecieron regresar a un tiempo que ya no es tal en la realidad política de la región.
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