Alberto Fernández, Roma y el G-20: el desafío de ofrecer propuestas, más allá de los problemas propios
Los países no participan de los foros internacionales para ventilar sus dificultades ni para cuestionar a las administraciones anteriores, sino para poner “ofertas” sobre la mesa
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La Argentina ingresó al G-20 por iniciativa de los Estados Unidos y otras potencias políticas y económicas occidentales del momento en razón de las contribuciones realizadas el sistema internacional post guerra fría. Esas contribuciones, muy valoradas entonces, se relacionaban con las operaciones de paz de las Naciones Unidas, el desarme, los derechos humanos, la integración hemisférica, la democracia, el libre comercio y el multilateralismo.
Durante las gestiones de Cristina Fernández de Kirchner, la Argentina aportó críticas al sistema financiero, incluyó a la Organización Internacional del Trabajo en los debates, así como cuestionamientos a las condicionalidades de los organismos de crédito hacia los países en desarrollo que afectasen al empleo. Estos puntos, no siempre compartidos, recibieron, no obstante, la atención del G-20 e influyeron en la visión del grupo hacia el futuro. La gestión de Mauricio Macri se destacó por ser elegida Buenos Aires como sede de una reunión calificada como muy exitosa por participantes, ayudada por una política exterior de inserción internacional y de excelentes relaciones con los vecinos y las potencias globales.
Los países no participan en el G-20 para ventilar sus problemas que, en general, son ampliamente conocidos, ni para cuestionar a las administraciones anteriores
De allí que, para evaluar la actual gestión, habría que conocer cuáles fueron eventualmente nuestras propuestas y cuáles serán los aportes que estaríamos en condiciones de realizar de manera concreta. Si atendemos al comunicado final, que consta de 61 puntos -todos importantes y muy actuales-, como aspectos de salud, economía, seguridad alimentaria, medio ambiente, igualdad de genero y empoderamiento de la mujer, finanzas sostenibles, libre comercio, inteligencia artificial centrada en la persona humana y productividad, entre otros temas no menos relevantes, el desafío para la Argentina en esta crítica coyuntura parece ser muy grande.
Es decir, los países no participan en el G-20 para ventilar sus problemas que, en general, son ampliamente conocidos, ni para cuestionar a las administraciones anteriores. Los países, sobre todo aquellos con la tradición y la importancia de la Argentina (tecnología nuclear y satelital, enormes recursos energéticos, cultura y deporte relevantes, capacidad alimentaria inmensa y diplomacia experimentada en comercio y economía), lo hacen para poner sobre la mesa su “oferta” orientada a atemperar los problemas del momento actual.
De allí que un balance de nuestra presencia en Roma tendrá que ver, tal vez, más con los contactos personales del señor Presidente y sus acompañantes, siempre útiles y necesarios si la diplomacia los mantiene vivos, que con la capacidad inmediata de responder a los 61 temas planteados por el comunicado final. Una información detallada al Congreso Nacional y a la opinión pública ayudará a conocer mayores detalles.
El autor es embajador. Fue vicecanciller de la Argentina y representante ante las Naciones Unidas durante el gobierno de Carlos Menem. Dirigió el Instituto del Servicio Exterior de la Nación.