Alberto Fernández, el reparador
Algo que está roto, necesita de alguien que lo repare. Algo que está roto, implica que alguna vez funcionó bien. Y algo que está roto, merece repararse cuando si vuelve a funcionar lo hace tan bien como antes.
En su primer discurso como presidente para la apertura de sesiones del congreso Alberto Fernández se ha presentado, implícitamente, como un reparador. Sus primeros párrafos fueron dedicados a la necesidad de poner de lado los "relatos", para hablar desde la "verdad": casi una glosa del "argentinos a las cosas" de Ortega y Gasset. Para el Presidente lo concreto es la "crisis", y para él, como sostuvo en el cierre de su discurso, cuando se atraviesa una situación crítica hay que arriar las banderías políticas.
Crisis, conocimiento y decisión han constituido el típico triángulo legitimador de aquellos que se presentan como "pilotos de tormentas": de lo que se trata es de "gestionar la emergencia". La diferencia con el gobierno anterior (el que rompió las cosas, según el Presidente) no es la de la recuperación de la política contra una gestión tecnocrática aséptica. Si no, el contraste entre una gestión realizada por CEO y una gestión realizada por científicos. Donde la competencia es reemplazada por la solidaridad (que se le demanda a los que, supuestamente, ganaron compitiendo).
De este modo, para Alberto Fernández, el de Mauricio Macri fue un gobierno de ejecutivos devenidos funcionarios que quisieron aplicar programas diseñados para el mundo privado, y que siguieron conservando sus intereses privados. En cambio, el suyo es un gobierno que tiene en sus primeras líneas ministeriales muchas mujeres y hombres provenientes del mundo académicos. Científicos que saben de cuestiones públicas y que no están colonizados por intereses privados. Sigue la antipolítica, pero resulta que ahora se trata de una antipolítica progresista (en el gobierno anterior abundaban los Ph. D. pero es cierto que no se referenciaban como estos en el Conicet).
Alberto Fernández presentó un gobierno como si fuera una cuadrilla de plomeros, carpinteros y electricistas que son dirigidos por un capataz experimentado. Claro está: una reparación gubernativa no necesita de ninguna visión de país, y consecuentemente el discurso de Alberto Fernández dejó de lado cualquier idea de Nación, de proyecto colectivo, de aventura común. El Consejo Social y Económico será un espacio en donde cada uno vendrá con su verdad (pequeña e interesada) para construir, como en uno de esos rompecabezas gigantes y por simple ensamblaje, la verdad de todos.
Como contracara, la solución de los problemas argentinos parece reducirse, según lo expresado por el Presidente, a realizar una gestión eficaz y contar con un instrumento efectivo: el Estado. El mundo no plantea desafíos a un país con sus fuerzas productivas obsoletas. En ningún momento se problematizó en su discurso a la sociedad. Solo se necesita gobernarla adecuadamente. No transformarla. No liderarla. ¿Será que a Alberto Fernández se le pegó el personaje de Jefe de Gabinete? ¿o será que el "piloto de tormentas" se ocupa de la gestión para no disputar (¿todavía) el liderazgo a su "copilota de tormentas?
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