Alberto Fernández inició su mandato con un fuerte llamado a la unidad
Lo hizo tras recibir el bastón presidencial de manos de Macri, en un traspaso histórico; el mandatario dijo que el país está en “virtual default”; anticipó una reforma judicial y la intervención de la AFI; también llamó a luchar contra el hambre
El presidente Alberto Fernández y el mandatario saliente, Mauricio Macri, se fundieron en un abrazo que duró siete segundos. "Mucha suerte, que Dios te ilumine", le dijo al oído Macri. A menos de un metro, la vicepresidenta Cristina Kirchner, que un instante antes lo había saludado con frialdad, dejó de aplaudir y miró para otro lado.
La escena fue la única imagen que conspiró contra el mensaje que buscó dar durante todo el día el nuevo jefe del Estado, en el que lanzó una fuerte apelación a la unidad y llamó a terminar con la grieta. Su objetivo, desde lo gestual y con su discurso, fue dejar en claro que ayer comenzó una nueva etapa en la Argentina, una era bajo su conducción.
"Vengo a convocar a la unidad de toda la Argentina en pos de la construcción de un nuevo contrato social que sea fraterno y solidario", sostuvo el Presidente.
Fernández llamó a "todos a ser capaces de convivir en la diferencia" y advirtió que "apostar a la fractura y a la grieta significa apostar a que esas heridas sigan sangrando". Y agregó: "No cuenten conmigo para seguir transitando el camino del desencuentro".
Durante su exposición inaugural ante la Asamblea Legislativa, que duró una hora, Fernández dejó asentadas las prioridades que tendrá su gestión. Con un duro diagnóstico sobre la herencia que recibió de Macri, Fernández anunció que impulsará un plan de lucha contra el hambre y "un sistema masivo de créditos no bancarios a tasas de interés bajas".
El jefe del Estado también advirtió que el país está "en una situación de virtual default". Y dio una señal al Fondo Monetario Internacional (FMI) y a los bonistas privados.
"No hay pagos de deuda que se puedan sostener si el país no crece. El país tiene voluntad de pagar, pero carece de capacidad para hacerlo", sostuvo el mandatario. La decisión de renegociar los plazos y establecer algún tipo de quita que reduzca el peso de la deuda en los primeros años de gestión fue uno de los pilares de la estrategia que deslizaron Fernández y su ministro de Economía, Martín Guzmán, quien tendrá a su cargo esa responsabilidad.
El Presidente también anticipó dos de las principales batallas que dará en los próximos meses: la reforma integral del sistema de Justicia y la intervención de la Agencia Federal de Inteligencia (AFI) -incluida la reasignación de los fondos reservados de la ex-SIDE para el plan contra el hambre-, lo que devendrá en una reforma estructural del submundo de los espías.
"Nunca más a una Justicia contaminada por servicios de inteligencia, operadores judiciales y linchamientos mediáticos", lanzó el Presidente, en uno de los pasajes más celebrados de su presentación.
Desde que comenzó el día, Fernández buscó dejar mensajes con sus gestos. La simbología de sus dos primeras acciones fue inequívoca. La fotografía antes de salir de su casa rumbo al Congreso, con su vocero, Juan Pablo Biondi; su chofer, Daniel Rodríguez, y Dylan, su perro, actuó como disparador. La segunda fue cuando apareció al volante de su auto. El sentido de esa imagen pareció exhibir ante quienes dudan de quién tendrá efectivamente el poder que quien conduce es él.
Elegido con el 48,24% de los votos el 27 de octubre, con poco más de ocho puntos de diferencia por sobre Macri, Fernández apeló a un discurso de consenso y mano tendida hacia el resto del arco político.
Después, salió con su pareja, Fabiola Yáñez, la primera dama, y su hijo, Estanislao; ahora, en el asiento trasero del Corolla que lo llevó hasta la Casa de Gobierno. Apenas salió, una multitud se lanzó encima del auto -quedaron abolladas dos puertas-, lo que complicó la tarea de la custodia oficial. Durante todo el trayecto lo acompañó una gran cantidad de gente.
Apenas hizo su ingreso a la Casa Rosada, una lluvia de papeles con la inscripción "Bienvenidos Alberto y Cristina" cubrió el Patio de las Palmeras. Tras saludar a algunos trabajadores, subió la escalera hasta el despacho que ocupará los próximos cuatro años.
El Presidente también abrió la puerta que separa su oficina de la del jefe de Gabinete, Santiago Cafiero, lugar que ocupó como ministro coordinador de Néstor Kirchner entre 2003 y 2008. En solo unos minutos, el albertismo desembarcó en las oficinas que hasta anteayer dominaban los macristas.
A las 17.30, Fernández tomó juramento a los ministros que ya componen su gabinete. Distendido -hizo varios chistes-, la ceremonia se realizó en el Museo del Bicentenario, donde estuvieron Cristina Kirchner y su hijo, el jefe del bloque del Frente de Todos en Diputados, Máximo Kirchner, entre más de un centenar de funcionarios y dirigentes. Los nombramientos fueron oficializados hoy en el Boletín Oficial.
La ovación más grande fue para el procurador del Tesoro, Carlos Zannini. La sola mención de su nombre generó un "olé olé olé, Chino, Chino" que retumbó en el amplio salón del museo. Eduardo de Pedro (Interior) y Ginés González García (Salud) fueron los otros dos que se llevaron un reconocimiento especial.
Afuera, una multitud disfrutaba de las bandas que tocaron en el escenario que se montó en la puerta de la Casa de Gobierno.
Finalmente, los protagonistas de la fiesta salieron al escenario pocos minutos después de las 20. Primero habló Cristina Kirchner, que apuntó contra el macrismo por lo que consideró una persecución judicial. Después, cerró el Presidente, que volvió con el mensaje de unidad. Incluso, cuando la gente comenzó a cantar contra Macri, los frenó. "¡No! Ya no...", lanzó con una sonrisa.
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