Alberto Fernández, hoy: soledad en la toma de decisiones y una última apuesta por Guzmán
El Presidente dejó de consultar a sus socios para la gestión y crece el malestar en el Frente de Todos; le entregó la botonera al ministro de Economía pero espera resultados en 90 días; en su entorno dicen que “bajó la espuma” con Cristina
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Hace 35 días, Alberto Fernández recibió al diputado y exintendente de Florencio Varela Julio Pereyra. El barón del conurbano -un emblema del peronismo territorial- le acercó una idea: utilizar una plataforma digital para movilizar a la militancia del PJ en torno a la figura presidencial y elevar la mística partidaria. “Hay que hacerlo”, fue la respuesta que se llevó del jefe de Estado. Pasaron los días y todo quedó en la nada.
Fue la misma frase que le dijo a un viejo amigo del peronismo que le sugirió crear un Ministerio de Energía para dar por terminada la novela con La Cámpora. Otra vez: “Hay que hacerlo”, soltó el Presidente. “Les dice a todos que sí, pero no le cumple a nadie. Tampoco arma políticamente. Eso genera irritación”, reconoció una persona que conoce a Fernández en la intimidad y que ahora se abraza a otros padrinos políticos. Otro referente del PJ aportó: “Con Alberto o te sentís desamparado o te sentís libre”.
Si en la primera mitad de su gestión Fernández tomó decisiones para satisfacer a Cristina Kirchner –o al menos para no confrontarla directamente– el Presidente ahora entró en otra fase, de más autonomía, pero también de mayor soledad. “Hoy todos le tiran del pantalón para influenciarlo, pero Alberto decide solo”, reconoció un alto funcionario a LA NACIÓN.
Así fue que definió, sin consultar a nadie, abrazarse a Martín Guzmán y lanzarse a una batalla contra el tiempo: su mayor apuesta es que la inflación se desacelere en los próximos 90 días. “Hay que aguantar, esto es una maratón”, dijo en recientes charlas íntimas. “Alberto repite que el tiempo le va a dar la razón con la economía. Su idea es ganarle a Cristina con los meses”, sostuvo uno de los incondicionales del Presidente.
Distancias
En la quinta de Olivos, Fernández concentró en los últimos días a algunos de los empresarios más importantes del país, intercalados con amigos suyos de décadas. Todos intentan aconsejarlo. También mantuvo dos cenas con grupos de gobernadores –la última ocurrió el lunes–. El jefe de Estado, sin embargo, anteayer pegó el faltazo a la cumbre de los mandatarios del NOA y el NEA. Es un momento de alta sensibilidad, porque los caciques provinciales ya coquetean con desdoblar elecciones en 2023.
Con Cristina, Fernández no habla desde hace casi tres meses. Y con Máximo Kirchner el vínculo está roto, en un punto de no retorno, consideran los testigos de esa relación. Con Sergio Massa la relación es buena, pero nunca será de máxima confianza. Antes de partir a Europa, hace dos semanas, el Presidente cenó en la casa del titular de la Cámara de Diputados.
“Arreglaron un montón de cosas”, describió un funcionario muy cercano al mandatario. Un ejemplo es que el Presidente, a pesar de que Massa ventiló su reclamos, el viernes le cedió el protagonismo en el anuncio del nuevo piso de Ganancias. El 25 de Mayo el tigrense había acompañado a Fernández en todas sus actividades, en una fecha que, por su carga simbólica, en otra época hubiera invitado a una gran foto del Frente de Todos.
A este estado de situación se suman las diferencias que tibiamente se animan a exponer dirigentes cercanos. En todos los casos el reclamo es el mismo: mayor conducción.
Fernández, según confiaron testigos, cree que de este estado de descomposición que tiene el Frente de Todos se sale “por arriba”. “El cree que si se tranquiliza la inflación se va a ordenar la coalición”, dijeron desde su entorno.
El plan de entregarle toda la botonera a Guzmán para la lucha contra la suba de precios (con el traspaso de la secretaría de Comercio al Palacio de Hacienda) es de corto plazo. Todo está sujeto a resultados. “Alberto le da las herramientas, pero también le está diciendo que se haga cargo, que ponga la cara y que muestre que puede bajar la inflación”, aclaró un alto funcionario a LA NACION.
En otras palabras, el ministro de Economía tiene todo lo que pidió para jugar, pero ahora tiene que hacer los goles. “Hay funcionarios que muy probablemente acompañen a Alberto al final de su gestión. Guzmán no es uno de ellos, él tiene que demostrar”. La batalla contra la escalada de precios se hará, sin embargo, al estilo “guzmanista”: sin manu militari con los empresarios, la apuesta es desacelerar el índice hacia los dos puntos a fin de año.
A la espera de un llamado
Las señales que envía el Presidente son confusas para todo el elenco oficialista. Porque mientras rechaza convocar a una mesa de alta conducción del Frente de Todos, un pedido cada vez más extendido en la coalición oficialista, convalidó ayer con su presencia en Chaco el esquema “asambleario” que organizó el gobernador Jorge Capitanich en su provincia. “Fue Cristina la que dijo que la lapicera la tiene Alberto, el gobierno no es colegiado”, advierten cerca de Fernández.
En el oficialismo nadie se atreve a decir cuándo terminará la incomunicación del Presidente con su vicepresidenta. En los últimos días algunos testigos comenzaron a percibir que Fernández entró en una zona de mayor pacificación. De ahí los reiterados llamados públicos a la “unidad”. “En algún momento se va a dar la charla con Cristina. Del lado de Alberto ya empezó a bajar la espuma. El asunto es que el encuentro no sea para peor”, advirtió un ladero del Presidente que cree que el llamado está más cerca de lo que se cree. No todos piensan lo mismo. A medida que las fuentes se acercan al primer anillo de confianza del mandatario, el optimismo se reduce sensiblemente.
Es por eso que la pregunta que resuena en los despachos de la Casa Rosada no es cuándo, sino para qué debería llamar el Presidente a Cristina Kirchner. “¿Es para que ella agarre el mando de la gestión o para contemplarla como una líder con un peso muy importante?”, se preguntó un funcionario con acceso al despacho presidencial.
Decidido a no abrirle el esquema de toma de decisiones a sus socios, el Presidente dilata el movimiento de fichas en su gabinete. Reitera que no va a echar a los funcionarios kirchneristas que se oponen al rumbo de su gestión porque “se perjudican solos” con su actitud. Pero al mismo tiempo posterga la incorporación de figuras que podrían potenciarlo, como Agustín Rossi. De tanto mencionarlo, el nombre del exministro de Defensa comenzó a desgastarse. Pero en la Casa Rosada no descartan que el santafecino haga un regreso triunfal al Gobierno. ¿Dónde? El Presidente aún busca un lugar para él.
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