Alberto Fernández, el discurso por la unidad y algo más
Una fuerte apelación a la unidad y el consenso para terminar con la grieta y luchar contra el hambre. Una descripción cruda de la herencia económica como presupuesto para encarar una compleja solución a la crisis. Y una promesa de reformas profundas de la Justicia en nombre de las inquietudes de la fuerza que lo llevó al poder.
En una hora y dos minutos, Alberto Fernández abrió su presidencia con un mensaje escrito sobre el pavimento de consensos y principios básicos mencionados desde la restauración democrática, pero muchas veces atropellados por los propios protagonistas de estas casi cuatro décadas.
El discurso es la visión de Alberto Fernández sobre la Argentina, pero también el retrato de sí mismo. El nuevo presidente siempre fue un hombre de diálogo y de conciliación en medio de un territorio crispado por los jefes del kirchnerismo. Y es, además, un hombre gregario, que responde orgánicamente a los grupos a los que pertenece.
Fernández abrió y cerró sus palabras con un "compromiso de respeto a los disensos" y, a la hora de fijar la manera en la que espera ser recordado, definió que la erradicación de la grieta como su objetivo político con la misma relevancia que el combate contra el hambre y la "reorganización de la economía".
En sus definiciones, pero en especial en la forma de expresarlas hay una diferencia con Cristina Kirchner, a quien homenajeó por su "visión estratégica", pero de quien se distanció en los gestos con Mauricio Macri. Un abrazo emocionado de los presidentes marcó un abismo con el breve apretón de manos y la expresión de disgusto de la vicepresidenta hacia el mandatario saliente.
Algo más que un guiño a Raúl Alfonsín hubo en Alberto Fernández cuando habló de una "ética de las prioridades y de las emergencias", reflejo de aquella "ética de la solidaridad" del presidente radical. No fue la única mención, en un recurrente intento de captar a una parte del radicalismo y separarlo de Cambiemos.
La enumeración de los datos económicos es un signo de aprendizaje que remite a Macri, al que se le achacó no haber realizado un diagnóstico explícito de la gravedad de la situación.
Fueron repetidas las veces en las que para fundar las decisiones que tomará, Fernández dijo que priorizará a los más pobres a la vez que les pedía paciencia y colaboración a "los que más tienen". Una señal de que los sectores medios y altos pagarán más impuestos.
Puesto en hombre de Estado, reafirmó la estratégica relación con Brasil más allá de los enfrentamientos ideológicos y mantuvo el compromiso de pagar la deuda como resultado de una negociación razonable con el Fondo y los acreedores. Signos de moderación matizados con reproches a los organismos de crédito.
El dramático cuadro social que describió el Presidente impactó entre las bancas, pero lo que hizo estallar a los dirigentes y parlamentarios del kirchnerismo fue el anuncio de un "nunca más" judicial. Fue aplaudido y vivado de pie cuando habló de "persecuciones indebidas y detenciones arbitrarias". La ejecución de esa reforma judicial esconde la respuesta final sobre si Fernández obtendrá o no la liberación de su vicepresidenta y de sus funcionarios de las graves causas de corrupción que los tienen como protagonistas.
También está todavía cargado de incógnitas el impactante anuncio de que la AFI será intervenida y eliminados los fondos reservados destinados al espionaje que serán derivados a la asistencia social.
Las palabras de hoy son más un compromiso que una certeza, una búsqueda que un destino cierto. Y constituyen la búsqueda de un perfil propio, que Fernández buscará construir en pugna con la realidad y con la propia fuente de poder que lo hizo presidente.
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