A continuación, sus principales conceptos:
- Cuando el coronavirusse empezó a propagar por el mundo, los argentinos que prestamos atención a nuestro ministro de Salud, Ginés González García, pensamos por un momento que Dios se había vuelto a poner la celeste y blanca. Nuestra ilusión duró un par de días. Entonces, el presidente Alberto Fernández reaccionó a tiempo y dictó una cuarentena estricta: la única decisión que explica su actual índice de popularidad.
- El golpe fue brutal, pero la respuesta de la sociedad fue, en términos generales, muy positiva. En ese sentido, a los que nos importa el análisis del comportamiento humano empezamos a prestar atención a las reacciones colectivas. De hecho, todavía tengo, entre mis anotaciones, un papelito que habla de los tres círculos de la conducta humana en la pandemia: miedo, incertidumbre y adaptación. O lo que define la capacidad de adaptarse: la adaptabilidad.
- Después de dos meses completos de cuarentena, como analista político, considero que el presidente Alberto Fernández, la vicepresidenta Cristina Kirchner y el gobernador Axel Kicillof parecen adaptarse mejor al coronavirus que el resto de la oposición. Es más: diría que son los campeones de la adaptación, los reyes de la adaptabilidad.
- ¿A qué le llamo adaptarse? Depende. Alberto se puso el traje del "tío Alberto", como diría Alejandro Boresztein. Y ese modelo le sienta bien. Sin embargo, el Presidente empieza a desentonar cuando, presionado por Cristina, de repente se pone a inventar el enemigo perfecto, y la emprende contra los empresarios, el periodismo o algún periodista en particular y los dirigentes de la oposición que no le dan el gusto de responderle, como Mauricio Macri y María Eugenia Vidal. Va en contra de su propio crecimiento cuando cede frente a su compañera de fórmula y desenrolla la alfombra roja en su derrotero hacia la impunidad.
- ¿Por qué Alberto se disfraza de Cristina? ¿Por qué no hace y no dice lo que piensa? ¿Por qué no arma una línea interna para disputarle, el año que viene, la supremacía política a la vicepresidenta y a La Cámpora? Porque entiende que, si lo hace, el Frente de Todos se va a romper y van a perder las elecciones, frente a Juntos por el Cambio. Es decir: el nivel de adaptabilidad del Presidente es asombroso. Y doble.
- ¿Cómo definir la capacidad de adaptación de la vicepresidenta? Una mirada rápida y superficial diría que ella no estaría al tanto de lo que pasa alrededor y que, en su enorme megalomanía, no se detiene a analizar las consecuencias ni el daño que estaría produciendo "el bichito", como le dicen de vez en cuando tanto el Presidente como Axel Kicillof, al coronavirus. Puede ser. Sin embargo, lo que importa no es tanto eso, sino la fuerza y la velocidad de su embestida contra fiscales, jueces y medios de comunicación para intentar hacer desaparecer las 10 causas que la van a seguir haciendo desfilar por Comodoro Py durante los próximos años.
- Te preguntarás... ¿cómo le da la cabeza y la energía para inventar, ella y su tropa, todos los días, una cosa nueva?
- La salida de la cárcel a su casa de su exvicepresidente Amado Boudou.
- El pedido de nulidad de la causa por encubrimiento al firmar un memorándum de entendimiento con Irán.
- El copamiento de las posiciones en cada uno de los ministerios para garantizar el fracaso de todas las causas de corrupción contra los funcionarios de su gobierno.
- La presión al Presidente para ampliar el número de miembros de la Corte Suprema de Justicia.
- La renuncia de la Oficina Anticorrupción de su rol de querellante en las causas unificadas Los Sauces y Hotesur.
- Y ahora mismo, el pedido de sus abogados para que no se reinicien las sesiones del juicio oral por la causa de la obra pública, poniendo como excusa la pandemia.
- La pregunta correcta no es por qué todos los días impulsa una maniobra nueva, sino que el razonamiento debería ser: lo hace ahora porque ella también se adaptó a lo que implica el Covid-19 porque sabe que los argentinos estamos demasiado preocupados por nuestra salud y por no contagiarnos. De alguna manera, la sociedad está aceptando que ella siga haciendo lo que se le da la gana pasando por encima de los fiscales, los jueces y las instituciones, y de los valores y los principios de millones y millones de argentinos.
- ¿Y qué decir del gobernador de la Provincia? Al principio, cuando todo comenzó, Kicillof parecía un tanto incómodo y hasta desdibujado. Pero en los últimos días, empezó a desplegar una estrategia que, más allá de lo controvertida que es, apunta claramente en dos direcciones:
- Echarle la culpa de la nueva ola de contagios y fallecimientos a la ciudad comandada por Horacio Rodríguez Larreta.
- Sacarse de encima la responsabilidad como gobernador por el eventual crecimiento de los casos y las muertes que se den en la provincia que él administra.
- ¿Qué está haciendo la oposición frente a semejante despliegue? De nuevo: su índice de adaptabilidad no parece muy alentador. Sus dirigentes oscilan entre callarse la boca porque entienden que el coronavirus no tiene camiseta política y presuponen que el resto de la sociedad piensa como ellos, y ocupar espacios en los medios de comunicación de manera individual, para no ser arrastrados por el clima de época.
- Por supuesto: para las elecciones del año que viene parece que faltan siglos. Sin embargo, ni Alberto, ni Cristina ni Kicillof parecen haber olvidado una atávica costumbre de Néstor Kirchner. Vivir cada día de su vida política como si hubiera una elección presidencial: despertarse con una encuesta en la mano e irse a dormir con otra.
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