Alberto Fernández. Con la misión de ampliar la base de Cristina
Alberto Fernández enfrenta hoy el desafío más importante de su vida política. Aunque no es la primera vez que pone en juego su destino en las urnas (fue legislador porteño a comienzos del milenio, dentro de un espacio que lideraba Domingo Cavallo), hoy competirá por el cargo electivo más importante de todos.
Fernández llega a la disputa por la presidencia de la Nación después de casi tres meses de una campaña tensa e intensa, no exenta de errores, desaciertos y hasta fuego amigo. Pasaron casi 90 días desde aquella mañana de un sábado de mayo en la que con un video en su cuenta de Twitter Cristina Kirchner revoleó el tablero político y destrozó todas las especulaciones: su exjefe de Gabinete, su amigo "recuperado" después de más de una década de enojo, críticas furiosas y distancia, sería su compañero de fórmula. Pero en el primer lugar.
Instalada ya en Santa Cruz, donde votará hoy, Cristina Kirchner hizo ayer un pedido especial por Whatsapp para pedir a los fiscales del Frente de Todos que "no se vayan hasta que se cuente el último voto".
Fernández deberá demostrar hasta qué punto es capaz de aportar el supuesto capital por el que fue elegido por Cristina y bien recibido por gobernadores, intendentes, dirigentes y hasta por parte del establishment.
Pone, además, en juego su capacidad de ensanchar el kirchnerismo, de derribar las barreras del "enojo con Cristina", como él mismo lo definió cuando le preguntaron por qué Mauricio Macri sigue siendo electoralmente competitivo. Fernández tendrá que mostrar si, como se supone, es capaz de perforar el techo de intención de voto de su exjefa para competir de igual a igual con Macri y llevar al peronismo de vuelta al poder.
Su futuro inmediato está atado al resultado de las elecciones, desde ya. Un triunfo lo depositará en la cúspide del poder, pero de cara a cuatro años muy complejos para la Argentina, sobre todo en términos económicos.
Su principal desafío político será mostrar autoridad y autonomía respecto de Cristina Kirchner. Fernández tiene claro que ese interrogante atravesó toda la campaña y se refirió a él directamente más de una vez. También juró que nunca volverá a pelearse con la expresidenta. Si es el sucesor de Macri, tendrá que dejar en claro que el poder está en sus manos y no en las de la expresidenta.
En el otro extremo del destino, una derrota instalaría un signo de pregunta sobre su figura y sobre su futuro político. Habrá que ver, en esa instancia, si quiere -y puede- seguir haciendo política y en qué lugar.
Un dirigente peronista que lo conoce desde hace décadas cree que, a lo largo de la campaña, Fernández ya cumplió un primer objetivo. "Se sacó de encima el fantasma de ser el chirolita de Cristina y se ganó la conducción de los gobernadores, que no es poco", evaluó.
Sin embargo, el dirigente admitió que ese primer logro se volverá irrelevante e inútil si pierde la elección. Cerró con una síntesis cruda de la disyuntiva que Fernández empezará a transitar hoy. "Si gana, ya es parte de la historia. Si pierde, será el mariscal de la derrota, y el peronismo, que es impiadoso con los que pierden, lo verá como un nuevo Ítalo Luder".