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Conviene encender una luz de alerta roja en el tablero del Gobierno. Además de la hecatombe económica y sanitaria, hay por lo menos dos cuestiones de extrema gravedad institucional que están ocurriendo en forma simultánea. El plan sistemático de Cristina Kirchner para poner a la Justicia al servicio de su impunidad y venganza. Y la velocidad y ferocidad con que Cristina ha vaciado de poder a Alberto Fernández.
Ha dejado a un Presidente colgado del pincel. Alberto Fernández está flameando en el viento producto de su falta de peso, aunque le hayan regalado el chupete de la presidencia formal del Partido Justicialista. Cruje el régimen democrático con semejante atropello a la Constitución y a la división de poderes.
Ayer, Jorge Liotti logró ponernos en guardia a todos los que defendemos el funcionamiento de las instituciones republicanas. Es uno de los periodistas con mejor información y con mayor capacidad de análisis. Escribió en LA NACION que Cristina confesó en la intimidad que “se había equivocado al elegir a Alberto” y que solo “resta acompañar para aguantar los dos años que quedan de mandato”. Liotti confirmó que Cristina dio “señales de soltar amarras” y que un camporista le dijo que: “A Alberto, le picaron el boleto”.
Se desentendió de su suerte. Lo entregó, para ser más directo todavía. Incluso con un ejemplo bien concreto demuestra que es Cristina la que le impone condiciones: si lo quiere echar a Sergio Berni, también tienen que despedir a Sabina Frederic. “Los dos o ninguno”, le ordenó Cristina, según Liotti.
Jorge Fontevecchia, el dueño de la Editorial Perfil, fue por un camino similar. Tituló su columna sabatina como “La renuncia de Alberto” y aseguró que una fuerte versión cuenta que Alberto le habría “tirado la renuncia a Cristina”. Y que ella no se la aceptó con los mismos argumentos con lo que había rechazado la de Julio de Vido en su momento. “De acá te vas con los pies para adelante”, trascendió en aquel momento que fueron las palabras de la jefa de la asociación ilícita para saquear al estado, para con su gerente de sobreprecios, coimas y lavado.
Se dan cuenta que no exagero si digo que es una situación de extrema gravedad institucional.
En la práctica todos los días vemos cómo Alberto no tiene la fortaleza ni el coraje para imponer decisiones, incluso las de menor relevancia.
Un soldado de Cristina como Berni trató de “inútil e inoperante” a Frederic, una ministra de Alberto y maltrató y amenazó con agarrar a trompadas a su segundo. ¿Qué hizo el Presidente al respecto? Nada. No defendió públicamente a su colaboradora. Repito: no tuvo capacidad ni valentía para respaldarla ante la gente ni para lograr que Berni dejara su cargo. El presidente de la Nación hizo trascender que parte del gabinete y que un chat de mujeres en el Gobierno apoyaron a Frederic. Pero él no dijo una sola palabra. Y ningún ministro ni ninguna mujer ofrecieron declaraciones ni comunicados. Todo en off. Todo en voz baja y sin poner la cara ni el cuerpo. Todo cargado de temor a Cristina. Nadie se atreve a amonestar de cara a la sociedad a Berni porque saben que es un protegido de la reina. ¿Cuánto tardará Frederic en decir que está agobiada como Marcela Losardo y huir hacia alguna embajada?
¿Alberto Fernández le entregó todo el gobierno a Cristina y de títere o marioneta pasó a ser un cadete de su jefa?
El ministro Martín Guzmán está en Estados Unidos tratando de bajar la tensión y producir algún tipo de acuerdo con el FMI y con potenciales inversores. A esa misma hora Amado Boudou, desde su lujosa prisión domiciliaria, le escupe el asado y dice que hay que “estatizar los servicios públicos” y que Guzmán “busca un acuerdo con el Fondo que nos va a hundir. Fue un préstamo criminal para sostener a Macri”. Le recuerdo que Boudou fue ministro de economía y vicepresidente de Cristina y que hoy está condenado por corrupto y con sentencia firme. Pregunto: ¿Alguien cree que Boudou habla por su cuenta o dice lo que Cristina quiere decir?
Otra vez, Alberto no defendió a Guzmán y no emitió ni un sonido gutural contra Boudou. Es otro protegido de la reina. ¿Guzmán será otro funcionario agobiado que no funciona?
A esta altura, Victoria Donda debería estar en el llano, declarando en Tribunales, lejos de cualquier cargo público. Lo que hizo con su empleada doméstica la descalifica para estar en un cargo que debe luchar contra la discriminación. Las declaraciones de Arminda fueron demoledoras: la tuvo en negro, no le pagó nunca los aumentos, ni los aguinaldos ni las vacaciones, la mandaba a trabajar a otras casas y, como si esto fuera poco, le ofreció un plan social y un puesto en el Inadi para compensar que ella no podía jubilarse. Más explotación, imposible.
Los talibanes de La Cámpora dicen que Alberto no la echa porque tiene miedo que Cristina le ponga alguien que le responda solamente a ella.
Todo en el Gobierno es una anomalía institucional. Cristina lo hizo. Fue astuta tácticamente para ganar las elecciones, pero el resultado es el de un gobierno que no gobierna y un Presidente que no preside. Daniel Sabsay definió esto como “un régimen vicepresidencial”. En su último reportaje antes de morir, Pepe Nun, dijo que “Cristina es la presidenta de facto”. Para ser prudente me gusta definirla como “la jefa del jefe del Estado”. Pero la realidad cotidiana indica algo mucho más peligroso e inquietante. El avance implacable de Cristina pone en serio riesgo la normalidad institucional.
El malandra Amado Boudou, al final de su proclama revolucionaria chavista, cometió un sincericidio al decir que “una democracia en la cual la vicepresidenta en funciones es la principal perseguida no tiene destino”.
Una democracia que no tiene destino: ¿Es una expresión de deseo o una proclama golpista?
¿Cómo es posible que el peronismo siempre meta a toda la sociedad en sus feroces peleas internas? ¿Cómo es posible que la lucha por controlar la botonera de las decisiones lleve primero a la paralización de las decisiones y anticipe fuertes turbulencias en la línea de sucesión? ¿Cristina quiere reemplazar a Alberto? Quiere que se declare agobiado y pida licencia? ¿Los microgolpes de estado que vienen dando tienen ese objetivo final? El gran temor era que se repitiera la trampa del 73 de “Cámpora al gobierno, Perón al poder”. Hoy el desafío antidemocrático tiene otra consigna: “Cristina al gobierno, La Cámpora al poder”.
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