Alberto Fernández busca sumar dirigentes propios al gabinete y exhibe más músculo político
Tras el cierre de listas, donde el kirchnerismo hizo valer su poder, el Presidente comenzó a empoderar a los suyos
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El “albertismo” fue censurado del diccionario presidencial cuando Alberto Fernández ganó las elecciones. El jefe de Estado siempre pidió a su entorno no tentarse con adosarle su nombre a algún “ismo” y prefirió erigirse como un moderador de la coalición que lo llevó al poder. Pero con el armado de las listas -que amenazaron con quitarle a su jefe de Gabinete- el Presidente optó exhibir más músculo político, empoderar a figuras de su riñón y restaurar el organigrama del Estado -que tuvo achaques por las candidaturas- con su propio sello.
La prueba más difícil que enfrentó el Presidente fue de resistencia: Fernández debió defender con uñas y dientes la permanencia de Santiago Cafiero como ministro coordinador, cuando una parte del kirchnerismo lo quería ver como candidato legislativo. Luego, en la confección de listas, el Presidente colocó a sus “preferidos” como primeros candidatos pero la vicepresidenta prácticamente copó el resto de los casilleros.
En la reconstrucción de los ministerios que debe encarar como consecuencia de las candidaturas, Fernández se dispone a llenar las vacantes con nombres de su elección. Mientras se espera el desembarco de Juan Zabaleta -su intendente predilecto- en Desarrollo Social, en Casa Rosada aseguran que quien desembarque en Defensa será un elegido de Fernández.
“Que no quepan dudas que en reemplazo de Agustín Rossi va a ir alguien de Alberto”, prometen cerca suyo. Y agregan: “Y Juanchi va a tener un perfil distinto al de (Daniel) Arroyo. Va a ser un ministro con más territorio y más muñeca política”.
Hasta ahora, la mayoría de los recambios en el gabinete habían incrementado la influencia kirchnerista en la gestión. Ocurrió con el desembarco de la camporista Fernanda Raverta en la Anses (en lugar de Alejandro Vanoli, cuyo padrinazgo nadie quiso atribuirse), con el reemplazo de María Eugenia Bielsa por Jorge Ferraresi (un intendente vinculado al Instituto Patria), con la salida de Guillermo Nielsen y la llegada de Pablo González a YPF y con la salida de Marcela Losardo del Ministerio de Justicia, reemplazada por Martín Soria, un defensor acérrimo de la teoría del “lawfare”.
“Estos nuevos cambios del gabinete -por Desarrollo Social y Defensa-no son disruptivos, son naturales. Si se va alguien que había convocado Alberto, viene alguien de Alberto”, simplificó un importante funcionario de trato diario con Fernández.
Nueva etapa
Cerca del Presidente aseguran que aún no está cerrado quién será ministro de Defensa. Sonó fuerte el nombre de Julián Domínguez porque Fernández suele elogiarlo como dirigente y porque colaboró con el Gobierno con proyectos para el sector industrial. En la Casa Rosada no lo rechazan como potencial convocado, a diferencia de otros nombres que sonaron, como el de la ministra de Seguridad, Sabina Frederic, y el embajador en Brasil, Daniel Scioli. Expresidente de la Cámara de Diputados y exministro de Agricultura de Cristina Kirchner, tras su carrera frustrada a la gobernación bonaerense en 2015, Domínguez se acercó a Fernández. Hasta ayer, dijeron cerca suyo, no hubo ofrecimientos.
Además de resistir con Cafiero y nombrar a alguien propio en Desarrollo Social, Fernández también empoderó a uno de sus funcionarios más cercanos, el titular de Obras Públicas, Gabriel Katopodis. Le dio un rol importante como articulador político y “vicejefe” de campaña, papel que también ocupa el titular de Interior, Eduardo De Pedro, el hombre de La Cámpora en la Casa Rosada.
El Presidente, además, se mostró al filo del cierre de listas con Eduardo “Bali” Bucca, un diputado del Interbloque Federal dio el salto al Frente de Todos. Bucca logró el pase tras varias conversaciones con Máximo Kirchner. Con ese frente cerrado, se reunió con Fernández, quien le hizo saber que le gustaría convocarlo al gabinete en diciembre, de cara a la segunda mitad de su mandato.
Katopodis, Zabaleta y Bucca tienen un factor común. Además de haber sido intendentes bonaerenses, todos participaron junto con Fernández de la aventura electoral de Florencio Randazzo en 2017, cuando el exministro de Transporte desafió a Cristina Kirchner en las urnas. Domínguez también tuvo un paso fugaz por ese armado.
Se trata, en definitiva, de referentes con fuertes aspiraciones políticas en la provincia de Buenos Aires, el terruño que gobierna el kirchnerismo. De hecho, una de los pedidos que hizo Bucca para cambiar de camiseta -él no oculta su sueño de ser gobernador- es que “poder caminar la provincia y conservar su identidad”.
“Sin fomentar un albertismo, Alberto quiere empezar a definir un espacio político con más identidad propia, tener cierta construcción”, dijo a LA NACION un funcionario que habla a diario con el Presidente. “Tiene que ver con este momento. Hasta ahora tenía el país incendiado, pero a partir de acá tiene que encarar la pospandemia con más músculo político”, agregó.
Más allá del clamor de los suyos, se verá hasta dónde llegará efectivamente Fernández, que hasta aquí había optado por administrar las diferencias al interior del Frente de Todos y resignar poder en pos de sostener la unidad de la coalición de gobierno.
En principio, Fernández no pretende seguir haciendo cambios de fondo en su equipo de trabajo hasta después de las elecciones a pesar de las críticas del kirchnerismo a parte de su staff. Los accionistas mayoritarios del oficialismo tampoco reclaman un recambio en medio de la campaña electoral, pero ya sembraron un terreno de hostilidades para el día después, con fuertes cuestionamientos al equipo económico. En particular, a Matías Kulfas (Desarrollo Productivo) y Claudio Moroni (Trabajo), además de los chispazos que ya protagonizaron con el ministro de Economía, Martín Guzmán.
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