Agitado interinato en la Procuración
El reemplazante de Righi efectivizó a contratados, aumentó sueldos, reformó el edificio y trasladó fiscales
El primer piso del petit hotel de la calle Guido, sede de la Procuración General, parece un santuario de hombres de traje. Todas las mañanas se juntan en el salón contiguo al despacho del procurador unos cuantos fiscales y funcionarios que esperan que les toque pasar. Casi todos van a pedir algo; algunos, a agradecer.
Luis González Warcalde los recibe encantado. Lleva décadas trabajando en la Procuración, y acaba de cumplir dos meses como jefe interino de los fiscales, gracias a la renuncia de Esteban Righi y a la frustrada designación de Daniel Reposo como sucesor.
En su breve pero hiperactiva gestión, pidió modificar la ley del Ministerio Público; efectivizó a contratados; dio instrucciones a los fiscales que investigan la corrupción; aumentó sueldos; creó una nueva unidad fiscal; mandó a pulir los pisos y pintar las paredes del despacho del procurador; trasladó fiscales, y le dio nuevos cargos -más altos, algunos con sueldos de camaristas- a buena parte de su gente más cercana, que conservará esos cargos cuando él vuelva a su puesto original. "Hice un poco de justicia interna. Desde la cúspide a veces se pierde la visión de totalidad. Yo soy un obrero de la Procuración", justificó González Warcalde en diálogo con a LA NACION.
Aunque asegura que su relación con Righi era "buenísima", pocos le creen. No sólo porque parecen estar en las antípodas ideológicas, sino también porque una de sus primeras medidas fue crear un cuerpo de fiscales para investigar la denuncia contra su antecesor en el cargo que presentó Amado Boudou y que terminó con la renuncia del procurador.
"La institución debe prevalecer sobre las personas", explica González Warcalde, quien dice que no se trató de ninguna venganza. "Yo no voy a ser tan miserable. Si las personas piensan con esa mezquindad es porque son mezquinas", afirma. Cuando se hizo pública esa decisión, el ministro de Justicia, Julio Alak, la cuestionó con dureza: dijo que era "irracional" y que obedecía a "problemas personales".
Fuentes del Ministerio Público relataron además que González Warcalde le sacó a Righi, con toda celeridad, el teléfono y el auto oficial, y que, además, relegó a su gente más cercana. "No es cierto", se defiende él. "Además, que se hubiera quedado con el teléfono o el auto hubiera sido un delito, y de su gente. Cuando yo llegué, no quedaba nadie. Abajo parecía el éxodo jujeño", sonríe.
"Abajo" es la planta donde estaba el despacho de Righi, un área que hoy está en total refacción. Según González Warcalde, el edificio estaba mal cuidado. "Soy ordenado, me gustan las cosas limpias y pintadas", dice.
Llegó a la Procuración durante el menemismo, cuando no se requería concurso. Cuando Carlos Menem estaba preso, lo favoreció con un dictamen que hizo suyo la Corte. Se define a sí mismo como peronista y niega ser de derecha. Dice tener amigos de diferentes partidos, como Fernando de la Rúa, quien le prologó un libro. También conoce bien a Miguel Pichetto: su hermana trabaja con él y es una de las recién ascendidas.
"Antes de irse, Righi llevó a su gente a otros sectores y yo necesitaba personas para trabajar", explica. En efecto, antes de dejar su cargo, Righi creó la Secretaría de Derecho Penal Internacional y Derecho Comparado, y puso al frente a Fernando Córdoba, su mano derecha. González Warcalde dispuso después que esa secretaría fuera absorbida por otra, dirigida por un funcionario de su confianza, y que Córdoba colaborara con los fiscales federales. La gente que hoy lo visita es, sobre todo, la que se llevaba mal con Righi. "Esto parece la Fundación Evita", dice el procurador interino.
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