Acorralado, el juez Oyarbide renunció después de 21 años
Enfrentaba un proceso en su contra en el Consejo de la Magistratura; sin apoyo político, decidió jubilarse; Macri ahora debe aceptar la dimisión
Norberto Oyarbide renunció. Después de 21 años como juez federal y 40 en Tribunales; después de un juicio político, de múltiples escándalos y de denuncias de mal desempeño, dejará su juzgado.
Acorralado por un proceso que avanzaba en su contra en el Consejo de la Magistratura, decidió jubilarse. Ya no tenía ningún apoyo. Se había enfrentado incluso con el kirchnerismo, que lo había salvado los últimos años. Ayer, pasadas las 14, se presentó en el Ministerio de Justicia con el texto de la renuncia en la mano. Lo recibieron el ministro Germán Garavano y su viceministro, Santiago Otamendi. Antes, había reunido al personal de su juzgado para decirles que se iba. Esta vez era en serio.
Para hacerse efectiva, ahora la renuncia debe ser aceptada por el presidente Mauricio Macri. El Gobierno adelantó que Macri lo va a dejar ir. En la Casa Rosada dicen que es necesaria una renovación de la Justicia y, para eso, anunciaron que aceptarán la renuncia de aquellos magistrados que quieran irse.
"El Ministerio realizará los pedidos de informes correspondientes y la renuncia se enviará al Presidente de la Nación para ser aceptada, lo que se espera que suceda al 15 de abril", informó ayer un comunicado del Ministerio de Justicia, redactado tan pronto terminó la reunión.
"Jamás tuve ningún tipo de presión, me voy porque todo en la vida tiene un principio y un final -afirmó Oyarbide-. Me voy porque necesito otras cosas para mi vida."
Oyarbide, que está al frente del Juzgado Federal N°5 desde 1994, seguirá en su cargo hasta que la aceptación de su renuncia se formalice.
Renunciar es para él un lujo. El Consejo lo investigaba por haber frenado una veintena de allanamientos luego de una llamada de un funcionario kirchnerista que por entonces tenía despacho en la Casa Rosada, Carlos Liuzzi, segundo del entonces secretario legal y técnico Carlos Zannini. El propio Oyarbide admitió la llamada y la justificó.
Los pronósticos de ese proceso eran muy malos para el juez porque entre quienes votaron su citación como acusado en el Consejo hubo un kirchnerista, el académico Jorge Candis. El oficialismo, más jueces y abogados, tenía los votos para enviarlo a un jury y suspenderlo.
Varias veces se salvó Oyarbide de ser echado. El 11 de septiembre de 2001, cuando en Nueva York acababan de caer las Torres Gemelas, el PJ reunió los votos para un empate y lo absolvió. Oyarbide enfrentaba entonces un juicio político ante el Senado, señalado como cliente VIP de Spartacus, un burdel gay, y acusado de proteger una red de prostíbulos.
Una década más tarde, el Consejo acumulaba nuevas acusaciones contra él, que eludió gracias al apoyo del kirchnerismo. Pero ahora enfrentaba un escenario que nunca había sido tan malo.
Intentó un acercamiento con el nuevo gobierno, pero no le funcionó. Un canal fue el presidente de Boca, cuentan en Tribunales y denunció Elisa Carrió. Para Macri, Oyarbide es el peor de los jueces. Además de sus favores a los Kirchner (el más famoso, haberles cerrado en tiempo récord la última causa por enriquecimiento ilícito), Oyarbide fue quien procesó a Macri en la causa por las escuchas ilegales. El Presidente sostiene que el juez se la inventó.
Yéndose por su propia voluntad Oyarbide podrá seguir cobrando del Estado casi lo mismo que hoy. Un juez jubilado percibe el 82 por ciento de su sueldo, y a eso se suma que deja de tener descuentos jubilatorios. En definitiva, percibirá cerca del 95% de lo que cobra como salario hoy.
Oyarbide cumplió 65 años el 1° de enero. Empezó en Tribunales como "pinche". En 1993, cuando Carlos Menem era presidente, lo designaron al frente de la Fiscalía Federal N°1, la única con competencia electoral. Un año y tres meses más tarde, ya era titular del Juzgado Federal N°5. Su pliego lo aprobó el Senado con la oposición del radicalismo.
Oyarbide no sólo fue el primer juez de su familia, también el primer abogado. Su padre tenía una peluquería de hombres en San José, Entre Ríos, y su madre trabajaba en una empresa telefónica.
Antes de renunciar, volvió a intentar quedarse, pero se dio cuenta de que no lo lograría. En diciembre anticipó que presentaría su jubilación, pero jugó una última carta: activó causas contra el kirchnerismo (procesó a Amado Boudou) en un último intento de mejorar su relación con el macrismo. Ya era tarde.
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