Acceder a una vivienda propia a los 76 años
Rosa Franco caminó despacio y con cuidado por un pasillo embarrado que separaba algunas casillas del barrio Danubio Azul, en Dock Sud. Esa semana había llovido a cántaros y los pozos se multiplicaron de un momento a otro. Rosa pensó que no se podía dar el lujo de caerse justo ese día que para ella, a sus 76 años, era tan especial. Minutos antes había recibido un certificado de vivienda familiar que acreditaba que su casa, escondida en algún lugar entre esos pasillos sinuosos, era de ella.
La vecina contó que fueron 40 años los que esperó que alguien le diera un documento que le otorgara algo de formalidad a su lugar en el mapa. Tan importante fue para ella ese día que apenas le entregaron el documento con el sello de la Jefatura de Gabinete de la Nación, la Anses y de la Administración de Bienes del Estado (AABE) fue rápido a su casa para plastificarlo.
Así lo mostró, orgullosa, a LA NACION durante una recorrida por barrios vulnerables censados por Barrios de Pie , la Confederación de Trabajadores de la Economía Popular (CTEP), Techo y Cáritas, que registraron 4228 barrios que necesitan formalizarse en todo el país.
En las décadas que lleva viviendo en ese barrio de Dock Sud, muy cerca de Villa Inflamable, en Avellaneda, Rosa atravesó muchos cambios. Desde que llegó a la zona con "un par" de sus hijos hasta ser una familia de 11 en un cuarto pequeño. Y de ahí, de nuevo, a estar sola. "Ellos ya no viven conmigo, están trabajando en otro lado", contó.
Ese día, Rosa sintetizó la preocupación que se repetía en la gran mayoría de los vecinos de los barrios visitados y que respondía a incontables experiencias de promesas incumplidas. "Todos los gobiernos vinieron y prometieron, pero no pasó nada. Dicen que estemos 'juntos', pero no hacen nada", lamentó cuando se le consultó acerca de si confiaba en la concreción de lo que postulaba el proyecto que se votó anoche en la Cámara de Diputados.
"¿Y si con todo esto dejan todo como está?", se preguntó, con temor a que la crisis cambiaria le impusiera una pausa indefinida a la iniciativa que le iba a permitir reclamar colectivamente junto a sus vecinos que las empresas de servicios le instalen luz eléctrica y el gas. Y ni hablar de la ansiada urbanización, que pondría fin al desborde de los pozos ciegos sobre las calles de tierra cada vez que llueve, como pasó aquella semana.
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