A las puertas de un avance crucial
La reunión con los mandatarios de JxC dejó al Presidente a un paso de conseguir la tupacamarizada “Ley de bases”; opositores y oficialistas miran el calendario electoral tanto como la temperatura de la calle y de las redes
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Si lo acordado el jueves pasado se plasma esta semana en los papeles, el Gobierno habrá dado un paso más que importante para iniciar una nueva etapa.
Sin embargo, los gobernadores de Juntos por el Cambio (JxC) que están dispuestos a darle su aval (y comprometer los votos) al tupacamarizado proyecto de Ley de Bases del Gobierno, quieren ver para creer antes de comprometerse y exponerse más de lo que ya han hecho. Los antecedentes y los resultados conspiran contra la fe y la confianza.
Los mandatarios provinciales mantienen aún algunas pocas dudas sobre el contenido final de los puntos más críticos en discusión, como son los recursos para las cajas de jubilaciones provinciales no transferidas, obras públicas hoy paralizadas y el piso del impuesto a las ganancias, entre otras. Aunque todos admiten avances en esos ítems.
“Siempre aparece algo que te cambia la bocha y nunca es demasiado claro a qué se debe el cambio”, argumenta uno de los gobernadores para fundamentar su prudencia.
El buen clima que las partes dicen que se respira en las reuniones lideradas por el ministro del Interior, Guillermo Francos, y a las que últimamente se asoma el jefe de Gabinete, Nicolás Posse, no logra despejar del todo la desconfianza que marca el vínculo con un gobierno cuya toma de decisiones les resulta tan centralizada como imprevisible. Las mamparas de las cabinas de admisión del Ministerio de Economía y de la Presidencia no son traslúcidas para los extranjeros. A veces, tampoco para los locales.
“Como dijimos el jueves, el texto va estar esta semana. En esto días nos reuniremos con los gobernadores y referentes de los sectores dialoguistas que nos faltan y terminaremos de ajustar los detalles de la versión final. Queremos que la semana del 15 la traten en las comisiones de Diputados y, la siguiente, llegue al recinto“, explica uno de los principales funcionarios involucrado en la negociación con los jefes provinciales.
“Nosotros creemos que el texto final va a estar recién en dos semanas y esperamos que el paso del tiempo no le agregue sorpresas de último momento”, dice uno de los mandatarios que participó del encuentro del jueves y que pasó de la reticencia a un mesurado optimismo.
Sin embargo, el gobernador adelanta que la oposición dialoguista (en la que se enrola con algunas diferencias) no puede retacearle el apoyo a esa iniciativa nodal del oficialismo después de los recortes hechos al texto original.
“Aunque en el Gobierno no lo admitan, la motosierra les tocó a ellos. Tuvieron que podarle casi dos tercios de su articulado y en cuestiones muy sensibles para ellos, como el lapso de vigencia de la emergencia económica y el alcance de la delegación de facultades al Poder Ejecutivo”, explica otro mandatario cambiemita que siempre fue más proclive a conceder esa herramienta legal fundamental para la administración Milei.
“Tenemos que darle esa llave así arranca de una vez y deja de tener excusas, que le cedemos gratis nosotros para que siga culpando de todo a la herencia recibida. Si le va bien, demostramos que no le ponemos palos en la rueda y si le va mal, no podrá responsabilizar a los demás”, argumenta otro referente del ala colaboracionista del radicalismo. Esa posición choca contra lo que opina el sector que lidera el presidente de la UCR, Martín Lousteau, remiso a las concesiones al oficialismo y que levantó el perfil diferenciador.
El viejo partido está, precisamente, más partido que nunca, especialmente entre quienes tienen territorios que gobernar y la conducción partidaria, que carece de esa carga de responsabilidad.
Los primeros priorizan las necesidades de sus provincias tanto como miran la base electoral que los puso en el gobierno. En muchos casos, sus votantes optaron en el plano nacional por Javier Milei, sobre todo en el balotaje, que lo hicieron masivamente. Por eso, la mayoría ya mira el calendario del año próximo para desdoblar las elecciones. Aunque todavía faltan tantas cosas por pasar, prefieren ser precavidos.
En la cima radical, en cambio, prima una mirada escéptica sobre el plan económico del Gobierno, que se suma a la distancia que hay respecto de Milei y de La Libertad Avanza en casi todas las materias políticas y sociales. Suficiente motivo para que esa dirigencia se muestre refractaria a darle la herramienta que necesita el Gobierno sin pedir otras concesiones o marcar más diferencias. El problema no es solo para el radicalismo.
La necesidad de sumar el más de medio centenar de votos en la Cámara de Diputados que el Gobierno no tiene aún asegurados o que solo son una promesa líquida lo obliga a evitar cualquier fuga de los sectores más colaborativos. Lo mismo ocurre con las distintas tribus que conviven en el seno del peronismo.
La oposición, al igual que el Gobierno, mira el calendario tanto como la temperatura de la calle y de las redes sociales y hacen proyecciones, pero nada les da señales esclarecedoras suficientes para adoptar decisiones con alguna seguridad, más allá de las creencias y las convicciones.
Por eso, los dialoguistas, a diferencia de los colaboracionistas de Pro, pretenden hacer las concesiones mínimas y necesarias, a la espera de que pase el tiempo y se demuestre si el apoyo social al Gobierno es inmune a las consecuencias del ajuste y la profunda recesión que estarían entrando en su fase más aguda en esta estación.
Ante esa realidad incierta, el aval de los gobernadores cambiemitas a “Ley de bases” podría tener facetas ventajosas tanto para esos opositores escépticos como para el oficialismo. Para los primeros, los enormes recortes hechos al proyecto original resultarían una coartada para justificar su apoyo y quedar a salvo de nuevos tropiezos del Gobierno.
Para Milei y los suyos sería el paso adelante crucial para mostrar una sustentabilidad legal y política de sus acciones, que le reclaman hasta el Fondo Monetario y los Estados Unidos, a pesar de las muestras de sujeción (y sumisión) dadas a esos factores de poder.
Especialmente notorio ha sido en ese plano el trato más que preferencial dado por el propio Presidente a una jefa militar que en el esquema del poder de Estados Unidos ocupa un lugar de segundo o tercer nivel. Muchos jefes de Estado de países relevantes para la Argentina podrán envidiar a la general Richardson. Y habrán mirado con incredulidad un espectáculo, que, en otras épocas, habría sido motivo de escándalo fronteras adentro.
Es cierto que del ambicioso proyecto inicial de la exmegaley ómnibus quedan afuera demasiadas cosas demasiado relevantes para las promesas y el ideario libertario. Sin embargo, aún acotada, la emergencia económica y la delegación de facultades son herramientas poderosas para avanzar sin atravesar nuevos peajes legislativos. Quedan dudas aún sobre aspectos claves, que seguirán siendo tema de discusión con gobernadores y legisladores.
De todas maneras, para eso todavía faltan bastante tiempo y trámites. En lo inmediato, contará haber llegado a un acuerdo básico con una buena parte del sistema político que, aunque no le garantiza, le promete un paso menos ripioso por el Congreso. Oxígeno político en tiempos de asfixia. No es poco.
Al mismo tiempo, el Gobierno, que se jacta de su inflexibilidad, habrá dado muestras de cierta plasticidad y pragmatismo, que le darán plafón para desarrollar un nuevo vínculo con unas fuerzas políticas que, aún desconcertadas, le alteraron varias noches de su luna de miel. En tiempos de pan y cebolla mejor no sumar discusiones.
A los sueños oficialistas se añade la ilusión de profundizar en su favor (y no en su contra a la hora de votar en el Congreso) las grietas cambiemitas y peronistas.
Los más prudentes tienen como objetivo esencial alisar el camino para facilitar las políticas del Gobierno. El oficialismo aprendió que no será gratis. No hay victorias definitivas. Pero si se cuentan bien, pueden parecerlo. Y en eso, Milei y los suyos han demostrado habilidad.
Los libertarios más entusiastas, entretanto, ponen la vista y trabajan para las elecciones legislativas del año próximo, lo que suma una nueva incomodidad y amenaza para los opositores que gobiernan territorios en los que Milei conserva y acrecentó su imagen positiva desde las elecciones presidenciales, a pesar de que en términos objetivos la situación socio-económica haya empeorado. Otra batalla contra el tiempo que el mileísmo trata de aprovechar mientras conserva ratios de popularidad que en la comparación con los de sus adversarios lo exhiben como a Gulliver entre liliputienses.
Karina y Caputo, de compras
La hermanísima Karina Milei y el gurú Santiago Caputo avanzan en el ordenamiento partidario para consolidar a dirigentes fieles, para neutralizar o echar a franquiciados no confiables y, sobre todo, para captar nuevos referentes en todas las provincias y en la mayor cantidad de ciudades posibles.
El objetivo (sin pretensión de originalidad) está puesto en captar personas reconocidas y populares de cada lugar que tengan afinidad o, al menos, no contradigan demasiado el ideario (o imaginario) libertario. “No importa de dónde vengan, sino a dónde quieren ir”, es otra máxima kirchnerista que hizo propio el mileísmo. Si, además, esos fichajes implican traspasos de bajo costo y alto rédito de otras fuerzas, mucho mejor. Suma doble.
En ese proceso de captación de posibles candidatos trabajan con consultores experimentados en campañas tanto cambiemitas como peronistas. El propio Caputo y sus exsocios Guillermo Garat y Rodrigo Lugones tienen miles de millas acumuladas en esos territorios, incluida la última elección en la que tuvieron clientes de La Libertad Avanza tanto como de Unión por la Patria.
Los viejos rencores que el trío tiene con una parte del macrismo nunca se apaciguaron, especialmente con Jaime Durán Barba, el gurú que los hizo debutar en las ligas mayores, y con Marcos Peña, quien acaba de volver a escena con un flamante libro cuyos postulados poco parecen tener que ver con la estética y la ética libertaria. Un aliciente más que tiene Caputo para seguir horadando el plantel que formó Mauricio Macri, como lo vienen haciendo para fastidio del fundador y con la gracia de varios dirigentes amarillos que compiten por mostrarse disponibles para lo que el oficialismo mande.
En ese proceso de ampliación han avanzado en algunos acuerdos rentados con instituciones privadas y públicas (sí, aunque parezca extraño) para hacer jornadas de capacitación y captación de dirigentes y probables candidatos en el interior del país. El caballo ganador siempre tiene esponsoreos a disposición.
El cierre de un acuerdo con los gobernadores sobre el proyecto de “Ley bases” operaría no solo como un motorizador para el tratamiento en el Congreso sino como un acelerador para la estrategia política-electoral. Win-win.
Por eso, los sectores políticos del Gobierno (que los tiene) están convencidos de encontrarse a las puertas de un avance crucial. Si la inspiración presidencial no dicta algo diferente a último momento.
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