A 40 años de la guerra de Malvinas, el reclamo diplomático sigue en punto muerto
Mientras avanzan en acuerdos económicos y sanitarios, la posibilidad de una solución negociada al conflicto con Gran Bretaña aparece como muy lejana; el Gobierno mantiene el planteo de la soberanía como “prioridad absoluta”
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La fórmula se repite, sin variantes sustanciales, en las décadas que siguieron al enfrentamiento bélico que marcó el vínculo para siempre. “Queremos reafirmar nuestro reclamo de soberanía sobre las Islas Malvinas”, dice cada funcionario argentino, a quien le toca escuchar a continuación la predecible respuesta británica: “No tenemos dudas de nuestra soberanía, y hasta que los habitantes de las islas no lo determinen, eso no se negocia”, retrucan.
Cuarenta años han pasado desde aquel cruento y desigual combate, y la negociación sigue en el mismo punto muerto. A pesar del diálogo, formal e informal, que continúa entre las partes por temas económicos, culturales y sanitarios, la posibilidad de una salida negociada del reclamo argentino y el rechazo británico no está hoy en los papeles de nadie, de uno y otro lado del océano Atlántico.
Mientras el gobierno de Alberto Fernández, a través de su secretario de Malvinas, Guillermo Carmona, insistió a LA NACION en que “la cuestión de la soberanía ocupa un lugar central en la relación bilateral, y tiene prioridad absoluta” sobre los demás temas, desde el Foreign Office prefieren no opinar por “respeto a los caídos”, pero insisten de manera permanente en que el conflicto y sus implicancias no debería obstaculizar el avance de proyectos económicos en común.
Así lo habría expresado James Daurin, jefe del departamento para América latina del gobierno británico, quien según pudo saber LA NACION visitó la Casa Rosada la semana pasada. De visita por el despacho del secretario de Asuntos Estratégicos, Gustavo Beliz (no estaba, lo atendió uno de sus colaboradores), Daurin se llevó el pedido de “un gesto” hacia la Argentina, en respuesta al ya añejo pero renovado reclamo de la resolución 502 de Naciones Unidas, que en 1982, un día después del desembarco argentino, pidió que ambas naciones encuentren una solución pacífica a sus diferencias. Mucho más lejos quedó en el tiempo, y también hoy en los hechos, la resolución 2065 de la ONU, de 1965, en el que reconoció la existencia de una disputa por la soberanía de las islas.
Daurin, que estuvo unas pocas horas en Buenos Aires y así lo reflejó en sus redes sociales, también fue recibido por Carmona, quien de todos modos insiste en que “es tiempo de hablar de soberanía y de retomar las negociaciones” y que “Gran Bretaña viene sosteniendo una actitud reticente que le trae problemas de reputación internacional por no abrir las negociaciones”. El funcionario inglés, que intentó desarrollar una agenda bilateral volcada a lo comercial, se sorprendió por la insistencia que encontró en sus diálogos respecto del planteo de la soberanía de las islas como un tema ineludible.
Como lo cortés no quita lo valiente, otras charlas informales se llevaron a cabo. Hace tres semanas, el canciller Santiago Cafiero y Vicky Ford, encargada británica para África, América latina y el Caribe, coincidieron en Santiago de Chile durante la asunción de Gabriel Boric como presidente de ese país. Más atrás en el tiempo, y en un dato que pasó desapercibido, el presidente Fernández y su par británico Boris Johnson se cruzaron durante la cumbre climática en Glasgow, que según fuentes diplomáticas argentinas incluyó un comentario amistoso de Johnson sobre el embarazo de la primera dama Fabiola Yañez.
Sin acuerdo sobre cómo, cuando y qué negociar, argentinos y británicos tuvieron y tienen varios proyectos en común. Desde el Gobierno destacan la tarea de la ministra de Salud, Carla Vizzotti, y sus continuos viajes a Londres para viabilizar la llegada de las vacunas de Astra Zeneca al país. También la secretaria de Minería, Fernanda Avila, afina las negociaciones con empresas inglesas para la explotación de litio en Catamarca.
No obstante, los obstáculos para lograr mínimos acuerdos continúan. Los vuelos a las islas siguen suspendidos desde que comenzara la pandemia, y las propuestas argentinas para llevar y traer familiares en chárters o aviones de Aerolíneas Argentinas desde y hacia Ushuaia o Río Gallegos recibieron la negativa de la contraparte, aunque para Gran Bretaña son los kelpers quienes prefieren viajar a Chile pero atravesando en empresas como Latam el espacio aéreo argentino, a lo que Argentina no accede.
Lejos parece haber quedado aquel comunicado conjunto, firmado en 2016 por el entonces vicecanciller Carlos Foradori y el ministro británico Alan Duncan, en el que impulsaron una “agenda positiva de las relaciones” que incluía impulsar temas como “la no proliferación de armas de destrucción masiva; las posibilidades de trabajar en el ámbito multilateral en la lucha contra el crimen organizado, el flagelo de las drogas, el terrorismo; las posibilidades de cooperación para cumplimentar las contribuciones del Acuerdo de París en el marco de la Convención de las Naciones Unidas sobre Cambio Climático; la labor parlamentaria bilateral a través de los grupos de amistad constituidos por ambos países, y multilateral dentro del marco de la Unión Internacional Parlamentaria; la colaboración entre los gobiernos regionales, provinciales y entre ciudades, así como los intercambios culturales y educativos”, entre otros.
El acuerdo permitió, entre otros avances, acelerar la identificación, junto a la Cruz Roja, de los restos de más de un centenar de soldados argentinos fallecidos, un reclamo motorizado desde 2012 por el entonces secretario de Malvinas, Daniel Filmus, por “pedido” de la entonces presidenta Cristina Kirchner.
Críticos de aquel acuerdo, desde el Gobierno prefieren “incrementar la presión” sobre el Reino Unido, y lograr “el respaldo” de distintos países, como la conducción de la UE a quien Carmona visitó en las últimas semanas. Convencidos están de que el nuevo escenario, que incluye el Brexit y el respeto en favor de la “integridad territorial” de Ucrania ante la invasión de Vladimir Putin, son dos datos en favor de la postura nacional en su reclamo por las islas. Carmona reitera su denuncia de “militarización de las islas” y la “opacidad” británica por la “introducción” de material nuclear no utilizado durante la guerra, que significó-derrota mediante-el principio del fin de la dictadura militar en el país.
En ese contexto, el Presidente llegará el sábado a la Basílica de Luján para homenajear a los soldados caídos, y luego encabezará el acto central en el Museo Malvinas, en el barrio porteño de Núñez. A 40 años de aquel intento de recuperarlas por la fuerza, las negociaciones parecen tan estancadas como aquel lejano primer día de posguerra.
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