Atentado a la embajada de Israel: “Mi marido pensaba que no había lugares seguros. Y tenía razón”
Desde Israel, Miri ben Zeev recuerda a Eli, una de las víctimas de aquel atentado; será oradora en el acto del próximo jueves, al que asistirán funcionarios del gobierno israelí
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Desde su casa en Petaj Tikva, en el centro mismo de Israel, Miri Ben Zeev recuerda con pelos y señales aquella tarde, hace treinta años, en la que su vida cambió para siempre.
“Llegué a la calle Arroyo, vi el edificio destruido, con gente corriendo y otros removiendo escombros. Pregunté dónde estaba Eli, me dijeron que probablemente estuviera por allí, dando vueltas, aturdido. Nadie sabía lo que había pasado”, cuenta a LA NACION Miri, viuda de Eli ben Zeev, que a sus entonces 35 años se transformó en una de las 22 víctimas fatales del atentado a la embajada de Israel en Buenos Aires, del que el jueves se cumplirán tres décadas.
Empleado del área de seguridad de la sede diplomática, había llegado a la Argentina dos años antes del atentado, junto a su esposa y su pequeño hijo Eilón, buscando un destino diplomático novedoso luego de una experiencia fuerte y peligrosa en Ankara, capital de Turquía.
“Es gracioso en un punto. Estaba muy peligroso seguir allí, por lo que nos dieron a elegir dónde quisiéramos vivir. Como no conocíamos el país, y ya habíamos estado en otros, él decidió que viniésemos a la Argentina. Eligió su destino”, define Miri, que luego del atentado debió esperar tres interminables días con sus noches hasta que el cuerpo de su marido apareció debajo de toneladas de piedras.
¿Cómo fueron esos tres días? “Tenía miedo de no encontrarlo de ninguna manera. Eilón se fue a la casa de un amiguito, había empezado primer grado en la escuela Tarbut, y cuando hablábamos por teléfono me preguntaba: ¿dónde está mi papá herido? No sabía que contestarle”, rememora Miri, que atravesó aquellas jornadas cuidando a Omer, una beba de pocos meses, nacida en Argentina.
¿ Cómo se hace para vivir con esos recuerdos? “En cada uno de estos treinta años, he llevado dentro mío todo lo que pasó. Todo el tiempo. Es como si hubiese ocurrido ayer. Y cada vez que llego a Buenos Aires siento que Eli está muy cerca”, dice con emoción Ben Zeev, que será oradora en representación de los familiares de las víctimas durante el acto recordatorio, en la plaza seca que hoy se erige en Arroyo y Suipacha, el lugar del atentado terrorista internacional, primero en la historia reciente de la Argentina. “El pensaba que en el mundo no había lugares seguros, y tenía razón”, agrega Miri, quien como su marido cumplió durante años con la Tzavá, el servicio militar obligatorio israelí, y aprendió luego a “convivir con el terror” dentro mismo de Israel. Cada aniversario del atentado-salvo los viajes a nuestro país, que fueron varios-va a visitar la tumba de Eli en el moshav (asentamiento rural) Shoresh (raíz), cerca de Jerusalem.
“Mis hijos y yo amamos Buenos Aires, a pesar de todo. Somos gente simple, de trabajo”, se sincera, mientras mezcla su hebreo natal con un perfecto inglés y algunas palabras en castellano. Sin rencor explícito contra Irán o Hezbollah, sindicados como responsables de aquel ataque, evita también dar un mensaje al gobierno de Alberto Fernández o a la Justicia luego de tres décadas de impunidad de los perpetradores e inacción judicial en la búsqueda de los culpables del ataque. “No hay mucho para decir, agradezco que cada vez que llegamos nos traten bien, el gobierno anterior (de Mauricio Macri) nos recibieron muy bien”, agrega, sin dobles lecturas a la vista. “Me invitaron a decir unas palabras, beseder (de acuerdo) dije yo. Me hace bien hablar, y la vida sigue”, dice, con la pragmática lógica de un país acostumbrado a guerras y pérdidas, que sin desanimarse sigue reclamando justicia.
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