Frotar o besar ciertas partes, dar vueltas y otros rituales están asociados a la buena forturna en distintas esculturas cuya fama popularizan los turistas.
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En Copenhague, la sirenita nunca está sola. Todos los días, a toda hora hay turistas que esperan rozarla para atraer a la suerte. Lo mismo ocurre en Wall Street donde los visitantes tocan los testículos del toro con la ilusión de lograr prosperidad económica.
Los viajeros saben que hay monumentos, esculturas y objetos en todo el mundo que ayudan a que las cosas vayan mejor. ¿Superstición? ¿Creencia popular sin fundamento? Quién sabe. Pero por las dudas, piensan, no cuesta nada acariciar una nariz, un pie o unas nalgas de metal.
Así, sin pudor, reparten besos al frío bronce y se animan a cosas increíbles como apoyar la cabeza invertida sobre la piedra de Blarney, en Cork (Irlanda) para lograr el don de la elocuencia y la palabra. O hacen malabares para tocar simultáneamente la barba y la mano mientras le pisan el zapato a El Caballero de París que está frente al Convento de San Francisco de Asís en La Habana.
O tiran monedas a la Fontana di Trevi o introducen un dedo en el hueco de una columna de cobre en Santa Sofía en Estambul. Todo sea para que la suerte los acompañe.
En cada lugar, una tradición. En la catedral de Santiago de Compostela hay que golpear la cabeza contra la escultura conocida como Santo dos croques, para llenarse de sabiduría y en Dubrovnik hay que frotar la nariz de Rub Marin Držić (el Shakespeare local). En Bangkok es imperioso sentir el nácar de las sandalias del buda acostado y en Hangzhou (China), la panza del buda sonriente.
Promesas de éxito, prosperidad económica, fecundidad, amor o sabiduría bien valen las caricias al metal de una escultura. Siempre recordando que no todo lo que reluce es oro, pero si brilla y es de bronce, seguro que trae suerte.
Hocico de Porcellino
Florencia, Italia
Si se enamoraron de Florencia, y quieren regresar a esta bella ciudad, tendrán que hacer un pacto con Porcellino, el jabalí de bronce que descansa cerca del Ponte Vecchio. La leyenda dice que hay que colocar una moneda en su boca y dejarla caer. Si ingresa dentro de la fuente que yace a sus pies, el regreso a la cuna del Renacimiento está garantizado. Por las dudas, también toque el hocico de Porcellino, realizada por el escultor Pietro Tacca en 1612. La obra es una réplica de otra réplica. Y hay varias más por el mundo.
Guardia fronterizo y su perro
Moscú, Rusia
La estación Plaza de la Revolucióndel metro de Moscú, inaugurada en 1938, es una de las más bellas y concurridas de la capital rusa. Y una de las más supersticiosas. Aseguran que da suerte caminar por entre las 76 estatuas de bronce con las que el artista Matvey Manizer representó parte de la historia soviética. La cábala dice que cuatro de ellas tienen el poder de cumplir deseos. La más popular es la del guardia fronterizo y su perro: quien acaricia la nariz del animal, junto al héroe de la antigua Unión Soviética, será afortunado durante todo el día.
El dedo de David Hume
Edimburgo, Escocia
No es posible irse de Edimburgo sin rozar el dedo gordo del pie de David Hume. En la Royal Mile, la calle más famosa de la ciudad que atraviesa el casco histórico, y frente al Tribunal Superior de Lawnmarket, se encuentra la imponente estatua del filósofo escocés del siglo XVIII recostado en una silla. Hay que pasar por allí y tocar el pulgar del pie derecho de la escultura que realizó Alexander Stoddart. Los dichos populares confirman que el contacto con el bronce de Hume transfiere algo de su sabiduría.
El zapato de Harvard
Boston, Estados Unidos
Parece que tocar el zapato de John Harvard da buena suerte y asegura el regreso a Boston. La estatua de este clérigo inglés, ubicada en el campus de la Universidad, se ha ganado esa fama hace tiempo entre turistas y aspirantes a ingresar a la prestigiosa institución. El monumento de bronce, realizado en 1884 por Daniel Chester French, tiene una historia curiosa porque una placa "engañosa" informa: "John Harvard, fundador, 1638". Esto la convierte, también, en "la estatua de las tres mentiras". Una: Harvard fue sólo un mecenas, no su fundador. Dos: La Universidad se fundó en 1636. Tres: la escultura no representaría a John sino a un estudiante cualquiera del siglo XIX.
La nariz de Lincoln
Springfield, Estados Unidos
En el cementerio Oak Ridge, en Springfield (Illinois), descansan los restos del asesinado ex presidente de Estados Unidos, Abraham Lincoln. La fastuosa tumba diseñada en 1860 por el escultor Larkin Mead está en un mausoleo con cuatro pedestales con esculturas que recuerdan la Guerra de Secesión. Un poco más allá, mirando hacia el sur, se encuentra el enorme busto de bronce de Lincoln, en cuya presidencia se abolió la esclavitud. Tiene la nariz brillante, porque todos los visitantes la acarician con la ilusión de tener una buena estrella.
San Juan Nepomuceno
Praga, República Checa
El maravilloso puente de Carlos flanqueado por 30 esculturas, guarda dos sitios mágicos relacionados a Juan Nepomuceno. Cuentan que el confesor de la reina de Bohemia fue ajusticiado y arrojado al río cuando se negó a romper un secreto de confesión. Para volver a Praga (o para alejar la desdicha, según otros) hay que tocar el perro y el cuerpo del santo en el momento en que es torturado. Luego, en el lugar que fue tirado al Moldava, hay que colocar la mano sobre la placa con cinco estrellas que marca el sitio desde donde cayó y pedir un deseo. El santo, lo concederá.
Beso al pie del indio patagón
Punta Arenas, Chile
Un beso al dedo gordo del pie del indio patagón en el monumento al navegante Hernando de Magallanes en la Plaza de Armas de Punta Arenas es garantía de buena suerte y del retorno a la Patagonia chilena. Cuentan que un marino español quedó deslumbrado con el indio y antes de embarcarse le pidió protección y éxito con un beso. Al parecer, el indio esculpido por el chileno Guillermo Córdova en 1920, cumplió.
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