36 años, 90 nombres: el largo camino para identificar a los soldados de Malvinas
El informe del británico Geoffrey Cardozo fue decisivo para honrar a los caídos y darles sepultura
Cementerio de Darwin.- Con el pelo blanco desordenado y las arrugas de su piel cetrina marcadas por el cansancio y la emoción, Paula Francisca Borda, de 83 años, intenta descansar en el vuelo de regreso de Malvinas . Es su cuarta vez en las islas, pero la primera en la que se pudo postrar ante la tumba de su hijo, Guillermo Ojeda, caído el 10 de junio de 1982. Hasta ahora se había tenido que conformar con llorar en un tumba bajo la leyenda "Soldado argentino solo conocido por Dios".
"Es un alivio -dice con una voz casi inaudible por el ruido de las turbinas-. Yo ya no creo que vuelva, pero al menos mis hijos tendrán una tumba donde venir a estar con su hermano." A su lado, su hijo Gerardo asiente. Guillermo era su hermano mayor y compartían la pasión por la pesca, aunque no por el fútbol: Guilermo era de River y Gerardo es de Boca.
Ojeda es uno de los 90 soldados que recién fueron identificados a fines del año pasado. Una lista que aún incluye 31 cuerpos enterrados sin nombre en el cementerio de Darwin. Aunque tardío, el gesto humanitario de ponerle el nombre a una tumba es de una trascendencia enorme y dispara una pregunta: ¿Por qué el Estado argentino tardó 36 años en ocuparse de sus muertos?
"Enterrar y honrar a nuestros muertos es parte del ciclo de la vida y cuando eso no ocurre se genera una interrupción y una crisis en la vida de los deudos", señala Luis Fondebrider, fundador del Equipo Argentino de Antropología Forense (EAAF) y uno de los responsables de la identificación. En junio de 2017 participó de la misión de la Cruz Roja que realizó el trabajo de exhumación de los cuerpos.
Utilizaron técnicas modernas de ADN, pero en algunos casos el informe elaborado por Geoffrey Cardozo, el británico que armó el cementerio, habría sido suficiente para evitar décadas de sufrimiento a las familias. La ficha de Gabino Ruiz Díaz, por caso, tenía un número que Cardozo había encontrado entre sus pertenencias. Era su DNI, sólo había que cruzarlo con el padrón argentino. ¿Por qué no se hizo antes?
"La calidad de un Estado se mide en cuánto invierte en buscar a sus muertos", sentencia Fondebrider, cuya carrera se basó en intentar saldar las enormes deudas que la Argentina tiene en esa materia. El EAAF logró su especialización y fama alrededor del mundo buscando los muertos generados por la propia maquinaria estatal durante la dictadura militar.
El aplazo del Estado argentino en el cuidado de sus muertos obedece, en parte, a dificultades técnicas planteadas por el escenario donde se desarrolló la guerra, pero, explican varios especialistas, también a mezquindades de la dirigencia política basadas en nociones de identidad aún no resueltas alrededor de la cuestión Malvinas .
Según Federico Lorenz, historiador y director del Museo Malvinas, parte de la identidad argentina se construyó alrededor de la idea de un supuesto territorio cercenado, y las islas ocupan un lugar central en esta concepción. Las Malvinas son, dice Lorenz, una especie de tierra mitológica de la que se conoce muy poco "salvo la idea del despojo". La guerra perdida y sus víctimas reales siempre resultaron una piedra en el zapato de la dirigencia política. Reivindicar la memoria de los soldados caídos se asoció durante mucho tiempo con el discurso nacionalista de la dictadura que impulsó la contienda.
Eslabón perdido
Por el lado de las cuestiones prácticas, el eslabón central para entender qué ocurrió con esos muertos es Cardozo, reconocido por los propios familiares como uno de los héroes de esta historia. En la madrugada del lunes, antes de despegar hacia Malvinas , el militar retirado inglés se paseaba por el lobby del hotel donde estaban concentrados los familiares mostrando a quien quisiese verlo un video que había cargado en su celular. Era la filmación de la ceremonia del 19 de febrero de 1983 con la que rindió honores a los combatientes argentinos enterrados en el cementerio de Darwin que acaba de terminar de construir.
El respeto y la consideración con que hizo su trabajo incluyó la elaboración de un informe minucioso donde daba cuenta de dónde estaba cada uno de los 237 soldados enterrados, incluyendo todos las datos posibles de los 121 que no había logrado identificar. Cardozo hizo cinco copias de ese informe. Dos quedaron en las islas, dos fueron al gobierno británico y la quinta, a la sede de la Cruz Roja en Ginebra. Las convenciones de guerra indican que la Cruz Roja le debería haber hecho llegar ese documento a la Argentina. Es muy probable que lo haya hecho, pero el Estado argentino nunca dejó registro de ese informe.
Sí hubo una consulta de qué hacer con los caídos del gobierno británico al argentino en noviembre de 1982. Se acercaba el verano y los cuerpos sin sepultura diseminados por los campos malvinenses presentaban varios problemas, incluso sanitarios. El gobierno militar argentino autorizó el entierro. Eso fue todo. No hubo más negociaciones, ni intentos por identificar a los caídos. Hizo falta que el ex combatiente Julio Aro se pusiera la causa al hombro y que, casi de casualidad, diese con Cardozo para que el informe llegara a manos de un argentino con ganas de solucionar el tema. Tras golpear muchas puertas, su gestión hizo que el Gobierno asumiese apenas una parte de su enorme deuda con los soldados de Malvinas.
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