Y el mensaje decía: "Salió la sentencia, salí a festejar"
Juan,
Qué lindo que hayas puesto un tema de Radiohead entu último post. ¡Y bueh, ya sabés que pasé un poco por alto el de Oasis! Conocés mi opinión sobre ellos.
Hay una frase, dentro de todo lo que compartiste que, a pesar de que la hemos escuchado y leído mil veces en forma literal o a través de metáforas, nunca pero nunca está demás repetirla: " La vida pega, y pega más fuerte que nadie (…). Y la gracia no es intentar pegarle devuelta porque nos va a pegar más fuerte, nos va a tirar al piso y nos va a dejar ahí. El truco está en levantarse y seguir adelante venga la que venga."
Hablando de cosas de la vida que pegan fuerte, el día que firmé mi divorcio (que ambas partes firmamos), fue el día que sentí que ya estaba, que esa etapa de mi vida quedaba en el pasado. "La sentencia va a salir rápido", me dijeron a fin año.
Pero la burocracia, la feria, las complicaciones inesperadas, retrasaron un poco todo. Cuatro meses más. Una estación pasó. La primavera dio paso al verano, y el verano a un otoño que hoy no se está vistiendo de rojo, naranja, amarillo y marrón; no al menos en el Gran Buenos Aires. Sí escucho la lluvia, una lluvia incansable que amo oír por las noches.
El martes pasado llegó un mensaje de mi abogada. También llovía. "Salió la sentencia. Salí a festejar".
Sentencia.
Qué palabra tan fuerte. Eso es lo que pensé. Muy fuerte.
¿Pero qué sentí?
Paz. Y orgullo por mí, por haber concluido lo que comencé. En una misma semana, había logrado finalizar dos grandes metas: mi divorcio y preservar mis óvulos. Tuve una sensación similar a la que me invadió cuando rendí la última materia del secundario, o cuando finalmente me animé a cerrar el ciclo universitario y presenté mi tesina; la misma sensación que me sorprendió hace ya tiempo, cuando tuve en mis manos el primer número de mi revista juvenil que había proyectado junto a un viejo amigo.
Pero sí, por sobre todo paz. Paz por haber transitado un camino y haber reconocido cuando hay que despedirse de él; por aceptar cuando hay que cerrar el ciclo para comenzar una nueva aventura.
Hay cosas que comienzan y que sólo concluyen con la muerte. Pero hay muchas otras a las que uno le da inicio y que hay que terminarlas o modificarlas tarde o temprano; y hay que hacerlo mucho antes de despedirnos de la vida.
Para musicalizar lo que sigue, te dejo este tema. Fue mi "grito" cuando me despedí de lo que ya no quiero más en mi vida:
"No vayan a medias", nos dijo una vez una profesora de la secundaria que nos orientaba vocacionalmente, "Terminen aquello que comienzan. Eso no significa que deban, por ejemplo, terminar la carrera de medicina si descubren que no les gusta. Significa, poner el esfuerzo, pensarlo y si no es, tomar la decisión de frenar y buscar otro camino que fluya y en el cual sí puedan visualizarse en la meta. Pero no se queden dando vueltas eternamente en algo que en el fondo saben que no forma parte de uno."
Susana se llamaba. Siempre tuve la sensación de que Susana hablaba más de sus experiencias amorosas que de los estudios.
Recuerdo que a esa edad, a los diecisiete, yo estaba convencida de que si alguna vez me casaba, iba a ser para toda la vida. "Si lo decido, voy a poner siempre toda la energía para que dure toda la vida." (Eso que mami ya me había contado que cuando se casó con papi, el consejo en el altar fue: "En la vida no digan Nunca ni Siempre.")
A veces elegimos mal la carrera, o un destino, o un trabajo, o una amistad. Casarme con mi ex pareja fue una mala elección. Cuando supe que las cosas no estaban funcionando, que toda la situación me estaba lastimando mucho, aun entonces tripliqué el esfuerzo, enfrenté y probé todos los caminos posibles. Y estoy orgullosa de haberlo hecho así. Puedo afirmar que no me rendí ante el primer problema. Ni al segundo. Ni al décimo. Pero como decía mi profesora: terminar lo que empezamos también es reconocer que algo no es para nosotros y que debemos emprender una nueva travesía por otro sendero.
"Salió la sentencia. Salí a festejar", decía el mensaje. "Sentencia es una palabra tan fuerte", me seguía repitiendo yo.
Aparte de paz, sentí que yo ya había cerrado este capítulo antes. Lo cerré aquel día de verano nublado en el mar, ese día en el cual no podía distinguir la línea del horizonte con la del agua; el día en el cual lancé mi alianza matrimonial a las olas y tiré las cenizas de una carta al Universo; una carta cuyas líneas despedían el pasado y le daban la bienvenida a los mejores días de mi vida. Leer el mensaje de la abogada fue tan sólo un recordatorio de ese momento frente al mar.
Sabés, en mi carta también había sentencias. Las que realmente importan, más allá de un papel, más allá de lo que diga cualquier juez. Son sentencias que me dictó mi corazón:
Dejo atrás las relaciones basadas en mentiras.
Dejo atrás las relaciones donde haya manipulación.
Dejo atrás las relaciones basadas en estrategias y no en lo que dicta el corazón.
Dejo atrás las relaciones en las haya cualquier tipo de violencia: física, verbal o psicológica.
Dejo atrás las relaciones que me hagan sentir sola, más sola que en los días en los cuales anhelo estar en pareja.
Definitivamente dejo atrás las relaciones donde haya que mendigar amor.
Y le doy la bienvenida al amor real y a la mejor época de mi vida.
"Salió la sentencia. Salí a festejar", decía el mensaje.
Y sí salí a "festejar" acompañada por alguien a quien quiero con el alma. Y brindamos.
"Por este año. Va a ser un gran año."
Beso,
Cari
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