Violación grupal: cómo afronta una víctima el trastorno de estrés postraumático
El abuso sexual es un hecho traumático que, tal como explican especialistas consultados, impacta física y emocionalmente; la manera primordial para paliar este “arrasamiento subjetivo” es la terapia; la carta de la víctima da cuenta de este impacto
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En la violación grupal sucedida hace unos días y que aún nos conmociona todos los límites desaparecieron: se borró la ley, se quebraron los derechos humanos básicos, se retrocedió a lo más primitivo. La Psicología define que, un episodio así, es un hecho traumático: existe un shock (arrasamiento subjetivo) que impacta física y emocionalmente en la víctima, la invade, la vulnera, la paraliza.
Ni bien fue socorrida la joven de 20 años violada en el barrio de Palermo por seis varones, en algunos medios se anunciaba que “la mujer se hallaba bien”. ¿Quería expresarse, tal vez, que no había muerto en el ataque? Una mujer que salva su vida en medio de una situación así, lejos está del buen estado de salud.
En OHLALÁ! consultamos a las psicólogas Paula Mayorga, Natalia Escobar, María Raquel Vazquez y al psicólogo Alejandro Viedma, que trabajan temas de género y violencias, para dimensionar el impacto de este hecho en la salud mental de la víctima. Ellos coinciden en mencionar el Trastorno de Estrés Postraumático (TEPT), explican de qué se trata y suman algunas recomendaciones de abordaje sobre cómo salir de este trauma.
La licenciada en Psicología Natalia Escobar sostiene que, generalmente, después de un hecho traumático se produce un “estrés adaptativo” en las personas. No obstante, de acuerdo con la magnitud del suceso y la susceptibilidad del individuo, el estrés puede resultar excesivo en intensidad o tiempo y puede constituirse como un Trastorno de Estrés Postraumático.
“El estrés postraumático puede implicar revivir un suceso en pensamientos invasivos, recuerdos vívidos y también en pesadillas, por ejemplo. Algunos otros síntomas están relacionados a la autoculpa, emociones negativas y sentirse en constante tensión”, enumera.
La psicóloga con María Raquel Vazquez coincide con su colega en que “la víctima queda arrasada psíquicamente, en muchos casos en estado de shock”, y suma algunos síntomas que suelen aparecer luego de una violencia sexual: miedo, terror, vergüenza, asco, insomnio, estado de alerta permanente, trastorno en la alimentación, cambios de humor, tendencia a aislarse, disociación, ideación suicida o intento de suicidio.
¿Cómo se puede acompañar a la víctima para que se sobreponga? Los especialistas coinciden en la necesidad de un abordaje interdisciplinario en cuidados críticos y paliativos a través de profesionales especializados.
Cómo actuar en el corto plazo
Paula Mayorga, coordinadora del Equipo de Psicoterapia y Asistencia en la Crisis, considera que los primeros momentos son extremadamente difíciles. Menciona que lo inicial es “explicarle a la víctima, que está confundida, con su psiquismo conmovido, conmocionado, que va a tener que hilar, historizar y entender lo que le pasó”.
En su caso, lo primero que hace es poner en palabras lo sucedido y decirle que, en pos de buscar justicia, se le va a pedir un poco más: que se haga análisis, por ejemplo. “La intención es que le encuentre sentido a los pasos que se le van a pedir, porque su cuerpo trae pruebas para que se haga justicia”, dice. Y aclara: “Pero como es una víctima, si bien uno le explica no la obliga a nada. Ella es la que va o no a hacer la denuncia. Es muy difícil esa primera parte, porque ella llora, está en shock, tiene ganas de bañarse, de estar sola, de irse”.
En relación con lo judicial, el licenciado en Psicología Alejandro Viedma apunta que “en cada hecho de estos es necesario que haya justicia para que la víctima y sus allegados puedan empezar a sentir que existe algo reparador del gran daño provocado”.
La licenciada Vazquez suma como indispensable en ese primer momento: “Escucharlas, no juzgar, creerles, contenerlas, acompañarlas, ofrecerles irse del lugar donde padeció la violencia sexual y del campo visual de sus agresores y su proximidad para resguardarla en un lugar seguro y establecer confianza para que cuando pueda y lo decida exprese sus temores, angustias, sentimientos”.
Cómo acompañar en el mediano y largo plazo
Los especialistas coinciden en que a mediano y largo plazo a la víctima se le sugiere psicoterapia y, en algunos casos, tratamiento psiquiátrico (si se atraviesa una depresión, por ejemplo).
Dice Mayorga: “Una le sugiere una psicoterapia porque sufrió un ataque, su vida corrió peligro y, además, fue un ataque agresivo y sexual, que tiene todo un simbolismo. La sensación de ultraje, de vulnerabilidad pueden producir que una persona se disocie, niegue, llore, sienta bronca. Lo normal es que pase por todos esos matices”. Y agrega que también suele aparecer la culpa. “El terapeuta va actuando y una de las cosas que va diciendo es que no hay culpa, que uno tiene el derecho de confiar en alguien, que ella no estuvo mal por confiar, sino que el otro estuvo mal por abusar de su confianza. Uno va de a poco repuntuando algunas cosas”.
Viedma también hace hincapié en desculpabilizar y menciona el espacio de terapia como un lugar donde las víctimas se sientan oídas, cuidadas y eso hará que se mitigue la vergüenza y los temores que puedan experimentar cuando finalmente se animen a relatar el horror vivido. “Que puedan concientizar que fueron abusadas es el primer paso para que lo pongan en palabras en un contexto contenedor, lejos de la revictimización, con sus tiempos y formas”, dice.
Y toca un punto que considera crucial en este proceso: “Deberá hacerse un seguimiento serio y contenedor de la víctima. Ese es un punto del cual no se habla, se sabe poco y no se suele trabajar del todo bien. En el mejor de los casos, cuando la noticia se viraliza se actúa en la urgencia, en la emergencia y, si queda ahí, el acompañamiento es breve, insuficiente, incompleto”. Aclara que, como en el duelo, el tiempo y el pesar son bien particulares de cada persona y no puede pensarse que una mujer que ha padecido semejante trauma pueda recuperarse en “dos días”.
Además del acompañamiento terapéutico es fundamental la presencia de amigas, familia, seres queridos. Como dice Mayorga: “Yo les sugiero una disponibilidad cercana, muy atenta, así la víctima si quiere hablar puede hacerlo, si quiere distraerse encuentra esa posibilidad. Es una discreta disposición a la compañía. Es intuitivo, perceptivo de estar al lado de la persona”.
Su colega Vazquez agrega: “Su entorno de confianza socio-familiar puede acompañarla para protegerla de recaídas en caso de que se agudicen o se recrudezcan los síntomas o haya riesgo suicida”. Esto es parte de ese seguimiento sostenido en el tiempo del que hablábamos antes.
Escobar suma: “No podemos perder de vista que las personas damnificadas reaccionan como pueden, hablan cuando pueden, se reponen cuando pueden (si es que pueden). En este punto, la empatía, la contención familiar, el apuntalamiento terapéutico son fundamentales para sostener y recomponer algo de lo que era esa persona antes del hecho traumático”.
Estas experiencias de abuso dejan una huella profunda, alteran el desarrollo psicológico, físico y emocional, impactan en las relaciones interpersonales, familiares, íntimas, laborales. Como estamos atravesados por el lenguaje, el espacio terapéutico, que pone en juego la palabra, es uno de los caminos para elaborar el trauma y empezar a reparar.
La carta de la víctima: “Tengo una angustia desmesurada”
Este jueves se conoció una dura carta de la víctima de la violación grupal en Palermo: “Tengo una angustia desmesurada, lo único que quiero es recuperarme”. Contó: “Si antes me daba miedo salir a la calle, ahora me da pánico, tengo episodios de hipervigilancia y angustia desmesurada, tengo un diagnóstico de estrés postraumático y lo único que quiero es poder recuperarme para continuar con todos los proyectos que tenía planificados y en la medida de lo posible retomar la vida normal que tenía antes de ser violentada”.
El texto completo de la carta
“Me dirijo a ustedes con el motivo de invitarlos a reflexionar sobre los hechos ocurridos en las últimas semanas y su estrecha relación con los medios masivos de comunicación y la opinión pública. Para ello, los invito a mirar este vínculo desde mi perspectiva, la damnificada.
Desde el comienzo del hecho, la mediatización del caso y la opinión pública sobre el mismo fue constante debido a la gravedad de los daños causados sobre mi persona y el factor clave de que fue un hecho ocurrido en plena calle porteña, a luz del día, todo lo que ya sabemos.
Por un lado, me siento muy agradecida por la visibilización que se le dio a mi caso en sentido de la presión que se genera para que se haga justicia, gracias a ello varias personas se contactaron conmigo para solidarizarse y ofrecerme su ayuda en la medida de lo posible, sin embargo, por otra parte, casi desde el momento inicial de lo ocurrido, me sentí totalmente hostigada por parte de los medios.
Que se ponga en duda una víctima de agresión de género y abuso sexual no es una novedad, he crecido escuchando los cuestionamientos constantes hacia las mismas, y desde el momento en el que pude recobrar un poco de fuerzas no sólo estuve preparándome para el dolor y la angustia que me genera la situación ni todo lo que conlleva pasar por un momento así e iniciar una instancia penal teniendo veinte años, sino también preparándome mentalmente para lo que se venía: la exposición de un caso y de una víctima como un circo mediático.
Sinceramente, tanto de afuera (como televidente y ciudadana) como de adentro (víctima) jamás pensé que la presión sería tanta, estos días me he cuestionado muchas cosas que me gustaría compartirles.
Gran parte gracias a la exposición del caso y las cámaras de seguridad de la Ciudad, se ha podido visibilizar el caso y generarle celeridad ante la justicia, con la cual en este caso me toca resaltar que estoy muy agradecida por la seriedad y la velocidad con la que se está llevando a cabo la causa. Sin embargo, cuando las pruebas fílmicas ya están siendo investigadas, ¿por qué seguir televisando las imágenes una y otra vez?
Siento que con la sed de justicia social que hay (y bastante morbo en cierta otra parte), se deshumaniza a la víctima de cierta manera.
He visto mucha indignación en las redes y medios a favor de mi persona, que pobre chica, que sufrió un infierno, que la apoyamos, que repudiamos lo que le pasó, que ojalá esté bien... Sin embargo, a pesar de ello, no he visto que ninguno de los medios que trasmitieron ese mensaje de “apoyo” hayan blureado mi imagen al 100%, creo que ni siquiera se cuestionan (o no quieren hacerlo) que el hecho sea trasmitido todos los días en todo momento es revictimizante y me genera mucho dolor ya que claramente lejos de ayudar más que nada hace que me remita al hecho constantemente, cosa se imaginarán, no es para nada saludable luego de una experiencia así. (De hecho he tenido que tomar medidas como desconectar el teléfono de mi casa porque me llamaban constantemente para que dé una nota o incluso se presentaban periodistas en mi domicilio).
De todas formas, no me sorprendía tanto que se repitan constantemente las imágenes de mi persona en una situación vulnerable y realmente difícil, como dije anteriormente he visto este mismo mecanismo perpetuado a lo largo del tiempo cuando la agredida era otra mujer.
Lo que realmente me sorprendió y me duele muchísimo al punto de generarme terror y una angustia indescriptible (además claro, de la situación vivida) es la poca responsabilidad que han tenido los medios con la protección de mi identidad.
Estos últimos días no sólo han trasmitido en directo un video en el cual se ve mi rostro al descubierto sin ningún tipo de autorización, sino también que hoy en un canal han dejado ver mi nombre en un panel, sin ningún tipo de blureo ni nada por el estilo.
En el momento que sucedió, mi abogado, Hugo Figueroa, quien me está prestando sus servicios desinteresadamente, estaba por dar una nota en el canal, les indicó a los panelistas que no tenían bajo ninguna circunstancia el derecho de develar información sobre mi identidad y sin embargo, los mismos comenzaron a discutir, incluso tapaban mi nombre con la mano, mostrando un nulo grado de respeto, hasta que sacaron la imagen del expediente y comenzaron a decir que “imposible reconocer a alguien con sólo un nombre de pila” cuestionándolo tanto a él como a mí en consecuencia, sin demostrar ningún tipo de remordimiento, diciendo que la causa es de carácter público y “contraactacando” con que él mismo en otra nota, había expuesto mi orientación sexual. Esto último, fue totalmente consensuado y autorizado de mi parte y, por si no quedó claro, no tengo ningún problema en manifestar que mi inclinación sexual implica que no tengo interés sexoafectivo con hombres, lo tomo como hecho de conocimiento público y estoy totalmente orgullosa de ello, y de hecho, el comentario expuesto por mi patrocinante resultaba importante para reafirmar la posición de que no presté consentimiento alguno en la situación (sin contar el examen toxicológico en el cual se advirtieron drogas que tampoco fueron consumidas bajo mi consentimiento).
Sinceramente, jamás pensé que habría una falta de respeto de tal magnitud, tanto hacia mí, como a mi patrocinante que reitero, desde el primer momento me brindó sus servicios desinteresadamente.
Si me preguntan cómo estoy a partir de esta situación, si antes me daba miedo salir a la calle, ahora me da pánico, tengo episodios de hipervigilancia y angustia desmesurada, tengo un diagnóstico de estrés post-traumático y lo único que quiero es poder recuperarme para continuar con todos los proyectos que tenía planificados y en la medida de lo posible retomar la vida normal que tenía antes de ser violentada.
Me gustaría que se dejen de trasmitir las imágenes que respectan al caso en las que aparezco, ya que muy a pesar de lo que puedan opinar los demás, más de uno y más de dos me han reconocido con el simple hecho de mirar las imágenes con mi rostro difuminado (ni hablar ahora con mi rostro y mi nombre al descubierto), sin embargo, si eso no les mueve un pelo, les pido que difuminen la imagen de mi persona en un 100%, y si en ese caso, tampoco les parece relevante el dolor, la angustia y todas las emociones negativas que conlleva ver un hecho traumático en mi vida como tal trasmitido una y otra vez perpetuando mi revictimización y remitiéndome constantemente a aquel momento, y deciden continuar alimentando el morbo, los invito a hacerse algunas preguntas que me hice durante estos días tanto como víctima como consumidora.
Si la causa claramente avanza, los registros fílmicos de las pruebas ya están en los expedientes y la justicia de la que tanto se remarca la ausencia en algunos casos, aquí está accionando: ¿por qué seguimos consumiendo los mismos videos una y otra vez dando opiniones personales e incluso hablando de inconsistencias donde las fuentes son dudosas o no hay fundamentos? ¿Cómo se sentirá la víctima y su familia al ver un episodio traumático y doloroso de su vida expuesto una y otra vez como un trailer de un policial? Si estamos del lado de la damnificada, ¿por qué permitimos que se filtren su identidad? (nombre, rostro, fisiología). Si lo que queremos es la recuperación de la víctima, ¿por qué se le pone en un rol de mártir en el que parece que la víctima no es una persona sino más bien la situación de abuso que sufrió? Si lo que se busca es justicia, ¿por qué los medios no se ciñen a lo técnico y se convierte en un espectáculo del horror y dolor ajeno basado en opiniones y conjeturas sin argumentos? Si la situación es aberrante y todos coincidimos con que debe haber justicia y estas cosas no deberían pasar jamás, ¿por qué sigue trasmitiéndose constantemente el hecho y cuestionando el mismo en vez de dedicar ese tiempo para concientizar y hablar de la cultura de la violación? La víctima, ¿es sólo víctima del hecho y debe lidiar con las consecuencias y el dolor que conlleva el mismo?¿O también ahora es víctima de la perpetuación del dolor que se trasmite constantemente?
Esta vez fui yo, pero no me gustaría que el día de mañana la dañada sea otra y luego de una situación tan dolorosa deba sufrir también la exposición a que la gente diga lo que le dé la gana y haga de una vivencia horrible, traumática y todos los adjetivos que creo hasta ustedes saben utilizar más que yo, un espectáculo pochoclero que sólo alimenta morbo y genera más dolor. El respeto a la protección de la identidad de la víctima no es un favor, es un derecho”.
Dónde denunciar. En la Argentina existen vías de comunicación a las cuales acudir en caso de violencia de género. Se puede llama al 144, donde se atienden a mujeres y personas LGBTIQ+ en situación de violencia; al 145, para efectuar denuncias de trata de personas; al 137, para la atención de víctimas de violencia familiar y sexual.
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