Violación en grupo, no en manada: por qué es importante llamar a las cosas por su nombre
¿Cuándo es consentimiento y cuándo abuso? ¿Qué se entiende por violencia de género, masculinidad hegemónica? ¿Por qué la violencia no es un acto privado? En esta nota, algunas herramientas conceptuales para elaborar discursos que no resulten violentos
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La violación en grupo que nos moviliza como sociedad desde este fin de semana -una joven de 20 años fue violada a plena luz del día en un auto estacionado en el barrio de Palermo Soho por 6 jóvenes- nos pide un espacio de reflexión. Es importante tener claras algunas definiciones. No da lo mismo cómo nombramos este hecho, menos aún si somos adultos responsables que debemos habilitar la conversación con chicos, chicas y jóvenes que nos rodean, si somos docentes, comunicadores. Sin definiciones básicas se nos dificulta pensar, poder construir una toma de posición y elaborar un discurso que sume en los espacios en los que nos movemos.
Las leyes que apuntan a la protección integral para prevenir, sancionar y erradicar la violencia contra las mujeres hablan específicamente de la “violencia simbólica”: es decir, el lenguaje con el que nos referimos sienta posición sobre los temas y, muchas veces, es un modo de violentar a las mujeres y a las diversidades.
La sexóloga y educadora en sexualidad Analía Lilian Pereyra (@licenciadaanaliapereyra) nos ayudó a construir un glosario de conceptos fundamentales para hablar de las violencias contra las mujeres.
Violación grupal, no en manada
Manada refiere a “grupo de animales de una misma especie que van juntos” y, en muchos casos, como el lobo, moverse en manada les permite cazar animales de gran tamaño. En cambio, los hombres que abusan sexualmente de una mujer no son animales, con lo cual es inadecuado hablar de manada. Además, con esta significación de “manada” les quitamos la capacidad de decidir, de pensar y revisar sus actos porque las personas, hombres y mujeres, sí tenemos esta capacidad que los animales no la tienen.
Masculinidad hegemónica
La masculinidad hegemónica está formada por un conjunto de prácticas que encarnan las respuestas aceptadas a la legitimidad del patriarcado y, de este modo, garantiza una posición dominante de los varones y la sumisión de las mujeres. Se estructura en una trama de significantes naturalizados a través de la educación sexo-genérica basada en ciertas características de los varones: omnipotencia, autosuficiencia, negación de la vulnerabilidad, dureza, despreocupación por el cuidado del cuerpo, represión emocional, autoridad sobre las mujeres y valoración de la jerarquía.
Consentimiento vs. abuso
Una práctica sexual sin consentimiento es un abuso. El consentimiento implica un acuerdo para participar en la relación sexual, con qué métodos cuidarse, qué prácticas se quieren hacer y cuáles no. Este es reversible, lo que implica que se puede decir sí a realizar una actividad y en lo inmediato arrepentirse, por lo que hay que explicitarlo siempre, nada se da por sentado. El silencio no es consentir, como suele ocurrir. Por ejemplo: si alguien no dice que “no” por miedo o porque no está en condiciones por estar bajo el efecto de drogas o alcohol, entonces no hay consentimiento. Si se quita el preservativo sin avisar ¿es falta de consentimiento? Sí, porque como se dijo, si se acordó usarlo, el quitárselo sin avisar es abuso.
Violencia de género
La violencia de género es aquella que está dirigida hacia las mujeres, es un problema social que afecta a todos los niveles de una sociedad. En particular, el concepto de violencia contra las mujeres nos muestra de manera descarnada que esta problemática la padecemos las mujeres sólo por el hecho de serlo, por una posición de subordinación derivada de la desigualdad existente entre varones y mujeres. La violencia se justifica dentro de un sistema/cultura patriarcal que ha sido totalmente naturalizado y que retroalimenta todo un proceso asimétrico del poder.
La violencia no es enfermedad o adicción
Que los hombres que abusan lo hacen porque tienen problemas con el alcohol u otras drogas o están enfermos es erróneo, porque alude a que la violencia es ejercida por varones que no saben lo que hacen a causa de la bebida, las drogas o alguna enfermedad y, por lo tanto, no pueden controlar esta conducta violenta. La falta de conciencia o de intencionalidad manifiesta de hacer daño aparece en la base de este mito.
El alcoholismo y el consumo de drogas es un ingrediente más pero no es la causa que origina la violencia. Adjudicar el alcohol, las drogas o a alguna psicopatología mental como causales de la violencia hacia las mujeres es considerar que la misma es un fenómeno individual, un hecho aislado y puntual, extraordinario, ocultando que la violencia se inserta como modalidad de poder dentro de las relaciones de género en un contexto cultural dado. Hay investigaciones que sostienen que sólo un 5% de los hombres que maltratan a sus parejas presentan graves trastornos psicopatológicos.
La violencia no es un acto privado
Hay que desarmar estas frases: ‘No te metas’, ‘son asuntos privados, por algo estaba ahí’. Ninguna situación de violencia es un asunto privado ya que es un delito contra la libertad y la seguridad de las personas y, por tanto, debe intervenir la sociedad y el Estado. La violencia hacia la mujer en todas sus manifestaciones es reconocida como un problema que debe ser condenado y denunciado, debe salir del ámbito privado y trascender a lo público como una violación de los derechos humanos de las mujeres. Por eso aplaudimos a quienes denunciaron esta situación e intercedieron para que dejara de violentarse a esta joven.
Escuchar y denunciar, nunca culpabilizar
Nuestra sociedad sigue siendo machista y patriarcal, aunque muchas cosas se estén revisando y se sigan denunciando casos de violencia. Las mujeres siguen siendo abusadas sexualmente, siguen muriendo por celos y posesividad, así también hay mujeres que no son dueñas de sus cuerpos y de sus decisiones. Los mitos cuando no son “desmentidos” generan que:
-Se culpabilice y se adjudique la responsabilidad a las mujeres por las conductas agresivas de las que son objeto (“vos te la buscaste”).
-Se relativice el daño y las consecuencias en la vida de las mujeres que son víctima de violencia (“no fue tan grave, no fue para tanto...”, “está bien de salud… no le hicieron nada”, “no pasó nada... no perdió la vida”).
Leyes fundamentales para conocer
- La Ley Micaela propone la formación en perspectiva de género a todos los agentes de los tres poderes del Estado (legislativo, ejecutivo y judicial). Se propone lograr el reconocimiento de los tipos de violencias, del sistema patriarcal y de los estereotipos de género, las modalidades de vínculos violentos y las subjetividades actuales; busca conocer las herramientas legales y teóricas para constituirse en empleada/o garante de la igualdad de género, así como reconocer un pensamiento y una acción enmarcada en la perspectiva de género.
- Educación Sexual Integral (ESI): la Ley N° 26.150 se promulgó en 2006 y establece el derecho de niñas, niños y adolescentes a recibir Educación Sexual Integral a partir del Programa Nacional de ESI, con el propósito de garantizar el acceso a este derecho de manera integral en todas las escuelas del país desde el Nivel Inicial hasta la formación técnica no universitaria. Una educación sexual presente, que abra el diálogo, que permita a las y los jóvenes conocerse, sacarse las dudas, debatir sobre temas actuales y enseñarles a cuidarse y quererse, esa es la educación sexual que se propone. Mientras no pongamos en diálogo las situaciones propias que transitan las y los jóvenes, sus miedos y dudas, también sus disfrutes, mientras sigamos negando la sexualidad, metiéndola en el armario bajo 500 llaves seguiremos reproduciendo situaciones abusivas y, también, displacenteras. La educación sexual integral no sexista, la educación sexual con perspectiva de género y de derechos humanos es la que logrará que no existan más estas situaciones.
- Ley Nacional 26.485: la Ley de protección integral para prevenir, sancionar y erradicar la violencia contra las mujeres en los ámbitos en que desarrollen sus relaciones interpersonales se sancionó en 2009. Pretende: la eliminación de la discriminación entre mujeres y varones en todos los órdenes de la vida; el derecho de las mujeres a vivir una vida sin violencia; las condiciones aptas para sensibilizar y prevenir, sancionar y erradicar la discriminación y la violencia contra las mujeres en cualquiera de sus manifestaciones y ámbitos; el desarrollo de políticas públicas de carácter interinstitucional sobre violencia contra las mujeres; la remoción de patrones socioculturales que promueven y sostienen la desigualdad de género y las relaciones de poder sobre las mujeres; el acceso a la justicia de las mujeres que padecen violencia; la asistencia integral a las mujeres que padecen violencia en las áreas estatales y privadas que realicen actividades programáticas destinadas a las mujeres y/o en los servicios especializados de violencia.
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