Violación en grupo: ¿Cómo hablar con niños y niñas sobre el tema?
Educadoras y psicólogas que trabajan con infancias resaltan la importancia de la implementación de la Ley de Educación Integral; sostienen que esta violación que nos conmociona es una oportunidad para habilitar el diálogo en casa y en las escuelas
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Una violación grupal conmociona a la sociedad argentina. Seis jóvenes de entre 21 y 24 años a plena luz del día en el barrio porteño de Palermo violaron a una adolescente de 20. Estaban dentro de un auto. Se turnaban. Ninguno de ellos en algún momento tuvo una alarma interna para detenerse ante el horror que estaban cometiendo.
Cuando se consulta a educadoras, psicólogas que trabajan con infancias sobre cómo encarar este tema con los más pequeños, cómo lograr una formación para que estas acciones no se repliquen lo primero que resaltan es la importancia de la implementación de la Ley de Educación Integral (ESI). Apuntan que episodios como estos, que instalan el tema transversalmente en la sociedad, son una oportunidad para que las familias y las escuelas lo tomen y habiliten el diálogo con información.
La licenciada en Educación Rosana Abregú, docente, especialista en ESI y responsable de Sinergia ESI pidió: “Necesitamos que la Educación Sexual Integral se haga presente de tal modo que, este tipo de aberraciones, jamás, nunca pueda ser ‘naturalizada’ por una persona, no importa su edad, su género, su historia de vida”.
Y agrega: “No sólo es necesario ayudar a las mujeres y personas disidentes (muchas veces también víctimas de delitos similares) a adoptar actitudes preventivas. Tan importante como eso es educar a niños y jóvenes para que no exista la mínima posibilidad de que alguna vez tengan la tendencia de violar a alguien. Y, también, educarlos para que multipliquen con otros varones lo aberrante de esa acción”.
La psicóloga Leticia Prego, que trabaja junto a Abregú en docencia sobre estos temas, suma: “Es importante en las familias y en las escuelas aprovechar cuando se hacen tan virales este tipo de noticias (tan lamentables, por cierto) para instalar el tema con niños, niñas y, sobre todo, con adolescentes. Estas oportunidades son mucho más útiles que intentar el diálogo en abstracto, porque la emocionalidad que trae el tema predispone a abrirnos, a querer cambiar la situación, a amalgamar el aprendizaje, a intentar que se generen hábitos y pensamientos saludables, respetuosos y empáticos”.
Ambas abren un apartado para referirse a cómo abordar con la primera infancia un tema tan delicado como la violación que fue noticia. “Sugerimos recordar siempre que los temas y la forma de abordarlos tienen que ser graduados de acuerdo a las edades y niveles de desarrollo. Salvo que sea una preocupación o un tema que ellos propongan, es mejor no exponerlos por la complejidad que implica. Eso no es mentirles, sino explicarles lo que pueden llegar a entender”, menciona Prego.
“En cambio, sí es fundamental ir generando un espacio de diálogo y confianza, nombrando los genitales, explicando sobre la intimidad, el cuidado y respeto por el propio cuerpo y el de otras personas, el consentimiento y, a medida que van creciendo y ampliando sus posibilidades cognitivas y emocionales, ir incorporando temas más complejos y profundos”, agrega Abregú.
Su colega, la psicóloga Andrea Aghazarian, especializada en infancias, coincide en la relevancia de dialogar apoyándonos en la ESI y siempre en función de la edad de los chicos. Por ejemplo, “en Jardín de Infantes se enseñan las partes íntimas, se identifican y se les va enseñando, a medida que cobran autonomía, que son partes que nadie tiene por qué tocarles, excepto el pediatra para revisarlo en presencia de los padres y con aviso, y se les va enseñando a que cuando se bañan se laven ellos sus partes. Así se crea el sentido de lo íntimo”.
Agrega que, en relación con un hecho como el de la violación grupal, cuando son tan pequeños “no lo van a comprender en su plenitud, pero si surge como pregunta se explica que es una violencia sobre una chica. Si repreguntan, se aclara que fue sobre su cuerpo sin su consentimiento, y que eso nunca se debe hacer”.
Aghazarian enfatiza en la valiosa herramienta de la ESI, que señala que en muchos colegios no se desarrolla en su totalidad. “Se utilizan horas, pero sólo para dar partes del contenido”, menciona. Y se pregunta por qué. “Uno de los motivos, mayormente en los colegios privados, es evitar una reacción negativa en los padres”, señala. “Los padres deben comprender que a los niños y niñas desde pequeños hay que enseñarles que, por ejemplo, las acciones realizadas en grupo no eximen de responsabilidades a cada uno de los que lo componen”.
Se refiere, para ejemplificar, a casos que trató de bullying a chicos. “En los primeros años de vida se hace bullying contra otro niño, incluso muy frecuentemente a través de las redes. Hay que dejar muy en claro que, aunque el protagonista de la acción sea uno de los miembros del grupo, el resto tiene una responsabilidad, que en general no se asume, que es denunciar, detener y proteger al que está siendo víctima del maltrato”.
Por su experiencia en la consulta, suele escuchar a padres que manifiestan: “Mi hijo no fue”. Sin embargo, enfatiza: “Hay que dejar en claro que su hijo sabía y estaba presente en ese acto, lo que lo convierte en cómplice; hay que enseñarle esto desde pequeño. Saber implica siempre una responsabilidad, esto involucra a los padres, que a veces optan por negar”.
La experta sostiene que hay que educar a los niños para que tengan el coraje de romper el pacto implícito de la pertenencia al grupo cuando se trata de maltratos. “Lo que de niños puede ser complicidad haciendo bullying, de adolescentes y adultos pueden ser abusos grupales”, alerta. “No olvidemos que, desde muy temprana edad, en particular los niños cargan con estereotipos de machismo que incluyen el silencio, la complicidad entre pares, no importa de qué se trate. En todos los casos es traumático para la víctima, más allá de la edad que tenga”.
Las especialistas coinciden en que como adultos tenemos la posibilidad y la obligación de educar de otra manera a las futuras generaciones. La ESI y la Educación Emocional son recursos con los que contamos para poder generar estos cambios.
La licenciada en Educación Rosana Abregú y la psicóloga Leticia Prego (@sinergia.esi) elaboraron para OHLALÁ! estos consejos sobre cómo hablar con nuestros hijos e hijas sobre sexualidad.
5 tips para hablar con los hijos e hijas sobre sexualidad
- Empezar cuanto antes: desde siempre. Durante la infancia no suele haber vergüenza para hablar sobre el cuerpo y la sexualidad. Aprovechemos este umbral de posibilidades para que la circulación de la palabra se convierta en algo naturalizado en la familia.
- Conocer, cuidar, respetar y valorar los cuerpos: el propio y el de las demás personas. Conocerlo implica usar nombres científicos para designar las partes íntimas, pero además nombrarlos nos da pie para enseñarles que nadie puede tocarlo sin su consentimiento, y eso mismo vale para todas las personas, por lo que tampoco ellos pueden tocar o hacer algo sin el consentimiento de otra persona.
- No lo sabemos todo: es necesario aceptar que no tenemos algunas respuestas a sus preguntas, pero ante esto, nunca la respuesta es la evasiva o el silencio. Puede ser una oportunidad para investigar o averiguar juntos la respuesta. Siempre responder con la verdad, adecuada a la edad, claro, pero la información verosímil es fundamental porque tarde o temprano “descubren” que mentimos o inventamos, y así perderían la confianza en nosotros.
- Que circule la palabra: si como dijimos antes, la palabra circula con libertad y con la verdad desde los primeros años, al momento de llegar a la pubertad y adolescencia será más sencillo entablar conversaciones. Los adolescentes suelen ser muy reticentes a hablar sobre temas íntimos y, a veces, mucho más con sus padres y madres, por eso, si no lo hicimos antes comenzar el diálogo en esta etapa va a convertirse en una ardua tarea.
- Educar con el ejemplo: nuestros hijos nos observan permanentemente, aun cuando parece que no lo hacen y que están en la suya. Nos miran, nos copian, somos su ejemplo. Si queremos promover actitudes de respeto, cuidado, consentimiento, empatía, no podremos hacerlo si no somos coherentes entre nuestras acciones y nuestro discurso.
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