Viaje en modo motorhome por California
Con el transporte y el alojamiento resueltos en un solo paso, dos familias se lanzan a la ruta en un circuito que los lleva de Los Ángeles al parque Yosemite; consejos a la hora de convertir el vehículo en nuevo hogar
Mi hijo de 5 años insiste en que la idea fue de él. Que desde que vio aquel capítulo de Peppa Pig en que toda la familia de chanchitos sale a la ruta en su “casita rodante”, él supo que quería hacer lo mismo.
Lo cierto es que el sueño de viajar a bordo de una motorhome, RV (por Recreative Vehicle o vehículo recreacional), camper o autocaravan, entre sus distintos apodos, empezó a tomar forma a fines del año pasado, cuando nos animamos a reservar esta suerte de all inclusive sobre ruedas, en lo que sería una travesía de dos semanas y 2500 km por California, en julio último.
Con buenas rutas, paisajes de película y una arraigada cultura de viajeros “caracol”, por eso de llevar la casa a cuestas, Estados Unidos es un buen punto de partida para iniciarse en el submundo de las campers.
Nosotros éramos cinco: dos adultos y tres chicos de 15 , 10 y 5 años. Nuestros amigos Bernie y Sole, con sus hijos de 15 y 7 años, no sólo se sumaron al viaje, ayudaron a planificarlo (hay que reconocer que Bernie fue el único que se abocó a estudiar los mapas, rutas y distancias que supondría el periplo; los demás paveamos pensando en si cocinaríamos platos gourmet o terminaríamos comiendo ravioles en lata), sino que se animaron a alquilar un vehículo aún más grande que el nuestro. Un verdadero palacio rodante, el suyo. Y un desafío para dos familias de novatos como las nuestras, desacostumbradas a las dimensiones de lo que a primer golpe de vista se presenta como un camión Scania R730 V8. De hecho, una pareja de brasileños que conocimos en el local de alquiler de RV, los Fasfú Edwards, devolvía su vehículo con algunas imprevistas magulladuras, producto de un mal cálculo a la hora de esquivar un cartel en la ruta. Nada que no haya podido solucionarse con los 500 dólares que dejaron de depósito.
Las ventajas de la vida en RV son conocidas para muchos, aunque la razón de ser de este compendio rodante es un principio único y universal: la libertad. Libertad para partir y llegar a la hora que se quiera, para cambiar de itinerario sobre la marcha, para comer donde a uno se le antoje o de no tener que parar para ir al baño. A ello se suman el ahorro que supone alojarse, comer y trasladarse (con precios de nafta a todas luces menores que en Argentina) en modo “todo-en-uno”, sin tener que hacer y deshacer valijas (hay bastante lugar de guardado), con comodidades de la vida cotidiana incluidas: microondas, heladera, hornallas, baño con ducha, agua caliente. Incluso hay algunas que cuentan con TV de pantalla gigante, aunque no fue nuestro caso. En cuanto a las camas, había una camera por encima del asiento del conductor y acompañante, una cucheta con dos lugares en el fondo, y la mesa de comedor, que se convierte en una plaza más.
También hay desventajas, desde ya. La primera la descubrimos al primer volantazo, cuando salieron todos los objetos disparados por el aire. Como una película clase B del Exorcista, se abrieron los cajones que quedaron mal cerrados, voló el detergente, la cámara de fotos, los arándanos que quedaron sobre la mesa... Incluso el menor de la familia salió despedido de la cucheta de arriba, y aterrizó en el otro extremo del vehículo. Más que por el golpe, lloró porque todos nos reímos de su aventura voladora. Es una primera lección, un tanto brutal pero sumamente efectiva, para mantener el orden en “la casa”, guardando todo, absolutamente todo, antes de arrancar. La otra manera de garantizar cierta limpieza en el nuevo hogar fue de iniciativa propia: a un dólar por día, los más chiquitos se esmeraban en barrer, limpiar y hacer las camas como podían.
Un detalle no menor es que está la opción de alquilar la ropa de cama y la vajilla, que se cobran por día. La vajilla la obtuvimos gratis gracias a Sole, que ofició de improvisada traductora inglés-portugués en la oficina de alquiler, mediando entre los brasileños accidentados y los encargados del local. En cuanto a la ropa de cama, hicimos las cuentas y nos resultó mucho más económico comprar sábanas, almohadas y cubrecamas que alquilar el set: gastamos US$ 60 en total; no serían de 1000 hilos de algodón egipcio, pero cumplieron decentemente su función, y las trajimos con nosotros a Buenos Aires.
Al tema del vaciado del depósito, por razones obvias, le tenía cierta idea antes de iniciar el viaje. En algunas estaciones de servicio y en todos los campamentos de RV se puede desagotar el tanque de aguas grises y negras (de la cocina y del baño) y llenar nuevamente el tanque de agua, que se valorará más que nunca y se cuidará prácticamente como en tiempos de guerra. El trámite resultó bastante más simple y rápido de lo que imaginaba, aunque para ser justos, hay que decir que la tarea recayó enteramente en el hombre de la casa. Para controlar los niveles de los depósitos de agua, junto con los de luz o gas, hay un tablero a tal fin junto a la puerta de entrada (también allí está el generador de electricidad, para usar por ejemplo el microondas cuando el vehículo está apagado).
Otra contra del motorhome es que no se lo puede “tirar” en cualquier lugar o costado de la ruta para dormir. Para eso hay una extensa red de campamentos o RV Camps equipados con electricidad, desagües, wifi (fundamental para adolescentes con abstinencia de Internet), duchas, lavarropas/secarropas y hasta pileta de natación en los más pitucos. Los precios varían entre US$ 10 y US$ 70 por noche (cobran un plus de US$ 2 por mayores de 10 años) y alojarse en ellos, después de un par de días de dormir en los estacionamientos de Walmart (efectivamente, quedarse allí por la noche está permitido – salvo que muestren el temido cartel de No Overnight RV Parking– y es una práctica bastante habitual... y gratuita) es como llegar al Ritz de París.
Decoración rutera
Los norteamericanos se toman muy en serio esto de vivir sobre ruedas, y es asombroso ver la energía que invierten en hacer del RV lo más parecido a un hogar. Alfombra, felpudo con leyenda de Bienvenido, sillas, mesa con mantelito de flores, parrilla portátil (que ya comienza a humear a las 5 de la tarde) guirnaldas con luces de colores, banderita de Estados Unidos y hasta perro recostado en el “porche”, nuestros vecinos desplegaban, cual vendedor de alfombras marroquí, todo su arsenal hogareño apenas ponían el freno de mano. Nuestra sencilla RV, desprovista de decoración alguna, parecía una casa despintada y sin flores al lado de estas maravillas de la decoración rutera.
Las reglas de convivencia también son simples pero hay que respetarlas a rajatabla. Por ejemplo, existen horarios especiales para usar el generador (bastante ruidoso por cierto), y hay que asegurarse de haber apagado bien las llamas si se prendió un fuego. A nosotros nos llamaron la atención (con justa razón) por hablar y reírnos más fuerte de lo permitido, una noche de ronda de chistes y fogata (ojo que a la noche la temperatura baja varios grados en el bosque).
Hay campamentos cuya ocupación se agota rápidamente, por lo que conviene reservar al menos con dos días de anticipación si se tiene planeado pasar por ese sitio. Un caso aparte son los campamentos de Yosemite, el parque del que se enamoran unos 3,5 millones de visitantes cada año. Allí se debe reservar hasta con varios meses de antelación si uno quiere asegurarse un lugar en alguno de sus varios campamentos, aunque hay algunos muy recomendables en las afueras del parque también (tales como Yosemite Pines RV Park, a 35 km, o Mono Vista RV Park, a 19 km).
Lo que definitivamente no se recomienda es pasar varios días en una gran ciudad a bordo de un RV. Si bien la mayoría de las principales urbes tiene al menos un estacionamiento para estos vehículos (Nueva York cuenta incluso con uno con vista a la Estatua de la Libertad), generalmente están llenos, son caros y están en las afueras de los circuitos turísticos. Nosotros optamos por alquilar auto en Los Ángeles, que fue donde recogimos y dejamos la casa rodante (aunque también existe la opción de rentarla en un lugar y devolverla en otra), y fue un alivio. Después de tantos días al volante de la RV, volver a manejar un auto se siente como jugar a los kartings. En San Francisco tuvimos suerte de conseguir un campamento contiguo a la estación de ferry (Marin RV Park), barco que diariamente hacía el viaje hacia y desde la ciudad. Un paseo pintoresco y entretenido para hacer uno o dos días, con imponentes vistas al puente Golden Gate y al islote de Alcatraz, pero no más (el viaje dura media hora en la semana y una hora los fines de la semana).
Calculadora a mano
La pregunta del millón es si resulta más barato alquilar RV que auto y hotel por separado. La respuesta depende de varios factores. Como siempre, la anticipación con la que se reserva es determinante, además de la temporada, la cantidad de días, el tamaño del vehículo y el número de personas. Para una familia de 5 como la nuestra, en más de un hotel o motel de ruta hubiésemos tenido que reservar dos habitaciones, por lo que sí nos resultó más económico. En una familia de tres la ecuación tal vez hubiese sido inversa.
En líneas generales, un alquiler en enero para un motorhome de 28 pies y para 6 personas cuesta US$ 127 por día, mientras que en temporada alta (verano boreal) trepa a 200.
Sí se ahorra mucho en las comidas, aunque lo ideal es mechar la cocina con algunas salidas a comer afuera (más no sea a un In-n-Out, local de hamburguesas del Oeste que se convirtió en el preferido de los chicos). O comprar platos caseros en supermercados como Whole Foods o Ralph’s (bandejitas de sushi incluidas), y comerlos en el motorhome. Si la opción es cocinar, hay que procurar que no haya mucho humo, caso contrario suena la chicharra del smoke detector (detector de humo).
Si bien se entiende que el RV no es para cualquiera, definitivamente lo es para casi todos los chicos. Al programa en sí de viajar en este tipo de vehículo se sumaron algunas sorpresas en la ruta, como fue avistar elefantes marinos, descubrir playas secretas, visitar el suntuoso castillo del magnate William Randolph Hearst (en las colinas de San Simeon), o alimentar a emus y avestruces en una granja. Por la famosa Highway 101, con el mar a la izquierda y las montañas a la derecha, serpenteando entre valles verdes y rocosos, recorrimos los siguientes puntos:
- SANTA BÁRBARA: la llamada Riviera Italiana-Americana, por su parecido con la Costa Azul, fue una de las misiones fundadas por los españoles en la costa de California, y esto ha dejado huellas indelebles en la arquitectura de la ciudad, pese a que gran parte de ella fue destruida en el terremoto de 1925. La imagen de las dos RV paseando entre sus prolijas calles de casas coloniales le dio un toque un tanto grotesco a tanta sofisticación.
- SOLVANG: alejándose un poco de la costa, este pueblito de aspecto danés, pero en pleno paraíso templado californiano, fue poblado precisamente por inmigrantes llegados del país nórdico en 1911. Todo, desde los molinos hasta las galletitas de manteca, busca emular la estética de Dinamarca. Además de comer salchichas gourmet y visitar la misión de Santa Inés, hicimos uno de los programas más turísticos de mi vida: recorrimos las apacibles callecitas del pueblo en una bicicleta para 9 personas. Los más chiquitos eran pura carcajada.
- BIG SUR: es uno de los tramos más cautivantes de la ruta, 140 km que se estiran entre San Simeon y Carmel. De un lado, el Pacífico acompaña con dramáticos acantilados y un mar por momentos turquesa, por momentos negro como la noche. Del otro, las montañas abruptas de Santa Lucía. En el medio, una densa niebla que lo envuelve todo, y que milagrosamente se esfuma a la vuelta de una curva. Entonces estalla ante nuestros ojos uno de los paisajes más espectaculares de todo Estados Unidos. Lástima que los chicos durmieron durante todo el trayecto...
- MORRO BAY: dormimos en un RV park frente a la playa y su famoso Morro Rock, un monolito de roca que emerge del océano, frente a la costa. Es todo lo que conocimos de este pueblo pesquero, en el condado de San Luis Obispo.
- CARMEL: el pueblo que alguna vez tuvo como alcalde a Clint Eastwood es un punto obligado para hacer una parada (al borde del mar, su nombre correcto es Carmel by the Sea). Canteros con flores en las calles, galerías de arte, bistros de aires europeos, casas soñadas y una eterna neblina, el lugar es pura elegancia y perfección. El 17 Mile Drive, un tramo de ruta privado (cuesta US$ 9 por vehículo) atraviesa bosque y mar, con vistas increíbles sobre el océano y los más exclusivos campos de golf del mundo (donde el fee para jugar no baja de los 500 dólares).
- NAPA VALLEY: hay más de 400 viñedos en este bucólico valle, y no nos podíamos ir sin conocer alguno. Están desde los más antiguos, como Beringer (opera desde 1876) o Buena Vista Carneros (nada menos que 1857) hasta Rubicon Estate, cuyo dueño es Francis Ford Coppola (parece que vive allí mismo). Nosotros optamos por Frog’s Leap (salto de rana), un coqueto rancho en el que, a 20 dólares por cabeza, se degustan cuatro variedades de vino artesanal. Los chicos tomaron jugo de frutas y se divirtieron en la granja.
- SAN FRANCISCO: ¿cómo aprovechar una ciudad inabarcable en tan sólo dos días? Lo nuestro fue caminar, caminar y caminar (compramos un cochecito paragüitas para el más chiquito), aunque al final, agotados, tomamos uno de los tradicionales tranvías de la ciudad. Pero antes recorrimos Chinatown (donde nos dimos una panzada de platos típicos), Castro (contratamos un tour “a la gorra” por el icónico barrio gay), las casas victorianas de Alamo Square, Heights Ashbury (meca del flower power en los años 60) y la Academia de Ciencias de California (fantástico museo de historia natural). Tal vez lo que más recuerdan los chicos es al hombre que se paseaba alegremente por las calles de Castro... completamente desnudo.
- LAKE TAHOE: lo más fácil sería decir que es el Bariloche local, pero la comparación no le haría justicia a este paraíso de bosques y montañas al amparo de la imponente Sierra Nevada. En la frontera entre California y Nevada (la división de estados pasa por el medio del lago), es una meca de esquí en invierno, y en verano el lago se puebla de gente haciendo kayak, paddle surf, windsurf y básicamente todo lo que flote. El novelista Mark Twain dijo alguna vez que el aire de aquí “es el mismo aire que respiran los ángeles”. Casi todas las playas cobran por el estacionamiento, aunque lo bueno es que permiten el acceso a motorhomes.
- YOSEMITE: es el highlight del viaje. Entramos por el paso Tioga (3031 metros de altura, estuve unas cuantas horas con los oídos tapados) y pasamos tres días entre sequoias gigantes, bosques, lagos de aguas traslúcidas, praderas de flores silvestres y macizos de roca gigantes. Los chicos, eso sí, sufrieron la falta de wifi, señal de teléfono y todo atisbo de civilización que se le parezca.
- LOS ÁNGELES: devolvimos el RV y descansamos unos días antes de regresar a Buenos Aires. Visitamos los fantásticos y recomendables jardines de Huntington (en rigor, están en San Marino, a 17 km de Los Ángeles), el imperdible museo Getty (además de ser gratis, una rareza para este tipo de museos en Estados Unidos) y las playas de surfistas. Los chicos se despacharon con un día en Disneyland (los más chiquitos) y en Six Flags (los más grandes), el parque de montañas rusas, como para añadir más adrenalina a un viaje al que no le faltó su cuota de emoción.
Datos útiles
Dónde alquilar
www.motorhomebookers.com es una herramienta útil para comparar entre los principales rentadores del rubro, como Cruise America, El Monte, Moturis o Road Bear. Hay que tratar de no salir ni llegar un sábado a la tarde o un domingo, porque algunas compañías no trabajan durante los feriados. También es importante tener en cuenta dónde quedan los centros de alquiler y devolución, porque en general están en las afueras de la ciudad y el viaje en taxi puede ser costoso. Nosotros fuimos en el auto que habíamos alquilado en LA, y volvimos de a dos: uno manejando el RV, el otro el auto, a devolver este último. Lo mismo hicimos para entregar el RV (alquilamos previamente el auto).
Campamentos
Kampgrounds of America (KOA) tiene casi 500 campings para motorhomes en todo Estados Unidos y en su Web (https:/koa.com/) se puede buscar y planificar por anticipado dónde parar.
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