"Viajar nos hace más lindxs"
Para la periodista especializada en viajes Carolina Reymúndez, el género no determina el viaje ni la forma de viajar
La autora publicó, entre otros libros, El mejor trabajo del mundo, sobre su vida como cronista de viajes.
Mujer, hombre, trans, lesbiana, gay, binario, pangénero o agénero, al viajar uno es un ser humano en relación con el mundo y con uno mismo.
Somos distintos si viajamos solos o acompañados. Cambian las rutinas, la intensidad de observación y el modo de relacionarse. Pero el viaje, como el amor o el odio, trasciende el género.
A los 19 viajaba para ver más. Para explorar los límites y cruzar fronteras.
Para tratar de entender, para encontrarme con la mirada del famoso "otro". Para saber qué comía, qué leía, de qué se reía y si tenía dios. Viajaba para ver el horizonte y la noche en otra tierra. Viajaba para ir a los mercados y para conocer gente.
Ahora viajo por otras razones, pero en el fondo viajo por las mismas. El viaje es: la gente y el paisaje. Pero esos dos sustantivos se potencian y amplifican y se transforman en propios después del viaje.
Hace unos días volví de Cachi, en los Valles Calchaquíes, y hoy también Cachi es Silvita, la coplera de la plaza que canta para turistas con la voz más desafinada que escuché en toda mi vida. Esta caja que toco y sabe hablar, sólo le faltan ojos para acompañarme a llorar. Silvita tiene 60 pero parece de 120, sin dientes y con la aridez de los cerros en la cara. Cuando terminó de cantar fue y se compró un helado de palito de chocolate y siguió a la casa a darles de comer a los nietos. El viaje es entender y aceptar.
Cuando vuelvo de viaje estoy cansada porque durante el viaje el cuerpo es una hondura abierta que recibe información: olores, texturas, silencios, frío o calor, música, publicidades, kilómetros, infamias y bellezas y plantas y gustos. El viaje es la ilusión de planificarlo y los matices de la memoria que lo renuevan y modifican cada vez que lo recuerdan.
Unos meses atrás viajé en tren por Rusia. Era un viaje largo y pasé horas y horas mirando por la ventanilla. Miraba para afuera: los detalles y colores del paisaje de Siberia. Y también miraba hacia adentro. Viajar es una doble ventana.
Tenía un novio que decía que me ponía más linda cuando estábamos por salir de viaje y se lo creí: viajar nos hace más lindxs.