Una casa fantasma para fans del tango
La Boca es un barrio-museo al aire libre con su epicentro emocional en Caminito. Porque a la vuelta vivió Juan de Dios Filiberto (1885-1964) autor de ese tema y otros igualmente esenciales. Vida y obra desde que comenzó a trabajar a los 9 años como estibador, tornero, aprendiz en el Teatro Colón, violinista y director de orquesta, es una novela que todavía no fue filmada. Con igual escenario porque nunca se fue de La Boca desde que nació, en Brandsen y Necochea, hasta mudarse a Magallanes 1140.
La casona parece exiliada, ajena al éxito de Caminito. Un fantasma que los peatones eluden. Nadie repara en ella. Aunque cercana a la procesión continua de turistas. A pocos metros hacia el Sur, frente a la plaza Matheu, a un par de cuadras de la remodelada avenida Patricios y a cuatro del Riachuelo, simbiosis de soledad entre La Boca y Barracas.
Ver la casona desangelada, tapiada, que parece caerse a pedazos, da vergüenza ajena. Persianas y puertas cerradas con obras abandonadas de Benito Quinquela Martín y Agustín Riganelli, frecuentes advertencias de remate y demoliciones y decisiones oficiales de preservarla frustradas en el 2007 y el 2011. Sólo queda en su lugar la placa de Monumento Histórico. El bronce que da pena porque los metales no lloran, sólo sonríen con Gardel.
Gracias a la historia oral se puede reconstruir su interior. Dos plantas de estilo colonial con los toques personales que ordenó imperativamente Filiberto que no era de buen carácter. Así como Mahler (el músico, no el funcionario, consultó a Freud) hizo lo mismo cuando sacaba de quicio a Santos Discépolo al componer Malevaje. Le pidió entonces ayuda al gran José Ingenieros que no le quiso cobrar diciendo "Mire Filiberto, me gusta porque usted es tan loco como yo...".
Imaginemos lo que no podemos ver. En la planta baja patio, un corto pasillo con las partituras enmarcadas. Luego la cocina y una huertita al fondo. Arriba dormitorios y su estudio, con el armonio de su primitiva orquesta cuando Canaro ya tenía la suya entre piringundines con señoritas para todo servicio.
Un año antes de morir había pensado que su casa podría ser un museo, aunque no la viera. En la barriada no olvidan el cortejo fúnebre con la moto bomba de los Bomberos Voluntarios, los vecinos tarareando El Pañuelito y tirando flores, con Quinquela al lado de su ataúd.
La trocha abandonada que rescató don Benito, hizo posible el intendente Hernan Giralt en 1959 y convirtió en suceso Cecilio Madanes con el teatro, hoy es el lugar más transitado por baldosa cuadrada en todo Buenos Aires, más que cualquier shopping.
En la espina dorsal que es Magallanes, a metros del conventillo donde pintó Fortunato Lacámera la caravana que descarga el Bus turístico es incesante. Mesas en la calle, aun con el frío, parejas de baile con medias negras caladas, muñecos de Omar Gasparini con Maradona desde las ventanas o el Papa en el balcón, figuras de cartón para las fotos de visitantes sin temor de largarse a bailar y una voz imitando a Cacho Castaña.
Y mientras recorren los 150 metros del Caminito, rodeados de bustos y artistas aficionados, tararean de memoria los versos del riojano Gabino Coria Peñaloza temiendo que "una sombra ya pronto serás, una sombra lo mismo que yo..."
Pero seguirá su vigencia virtual internacional. Para ella no "habrá pena ni olvido" Junto a La Cumparsita es el tema argentino mas reiterado, incluso en karaoke o Spotify. Los Tres Tenores que en sus recitales cantan temas por separado, se unieron en Madrid para hacerlo en conjunto sin partitura. Tango Argentino, el espectáculo que en 1983 desde París y Broadway, devolvieron la vigencia del tango en el mundo, se cierra con el vértigo de "Cuando llora la milonga".
Esta historia puede culminar con una moraleja. Ese tango fue compuesto en 1918 y recién se hizo popular en 1944 cuando lo grabó Aníbal Troilo, 26 años más tarde. La casa-museo-escuela de tango, puede tener que esperar...
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