Tucumán en diez repulgues
Entre la historia, la aventura, la ecología y la gastronomía, una decena de excusas para volver a la provincia-jardín del NOA
1- Parque 9 de Julio
Desde hace justo un año, la agencia Antique Tour Experiencie reformula la clásica excursión por los sitios emblemáticos de la capital tucumana y sus alrededores. Con una flota de dos Ford A descapotables de 1928 y de 1929, los viajeros pueden recorrer calles y avenidas con una copa de champán en la mano como émulos del Rat Pack de Las Vegas ante la mirada indulgente y risueña de los peatones.
Entre los itinerarios programados destaca el Panoramique, que en cuatro horas recorre plazas principales, la ciudad de Yerba Buena y el primer mirador del cerro San Javier. Ya sea a bordo de estas piezas de colección o a pie, el Parque 9 de Julio invita a adentrarse en sus pasadizos corvos de cien hectáras de estilo inglés diseñadas, para variar, por el arquitecto y paisajista Carlos Thays. Allí se puede visitar la Casa del Obispo Colombres, de estilo andaluz, que hace las veces de Museo de la Industria Azucarera. En rigor, una inmersión a toda regla en las marcas de Tucumán, glosadas por el cine y la literatura, además de muestrario de la influencia jesuítica en la región.
www.antiquetour.com.ar
2- Casa Histórica de Tucumán
Que se perpetúe como el gran atractivo turístico de la provincia no quita mérito a su recomendación. Todavía estremece otear el Salón de la Jura, con sus muros de adobe y vigas de quebracho colorado. Fue allí donde un grupo de congresales dejó asentada su convicción de ser libres tanto de España como de cualquier potencia extranjera aún con los rescoldos humeantes de Waterloo, que envalentonaron las apetencias absolutistas de la Santa Alianza.
En la cuenta regresiva del bicentenario de la declaración de independencia, el museo concita la atención de miles de turistas deseosos de atravesar la puerta de la vieja figurita de la infancia. La foto del canon con dos baqueanos y un perrito amplió su registro y, en la feria de emprendedores que la circundan, ofrecen ataviarse en trajes de época -pregonero, general, cura franciscano, dama patricia- para llevarse el retrato con marco (y ser requerido para el retrato de otros turistas).
Adentro, la casa está en plena renovación museográfica, con los documentos en transición hacia un formato interactivo. En el patio, una obra de teatro recrea la atmósfera de la gesta de julio de 1816 y una escultura de Lola Mora inmortaliza a los aventureros.
3- Villa Nougués
Desde San Miguel de Tucumán, la avenida Mate de Luna mira hacia el oeste para abrir paso a Yerba Buena, municipio de porte aristocrático del XIX, endomingado por casas señoriales y arboledas. Cuando la medular avenida Aconquija empalma con la ruta 338 empieza la cuesta hasta que su estampa aparece por asalto.
Fundada en 1899 por el ingeniero Luis Nougués, que construyó su casa con ladrillos traidos por bueyes desde la ciudad hasta el ingenio San Pablo, propiedad de su familia, la villa se transformó con los años en el centro de verano de la élite política e intelectual provincial, que encontró en las paredes del cerro un amparo al calor de parrilla de la ciudad. En una época en que Francia rankeaba como modelo exportador de gusto y dictaba los machetes de librepensamiento, el pueblo se erigió a imagen y semejanza de Boutx, una campiña de los Pirineos.
A 25 kilómetros de San Miguel, Villa Nougués resplandece en sus casonas de piedra que levitan sobre el follaje, en la capilla gótica, en los jardines de hortensias. Entre todas dibujan una civilización subtropical y distinguida en donde el visitante puede practicar golf, andar a caballo, jugar al tenis. O disfrutar como un duque de la oferta gastronómica y de sus hosterías bien frappé.
4- Cerro San Jorge
Si se continúa la ronda empinada hacia la cumbre, el Cerro San Javier se hace desear entre el centenar de curvas y contracurvas que lo escoltan y las medianeras confeccionadas de yunga. Los miradores del camino atisban la ciudad en el horizonte, atravesado por una bruma que lo difumina como en los cuentos de hadas. Hacia los 1200 metros irrumpen los trekking de ecosendas, caballitos de batalla del ecoturismo de la zona. El Parque Sierra San Javier que los custodia es, con 14 mil hectáreas, una de las áreas protegidas más relevantes de Tucumán.
En su perímetro se promueve avistaje de aves, cabalgatas, mountain bike y un vasto repertorio de recreación sostenible. En la cima destella el Hotel Sol San Javier, con su arquitectura de cruz latina y ocho hectáreas de parques y jardines insertos en plena selva. Su restaurante ofrece locros, empanadas y vino con la guarnición de San Miguel entrevista desde el balcón de 360 grados. A la vuelta, en un alto de la ruta, la despedida corre por cuenta del Cristo Bendicente, cuarta estatua en altura en el mundo, tarjeta postal de la región.
www.hotelsolsanjavier.com.ar
5- Loma Bola
Reserva natural enquistada en los 1330 metros de la sierra de San Javier, Loma Bola adquirió reconocimiento como capital del parapente de Sudamérica -sede del Mundial en 2007- por ser una plataforma de lanzamiento que la naturaleza esculpió a voluntad y por poder de convocatoria de vientos.
El club local de vuelo Los Caranchos reúne el staff de instructores que cumple el sueño del viajero de planear en vuelos biplaza. La preparación es mínima. "El único requisito son las ganas de volar", sentencia Mercedes Gijón, primera mujer en tener la licencia otorgada por la Federación de Vuelo Libre.
El turista corre junto a su monitor hacia el pie del barranco y a los pocos segundos estará pedaleando en el aire como un dibujito animado. Con el cerebro en modo recalculando, una vez repuesto de la sorpresa, se dejará llevar por la destreza del piloto sobre las corrientes de aire. La adrenalina protege del frío y el vértigo desaparece. La instructora contiene a los viajeros en su bautismo "para que disfruten la experiencia y terminen con la sonrisa de oreja a oreja", como en su primera incursión por los aires hace ya dos décadas.
A un costo de 900 pesos por persona, el vuelo dura de 15 a 20 minutos y los viajeros se llevan el registro de su experiencia en fotos y filmación en digital.
www.volarentucuman.com.ar
www.lomabola.com.ar
6- Cascada de Río Noque
De regreso a San Miguel, sobre la ruta provincial 340, un atajo conduce hacia la Cascada del Río Noque, un sendero de bosque pedemonte en los márgenes del Parque Sierra de San Javier.
El río pone la música y los loros habladores y aliseros le hacen coro en un descenso entre lianas y enredaderas. La vegetación, según los entendidos, es de transición entre chaco serrano y yungas. En cristiano, van arremangados ejemplares de arrayanes, matos y horco molles parapetados frente al sol. Escalera abajo espera al viandante un camino de rocas que pide fogón con pelo al viento. Un par de canciones desafinadas más adelante, las piedras apuntan a un chorro de agua que en verano suma fuerza como bálsamo en su desembocadura de pileta cristalina. El regreso en subida remarca la dimensión de la aventura. Los últimos 200 metros de cuesta saben a epopeya. Nada que no resuelva en el llano una nueva ronda de mate.
7- Tafí del Valle
La mayoría de los tucumanos y sus vecinos suelen coincidir en verano en los sinuosos derroteros hacia los Valles Calchaquíes. El camino sortea a Famaillá, autoproclamada capital de la empanada y Acheral, el pueblo en el que Atahualpa Yupanqui, importado de las pampas, tradujo el silencio del hombre de campo.
Las brumas de las sierras del Aconquija reciben a los forasteros con su aliento de cine expresionista. La vegetación, entre cardones y arbustos de altura, profundiza la sensación de extrañamiento y el paseo culebrea hacia la Quebrada de los Sosa. Como quien no quiere la cosa, camino a los valles el viajero va a toparse con el conjunto escultórico formado por la figura central de El Indio, que rinde tributo a los chasquis, los mensajeros del inca, y dos relieves en el basamento. Mujeres en lucha, en remansos románticos y la aparición estelar de Mandinga, trasunto local de Belcebú.
La leyenda adjudica la pollera de la escultura al pudor de la esposa de un antiguo gobernador ante el atuendo original de un taparrabo.
Sin que el zigzag de la ruta lo prevenga, irrumpe un paisaje caído del cielo. Sobre los 2000 metros de altura, el Dique La Angostura prefigura la silueta de los Valles Calchaquíes, circuito que se extiende hasta Salta y Jujuy.
Un espectro que hace honor al origen de la palabra Taktillakta, de donde deriva Tafí, pueblo de entrada espléndida. El espejo de agua con microclima propio asume su destino polirrubro de mirador, balneario y sede de deportes náuticos.
La villa pasó de ser santo y seña de estancieros a reducto de verano preferido de los tucumanos. Los sacerdotes jesuitas, cuyo legado expone el Museo Jesuítico de la Banda, fueron puntales de una tradición que hoy también engalana su identidad: la producción artesanal de quesos.
8- El Mollar
Pintoresca villa vecina en las laderas del cerro Muñorco que resguarda en un solar, frente a la plaza principal, los famosos menhires. Se trata de piezas graníticas de figuras zoomorfas esculpidas en piedras por la cultura tafí. Los monolitos acusan 2000 años de antigüedad y todavía arrebatan pasiones entre arquólogos e historiadores, que les adjudican un sinnúmero de funciones, como establecimiento de coordenadas, puntos cardinales, guía de caminos. Cada verano, el Mollar recibe a miles de viajeros que la adoptaron como meca de pesca deportiva.
9- Las Carreras
A sólo 12 kilómetros de Tafí, este casco de estancia del siglo XVIII atravesó todos los calendarios bajo escritura de la familia Frías Silva, hacendados de la primera hora. Con marca en el orillo de la Compañía de Jesús, la Estancia Las Carreras, en sus nueve mil hectáras rodeadas de cerros, combina hotel boutique, restaurante gurmet, mientras continúa la posta de la producción de quesos manchegos con denominación de origen. Los mismos que elaboraban los indígenas prohijados por los jesuitas. Las paredes de ladrillos de adobe y los techos de paja de sus edificios son los vestigios de tres siglos de andadura, a la vera del río Los Alisos. Ofrecen cabalgatas por los alrededores y recorridos por el tambo y la fábrica que manufactura un centenar de productos cada día. Su cocina casera y regional está en sintonía con una decoración a base de mantas y tapices telúricos, ofrendas de un pasado que reluce su clase madurada en tres siglos.
10- El Portal
De vuelta en San Miguel, la cita obligada es este bodegón bohemio que atrae a locales y visitantes sin distinción ni miramientos. Cuadros de herramientas, madera a la vista, tropeles de vinos. Ni falta que hace otra ornamenta. Todos los feligreses saben lo que fueron a buscar. Empanadas por decenas, de carne o de mondongo, tamales calientes como lavas y humitas en chala sirven de preludio a la tertulia nocturna del guitarreo y las gargantas templadas. Todos querrán volver. ß
Tucumán tramó su destino en los cañaverales, tal cual se deja ver en buena parte de su extensión. La zafra inunda el aire de un olor acre y esmerila el cielo con una niebla que aparece tarde o temprano en alguna estrofa de su cancionero. Gracias a la caña, la provincia motorizó su desarrollo y su elite impulsó una universidad que bañó de ilustración al noroeste. En ella se inspiraron su cultura y su folklore, destilados de las penas y el orgullo de quienes forjaron su suerte a machetazo limpio.
En plena ciudad, camino a la periferia, rumbo a la selva o de cara a los cerros, la producción de azúcar legó a la provincia un mar verde que irrumpe a la vuelta de cualquier esquina. Así y todo, detrás de ese semblante se esconden otros paisajes disimulados en medio de la ruta. Selva de yungas, espejos de aguas, florestas salvajes para endulzar los ojos de cualquier viajero. Desde la propia metrópoli hasta los adentros de los Valles Calchaquíes, múltiples circuitos describen el lugar de Tucumán en el mapa y e n la historia, desde su rol de anfitriona de la independencia de los libres del sur hasta su culto por las empanadas con juguito.
Datos útiles
Cómo llegar
Aerolíneas Argentinas ofrece seis vuelos diarios de Aeroparque a Tucumán . A partir de 2100 pesos.
Dónde dormir
Sheraton Tucumán. Ubicado frente al Parque 9 de Julio, es el primer hotel cinco estrellas de bandera internacional en la capital provincial. Dispone de 124 amplias habitaciones, incluyendo seis suites ejecutivas y una suite presidencial. Cuenta con uno de los mayores centros de convenciones de la región y un restaurante gourmet, Mora Bistro Argentino, un spa de 800 metros cuadrados y piscina, entre otras comodidades. Habitación en base doble con desayuno desde 85 dólares, más impuestos. www.sheraton.com tucuman
Dónde comer
En San Miguel
El Portal. Bodegón tradicional, de impronta bohemia, a metros de la céntrica Plaza Independencia. Para degustar clásicas empanadas (10 pesos), humita en chala (38), tamales (32), entre otras cumbres gastronómicas de la región. www.empanadaselportal.com.ar
En Tafí
Estancia Las Carreras. Una entrada de queso asado a la parrilla, un estofado Don Atilio (carne de llama estofada con vegetales y lentejas, papas pailet) y un flan casero, a razón de 150 pesos por persona. www.estancialascarreras.com
La Quebradita
Casa de té a la vera de la ruta con dulces elaborados de la zona, cita vespertina de los tafinistos. Galpón acondicionado con troncos, chapas y exposiciones de arte. Ruta 307 Km 62. laquebradita@live.com.ar
En Cerro San Javier
Hotel Sol San Javier. Crepe duxelle de choclo, pollo y salsa de hongos (70 pesos). Solomillo tucumano con salsa de miel de caña (149 pesos).
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