Torres del Paine: pura naturaleza
Bien al sur del país, el parque nacional es uno de los destinos preferidos de los que buscan los mejores circuitos para caminar, pura naturaleza y paisajes que cortan el aliento
PUERTO NATALES.- La Patagonia chilena es un lugar remoto y con atractivos naturales únicos, incluso si los comparamos con los que están de este lado de la Cordillera. Su diferencia es sutil. El simple hecho de que el sol se oculte a espaldas de los picos o que el mar se encuentre a unos pocos kilómetros de las montañas da otra perspectiva del paisaje. El viento, la vegetación, el clima, son similares a los que podemos percibir en la zona cordillerana argentina, pero con matices que los vuelven únicos.
Sólo hace falta ver un atardecer de frente a los cuernos del Paine para darse cuenta de que la forma en que se filtra la luz por esa masa rocosa es mágica. La variedad del ecosistema, la caída de los glaciares o los cortes irregulares de los fiordos, todos atractivos que tienen un valor único.
De Buenos Aires a Santiago, de ahí a Punta Arenas. Unas 8 horas en avión nos separan de esta ciudad, al extremo sur del continente, en la provincia de Magallanes, la puerta de entrada para conocer la Patagonia chilena. Fundada en 1848 y con más de 140.000 habitantes es un lugar acogedor. El sentimiento de pertenencia de los magallánicos representa una ventaja para los ajenos; abren las puertas de sus bellezas naturales como si fuera la de su casa. En todo momento hay un extremo cuidado en la atención, y toda conversación puede derivar en una historia de vida que los depositó en ese peculiar rincón del mundo.
Punta Arenas está asentada sobre el estrecho de Magallanes, más conocido por sus anécdotas de corsarios y piratas que por su geografía. Entre otras peculiaridades, como sus famosas ráfagas de viento, es la única ciudad chilena desde la cual se puede ver el amanecer. O que cuenta con la única pista de esquí con vista al mar. Sin embargo, el atractivo de esta zona costera está en las grandes extensiones de campo árido y con leves irregularidades; un paisaje que hipnotiza.
Ultima esperanza
Sólo nos separan 250 kilómetros hacia el norte de Puerto Natales, el pueblo más cercano al Parque Nacional Torres del Paine. Este es el lugar indicado para empezar a conocer la zona. En el extremo sur del fiordo de Ultima Esperanza, es el nexo entre Punta Arenas y los atractivos naturales más llamativos de la zona. Sea por barco o en auto, Puerto Natales se ofrece como el punto desde el cual comenzar cualquier excursión: hacia los glaciares, fiordos, parques nacionales, las Torres del Paine o incluso hacia El Calafate (a sólo 360 kilómetros).
Si los hielos continentales son una excusa perfecta para viajar al fin del mundo, qué podemos esperar del macizo del Paine, la razón por la que emprendimos esta expedición.
Nuestro primer contacto con el Paine fue en Pueblito Serrano, algo menos que una villa turística muy pequeña, al este del parque nacional. Conformado por algunos hoteles, cabañas, un camping, un restaurante y una despensa, este paraje ofrece una vista única. Los atardeceres, cuando la bruma que cubre a los cuernos comienza a ceder, parecen pintados en un paño. El sol se cuela por las imperfecciones de la roca, haciendo un juego de luces y sombras, acentuando el blanco de la nieve y recortando los picos del cielo color salmón.
Ese fue la primera vez que vimos los picos, que nos acompañarán durante todo lo que queda del viaje. Por que si hay algo que caracteriza a este parque natural es eso, la omnipresencia del Paine; se ve de todos lados, nos muestra sus múltiples caras, todas diferentes.
El Parque Nacional Torres del Paine es una reserva natural muy particular. Por su flora, por los animales que lo habitan, por tener propiedades privadas en su interior, por contar con hoteles dentro de sus márgenes. Hay muchas circunstancias que hacen de este lugar algo diferente.
El espacio que ocupa el parque era un territorio dividido en estancias ovinas. Grandes hacendados se dividían la tierra y la acondicionaban para sus rebaños. Hasta que en 1959 el estado chileno decidió expropiar el territorio para crear el parque nacional. Sólo algunas pequeñas porciones de tierra quedaron en manos privadas, bajo la condición de que ofrezcan un servicio a favor de preservar la biodiversidad del parque.
Fue en 1979 cuando la Unesco convirtió a las Torres del Paine en una Reserva Mundial de la Biosfera, mandato que obliga a un cuidado extremo de todas las condiciones del parque (mandato que tanto los guardas como las personas relacionadas al turismo respetan a rajatabla).
Diferentes perfiles
Si bien la principal atracción son los cuernos, el entorno en el que se alza el macizo del Paine no es nada para pasar por alto. El glaciar Grey, las 160 especies de animales que viven dentro del parque, los lagos con diferentes tonalidades de azul (que varían sensiblemente por la composición de los sedimentos minerales que están en la tierra) o la evidente transformación del paisaje -que se da en unos pocos kilómetros- cuando se transita desde el lado occidental del parque hacia el oriental.
La experiencia de recorrer el parque es bastante peculiar. A medida que se atraviesa -en nuestro caso fue en auto- nos muestra sus facetas. Entrando por la puerta más al sur, la vegetación es más tupida, verde. El contraste con los tonos turquesa del lago Toro y Pehoé, y el blanco radiante de la nieve que viste los cuernos del Paine crean una típica escena de postal.
La circulación dentro del parque es libre, pero bajo ciertas normas muy claras. Los automóviles deben circular por alguno de los 97 kilómetros de rutas, las bicicletas recorren por senderos estrictamente marcados por los guardaparques, y los que prefieren ir a pie tienen una gran variedad de senderos específicamente marcados para poder ver todas las caras del Paine sin afectar el medio ambiente.
El lago Grey es, tal vez, uno de los rincones más privilegiados de la cara occidental del parque. Este espejo de agua alargado tiene una vista única, donde se conjugan en una misma imagen los cuernos del Paine y el glaciar Grey, la masa de hielo más grande dentro del parque.
La cara oriental del Paine nos muestra un escenario diferente. A medida que nos movemos hacia el Este, la vegetación se vuelve escasa y el paisaje más árido. Los guanacos y los zorros comienzan a formar parte de la postal. Para los más atentos, también se puede ver el vuelo de algunos cóndores. Poco a poco abandonamos los cuernos que nos acompañaron el resto del viaje, el dorso del Paine los oculta.
Nos acercamos a la Portería de Laguna Amarga, la entrada más antigua del parque, y vemos cómo se va descubriendo lo que nos trajo a este lugar del mundo. Las Torres del Paine son nuestra meta. Esas tres púas de roca, de unos 2400 metros, son la señal de que nuestro viaje ha terminado. Y vaya forma de ponerle fin a esta travesía. El viaje bien vale la pena para sentarse a disfrutar del atardecer mirando cómo la luz del sol se escurre entre la roca.
FIORDOS Y GLACIARES
Desde Puerto Natales también se puede hacer una excursión a los glaciares chilenos.
Muy temprano por la mañana partimos hacia el muelle donde nos espera un catamarán. Acondicionado con un interior confortable y calefaccionado (detalle nada menor si pensamos que en pocos minutos más vamos a estar expuestos a temperaturas bajo cero y un viento cortante), nos acomodamos y comienza el viaje. La tripulación nos convida con una vianda rica en calorías y una taza de café caliente. Adelante nos esperan dos horas de viaje por los fiordos. Nuestro destino es el Parque Nacional Bernardo O'Higgins, el de mayor extensión en América.
Afuera hace frío, pero no amedrenta. Ninguno de los que estamos adentro del catamarán podemos evitar salir a disfrutar de un poco de aire fresco (bastante fresco) en la cara, esas experiencias que ya no se pueden vivir en la ciudad. La topografía accidentada que rodea el canal que nos conduce hasta el monte Balmaceda es un imán a la vista. Paredones de varios metros de altura, cortados a la perfección por el paso del tiempo, y los deshielos, adornados con cintas de agua que nacen de la piedra misma y que desaparecen cuando llegan al mar.
Después de una hora y media de navegación la bruma empieza a dejar a la vista al glaciar Balmaceda. Desde varios kilómetros se puede ver claramente una mole de hielo acomodada en la cima de la montaña, a 2000 metros de altura, parcialmente cubierta por una nube.
A medida que nos acercamos la imagen del glaciar se hace más imponente. El catamarán se detiene frente al monte, apaga los motores y nos deja unos minutos de puro disfrute. El silencio absoluto de ese lugar, sólo matizado por el sonido del agua en movimiento, es apabullante. No hay forma de quitarle la mirada y resulta imposible tomar conciencia de las dimensiones de esa masa de hielo.
El motor se pone en marcha nuevamente, pero sólo para navegar durante otros veinte minutos, donde nos vamos a encontrar con el glaciar Serrano; más pequeño que el Balmaceda, igual de impresionante. Amarramos en un pequeño muelle y caminamos hacia el interior del Parque Nacional O'Higgins, una reserva natural de 3,5 millones de hectáreas. A los pocos metros nos encontramos al pie del glaciar, una masa de hielo de un kilómetro de largo y poco menos de 100 metros de ancho. Pequeño para el campo de hielo austral. Las dos horas de catamarán se justifican sólo por estar a escasos 100 metros de esta mole de agua congelada.
La tranquilidad y el silencio contemplativo de todos los que estamos ahí se interrumpen por el tronar de un desprendimiento de hielo. Una de esas casualidades del destino que tuvimos la suerte de presenciar en vivo.
DATOS UTILES
Cómo llegar
Hay varias formas de llegar al Parque Nacional Torres del Paine. De Buenos Aires a Santiago y de ahí a Punta Arenas. En temporada alta, y por segundo año consecutivo, hay vuelos directos de Santiago a Puerto Natales.
También se puede ir de Buenos Aires a El Calafate y de ahí cruzar la frontera en auto u ómnibus por pocos pesos (son 360 km).
La mayoría de los paquetes con promociones de los hoteles de la zona ofrece traslado desde Punta Arenas hacia el parque.
Dónde dormir
En Punta Arenas, por ser una ciudad grande, hay muchas opciones en precio y calidad.
En Puerto Natales, el Weskar Lodge se encuentra en las afueras del pueblo. Paquete de tres noches con traslados desde Punta Arenas, comidas, excursiones al parque y a los fiordos, 1200 dólares por persona. También hay posadas y hostales con precios más económicos en el centro del pueblo.
El Patagonia Campo, a pocos kilómetros del parque, es un peculiar hotel formado por yurks (carpas de origen mongol con servicio 4 estrellas y una gran vista al lago Toro), con planes de 1500 dólares por persona por 3 noches, con comidas, excursiones y traslados desde el aeropuerto.
Qué llevar
La temporada alta de esta región es de septiembre a abril. Sin embargo, el clima se mantiene frío y ventoso. Las condiciones cambian de la mañana a la tarde de forma abrupta. La amplitud térmica durante esta época es de 2ºC a 20ºC.
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