Tierra de la aventura y el buen vino—San Rafael
Más allá de ser un destino de turismo activo, esta zona cuyana tiene una identidad vitivinícola propia. Bodegas familiares y abiertas a las visitas, emprendimientos de lujo y un suelo con características únicas redondean vinos de alta gama y exportación
SAN RAFAEL.– La tierra habla. Y cuando se trata de viñedos se expresa en su fruto más noble, la uva, y luego en el vino. Pero la copa es sólo el cierre de algo que se gesta mucho antes, en la finca, a merced de la naturaleza y sus caprichos.
Hablar de terruño es identificar qué ofrece una zona, qué la diferencia y, en consecuencia, qué vinos puede dar. En una provincia tan identificada con el vino, San Rafael, un destino más popular turísticamente por la aventura, hoy busca justamente definir su perfil bodeguero. "Ante todo queremos identificarnos como zona. Estamos trabajando mucho en eso", explica Mauro Nosenzo, enólogo de Algodón Wine Estates, y agrega que de las 84 bodegas de la zona, aproximadamente 30 producen vinos de alta gama, lo que implica cierta diferenciación. Ni mejores ni peores que otras zonas de Mendoza: "Distintos –aclara Nosenzo–. Tenemos suelos aluvionales, profundos, sin piedra, lo que da vinos menos minerales, más suaves, sedosos. También son de PH más ácido, lo que otorga más presencia y brillantez".
Alejandro Roca, de Bodega Alfredo Roca, coincide: "San Rafael es una zona destinada a la calidad, porque no es de alta producción, sino de producciones más acotadas y equilibradas". El enólogo explica que la suma de las características locales culmina en vinos elegantes, de buen carácter aromático y buena expresión, más allá de la cepa.
San Rafael es la segunda ciudad de Mendoza. Queda poco más de 200 kilómetros al sur de la capital y es un destino tradicionalmente ligado al turismo aventura, con un paisaje que combina montaña, ríos y lagos, ideal para visitar en verano. Entre las actividades destacadas, no pueden faltar el rafting y el remo en kayak, que se practican principalmente en el río Atuel. Muy cerca de la Cordillera de los Andes, además del Atuel –cuyo famoso cañón es un accidente geográfico único en Sudamérica–, los grandes protagonistas son el río Diamante y también el volcán Maipú y los diques El Nihuil, Agua del Toro, Galileo Vitale y Los Reyunos. También se practica pesca, cabalgatas, travesías en 4x4, rappel y trekking.
El proceso del vino no es sencillo y depende de múltiples factores. El hombre hace lo que puede; de hecho, por los riesgos de piedras y heladas en esta zona, la mayoría de los viñedos aquí están cubiertos con mallas protectoras. Por eso, para Alberto Goyenechea, de la bodega que lleva su apellido, en definitiva, hay un solo secreto: "Para la calidad del vino, la bodega es el 20%. El 80% es la uva". Y define: "El mejor vino del mundo es el que a uno le gusta". Habrá que probar, entonces, no sin antes caminar los viñedos y entender su historia.
A pie o en bici
Bodega Bianchi nació en 1928, de la mano de Don Valentín –eternizado en la famosa etiqueta que lleva su nombre– y hoy es una de las principales bodegas del país. El pionero Bianchi llegó de Italia, directo hacia esta porción de tierra cuyana que le recordaba tanto a su Fasano natal. El legado lo continuó su hijo Enzo y así crearon un verdadero imperio que trascendió las fronteras mendocinas.
La Champagnera, como se conoce al ícono de la bodega, está en Las Paredes, a diez kilómetros de la ciudad de San Rafael. Es un verdadero epicentro del vino: producen más de 21 millones de botellas, reciben cerca de cien mil turistas al año y ofrecen un listado de actividades de lo más completo. A la clásica visita guiada con degustación hay que sumarle la posibilidad de conocer la cava privada de la familia –una imponente bóveda circular con techo de vitraux– y excursiones varias que incluyen atravesar la viña a pie o en bicicleta, y terminar el recorrido con una picada gourmet en el inmenso showroom de la entrada.
Allí se ofrece toda la gama de vinos –entre ellos hay que destacar el Famiglia Bianchi Malbec 2012, que recibió la distinción del mejor vino tinto del mundo en febrero último–, y los fiambres, quesos y ahumados, también de producción propia de la familia. Aun en lo que se ve como un emprendimiento inmenso, Bianchi sigue teniendo corazón familiar. A veces se lo puede ver por allí a don Enzo –hoy de 88 años– que junto a su esposa, Nené, siguen teniendo su casa justo frente a la bodega.
Cinco generaciones
"Somos la única bodega del país con cinco generaciones directas. Será porque somos unos vascos muy cabezones", dice y se ríe Alberto Goyenechea. La bodega, que lleva el apellido de sus bisabuelos, está en el distrito de Villa Atuel, en una zona conocida como la Vasconia, adonde hay que querer llegar –está a casi 60 kilómetros de San Rafael–, pero bien vale la pena para conocer la bella finca y la historia familiar. Los Goyenechea llegaron a mediados del 1800 a Buenos Aires, pusieron un almacén de ramos generales que funcionaba como distribuidora y se vincularon con los Arizu, de los bodegueros pioneros de la zona. Para 1916, la viuda de esa familia les entregaba toda la propiedad –antiguamente, 830 hectáreas de viña, hoy son 102 plantadas– como pago de una gran deuda. Hoy, cinco generaciones después, y con un vino que rinde homenaje a esta historia, el 5ª Generación, es la bodega más antigua en actividad.
El lugar es un micromundo en el que el tiempo está detenido: se mantiene el casco original de 1908 y la pequeña capilla de la misma época, el jardín repleto de árboles centenarios en el que hay plátanos, álamos, eucaliptos y algún alcornoque. En la bodega no sólo se ven las barricas gigantes, originales de mediados de 1800, sino también las piletas de hormigón que se usaban en aquel entonces para el proceso del vino, hoy convertidas en salas de estiba que son historia viviente. Lo más moderno es la sala de degustación, que recibe visitas de lunes a sábado, y está decorada con la creatividad de Goyenechea padre, donde se reutilizaron lonjas de tronco para el piso y caños refrigerantes de cobre para la barra. Allí se disponen picadas suculentas para los turistas, regadas, por supuesto, con los vinos de la casa.
El alma de la finca sigue latiendo a pasos de allí, en la hermosa casona familiar, donde crecieron las cinco hijas de este bodeguero de memoria prodigiosa, y hoy lo hacen sus nietos, perpetuando la historia que se sigue escribiendo, 140 años después.
Nobleza obliga
En Cañada Seca, a quince kilómetros de San Rafael, está la bodega de los Roca. Comandada por Alfredo Roca y sus tres hijos, Graciela, Alejandro y Carolina, cuarta generación de propietarios de viñedos, ellos son la prueba viva de que el amor por el vino también se hereda. "Crecí entre las viñas", dice Alejandro, quien además es enólogo de la bodega, junto a su padre. "Hacer vino es algo muy noble. Si no le ponés lo propio no sirve, tenés que ser apasionado", agrega, y evoca su propia historia como mejor sabe, creando etiquetas que le rinden homenaje a esa herencia.
Una es Preciado, un gran vino de guarda, assamblage de las mejores vides de la casa, creado en secreto para sus padres como un agradecimiento a ellos y sus abuelos, por el legado recibido. Entre las cepas destacadas está el bonarda –con viñedos de cincuenta años– y el pinot noir, por ser de las bodegas pioneras en desarrollarla, hace dos décadas. Todos los vinos que elaboran son de alta gama, y el 70% de la producción es de exportación: los vinos de los Roca llegan a Estados Unidos, Brasil, Canadá, China y más. "El viñedo es un jardín inmenso que hay que cuidar. Ahí empieza el vino de alta calidad, en la fruta. Eso define qué vino podés lograr", explica Alfredo. Dedicación familiar, vinos con alma es el eslogan, y basta conversar, copa mediante, con padre e hijo para confirmar que no podrían haber elegido uno mejor.
Cuadro Benegas es un distrito a 20 kilómetros de la ciudad de San Rafael. Desde allí quieren elevar al bonarda como el mejor de la Argentina y, por qué no, del resto del mundo. "Hay un esfuerzo especial porque tenemos un viñedo de 1946", explica el enólogo Mauro Nosenzo, desde Algodón Wine Estates, el emprendimiento inmobiliario que incluye, además de viñedos y bodega, un hotel, un restaurante de autor y una cancha de golf de 18 hoyos. El corazón del lugar está distribuido, además de en los buenos vinos, en las 850 hectáreas que posee el predio, de las cuales 87 están ocupadas por viñedos. La propuesta de Algodón es construir la casa propia, en lotes de no menos de una hectárea cada uno, emplazada entre viñedos, olivares y frutales propios, según se guste, mirando el cordón Sierra La Pintada. La vida en esta viña de lujo incluye, además, la posibilidad de elaborar el propio vino –sea con las uvas del jardín o no–, con marca personalizada y todo. Claro que el sueño no es para cualquier presupuesto. Hoy, los vecinos de las mansiones desperdigadas por el predio son millonarios suizos, daneses, italianos. Aunque el sueño de despertarse entre viñedos sigue siendo posible, al menos por una noche, desde alguna de las coquetas habitaciones del hotel.
Datos útiles
Cómo llegar. Aerolíneas Argentinas ofrece vuelos directos a San Rafael, desde $ 2200, www.aerolineas.com; LAN vuela a ciudad de Mendoza desde $ 1694, www.lan.com
Visitas a bodegas
Bodega Bianchi: ideal para pasar el día y a minutos de la ciudad, Bianchi ofrece una visita tradicional con degustación que dura 45 minutos ($ 15) o su versión Premium ($ 65). La opción Viviendo la viña incluye recorrido por los viñedos y degustación en la cava de la familia ($ 96 o con bocados, $ 125). Bicicletear por los viñedos cuesta $ 165. Para cerrar hay picadas completas para dos desde $ 125. De lunes a sábado, de 9 a 13 y de 14 a 17.30; www.casabianchi.com.ar
Bodega Goyenechea: en Villa Atuel, a 54 km de San Rafael. Visitas sin cargo de lunes a sábado (incluye feriados), de 10 a 18, www.goyenechea.com
Bodega Alfredo Roca: visitas guiadas a la bodega de lunes a viernes, una por hora, sin reserva previa y sin cargo, con degustación simple. Para sumar una degustación dirigida y visita al viñedo hay que reservar a roca@rocawines.com, www.rocawines.com
Algodón Wine Estates: se pueden degustar los vinos de la bodega y comer en el restaurante Chez Gastón. Hospedarse en el hotel cuesta US$ 310 +IVA la suite clásica, en base doble, con desayuno y carrito de golf incluido para pasear por los viñedos; www.algodonwines.com
Dónde comer. Franccesco Restó. En el centro de la ciudad, una opción imperdible. Excelentes pastas caseras. En Champagnat 31.
Más información. www.sanrafaelturismo.gov.ar
lanacionar