"Te quiero de acá hasta la otra cuadra": la magia de los pasacalles
Hoy es San Valentín y hablamos de una de las demostraciones de amor más populares que existen.
Cuando hablamos de demostrar amor, nadie duda de que las acciones hablan más fuerte que las palabras, pero ¿qué pasa cuando combinamos las dos? El resultado es un pasacalles. Fuera de bromas, estamos en San Valentín, y nos pareció curioso investigar un poco acerca de una vieja práctica romántica que sigue vigente, la de poner un pasacalles para decirle al otro que lo querés (y que querés que lo sepa todo el barrio).
¿Cuál es el origen del pasacalles?
Los que están en el rubro rumorean que, hace mucho tiempo atrás, un empleado de un taller mecánico quiso hacer un cartel para llamar la atención de nuevos clientes y, buscando materiales, justo vio que en la verdulería de al lado acababan de tirar una bolsa de arpillera. Al mecánico se le ocurrió usarla para pintar las palabras "Chapa y pintura" y finalmente la colgó en la puerta de su negocio. La acción publicitaria tuvo mucho éxito, no solo llamaba la atención de la gente que entraba para arreglar su auto, sino que también paraban para preguntar por el cartel. Así fue como el mecánico comenzó a ofrecerlos y como la práctica evolucionó hasta los que vemos hoy colgados en las calles de los diferentes barrios.
Más allá del mito urbano, se sabe que los primeros pasacalles se usaron para difundir ideas políticas y en protestas estudiantiles. Estaban hechos de varias bolsas de arpillera cocidas, y no eran nada baratos. Recién empezaron a hacerse más populares cuando apareció en el mercado una tela plástica mucho más económica: la rafia.
Los fabricantes de esta tela tardaron muy poco en entender que existía un nuevo mercado: el de la gente que estaba usando las bolsas de rafia para hacer carteles publicitarios, políticos y románticos, así que decidieron explotarlo y empezaron a ofrecer la rafia en rollos, ayudando a que la práctica se hiciera aún más conocida.
El amor en todas sus formas
"Lo más lindo de trabajar en esto es que cada pasacalle cuenta una historia diferente", nos cuenta Leo Moscato, publicista gráfico y dueño de Pasacalles Leo.
Por lo general, la gente suele encargarlos para el día de San Valentín, para festejar aniversarios, para proponer matrimonio, para pedir una oportunidad y hasta para escrachar a una persona o hacerle bromas. También hay de amor-odio entre suegros y yernos, abuelos deseándole suerte en los últimos exámenes a sus nietos, padres que buscan una forma creativa para acercarse a sus hijos y hasta personas que felicitan a sus perros que acaban de tener cría.
Cómo encargar uno
Una vez que tenés el mensaje, elegís los colores y los dibujantes lo plasman sobre un rectángulo de rafia de un metro de alto por cinco de ancho. Después pasa a control de calidad y por último, se coloca. Un dato curioso es que los instaladores salen únicamente de noche para que la sorpresa no se arruine. Y si bien la Ley de Publicidad Exterior los prohíbe, los colocadores aseguran que muchas veces los policías los cuidan mientras ellos trabajan - será que entienden que es un tradición inofensiva, romántica y popular.
Además se puede elegir entre pasacalles de fondo blanco o personalizado, con ilustraciones o sin, y hasta podés enviar una foto para que el dibujante la plasme sobre la tela. Si no te copa mucho la cosa de hacerlo público, podés comprarlos para eventos indoors. Cuestan $950 sin colocación, y $1200 con instalación. ¡Ah!, y si estás muy apurada, tienen un servicio de emergencia con el que podés tenerlo listo en 24hs - hay veces en que el amor es tan fuerte que quema.
¿Alguna vez recibiste uno? ¿Lo regalarías? ¿Qué mensaje elegirías? ¡Contanos!
Para más info: pasacallesleo.com
Expertos consultados:GCBA: www.buenosaires.gob.ar. Leo Moscato, Publicista gráfico y dueño de Pasacalles Leo -
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