Superelásticos, o el miedo a establecer prioridades
Deben ser pocos los casos en que una superheroína y un superhéroe tienen un mismo superpoder. El de los superelásticos es uno de esos casos: tenemos al muchacho de Los 4 Fantásticos y a la mujer de Los Increíbles. Se ve que la hiperelasticidad es una cualidad importante en ese mundo fantástico e increíble.
Pero nosotros, los que vemos a los superhéroes descollar, somos humanos comunes y corrientes. Como mucho hay personas a las que la elasticidad les sirve para rascarse la oreja con el pie o entrar al Cirque du Soleil, pero no para salvar al mundo.
¿Por qué entonces nos esforzamos tanto en llevar más allá de nuestros límites la capacidad de estirarnos? Muchas veces nos llenamos de actividades y compromisos evitando identificar qué es prioritario y qué no lo es porque tememos la consecuencia de hacerlo.
En esa actitud suelen confluir factores como estos:
- El voluntarismo.
- La culpa de decir que no a algo o a alguien.
- El miedo a que no nos quieran.
- No nos gusta perdernos nada.
Cuando no priorizar y no delegar van juntos
A ver si esta frase les suena: "No puedo delegar las tareas de mi trabajo porque nadie sabe hacerlas como yo". Es cierto, nunca nadie hará el trabajo como uno mismo pero no necesariamente por incapacidad sino porque nadie es nuestro "uno mismo". Probablemente haya alguien que pueda hacerlo bien, aunque a su manera. O esta otra explicación para no dejar alguna cuestión de los hijos al cuidado de otra persona: "Nadie conoce a mis hijos tanto como yo". Mucho de los hijos es conocido por los padres, pero seguramente no todo; además, los amigos, los abuelos, la niñera tienen un conocimiento distinto sobre ellos que el que tienen los padres.
A veces casi que preferimos que las cosas en manos de otro salgan mal solo para demostrarnos y demostrar al mundo que no hay como nosotros a la hora de absorber todas las tareas posibles. La trampa que solemos tender(nos) es no establecer con aquél a quien podríamos delegarle una tarea los criterios básicos comunes, de modo tal de asegurarnos que nuestro reemplazo fracase en su intento. Para eso , por ejemplo, no damos ninguna instrucción o damos tantas que es como no dar ninguna.
Pero si en cambio probamos delegar bien, dándole lugar al otro con sus formas y estableciendo criterios básicos que hay que respetar, puede que las cosas no sólo resulten sino que además vengan con el plus de dejarnos tiempo. Al fin tendremos tiempo para cuestiones que son realmente indelegables, como hacer esos estudios de rutina siempre pendientes, tomar aire o no hacer nada. O sea que una vez que superamos el golpe al narcisimo de que no todo depende de nosotros nos damos cuenta de los beneficios que eso puede traer.
Un par de sugerencias para esto de priorizar
El tiempo, la energía y la capacidad de atención son recursos limitados que tenemos que aprender a administrar. Debemos entonces identificar hacia dónde los estamos llevando y con qué esfuerzo. Un par de sugerencias, entonces, que tal vez ayudan a establecer la direccionalidad y la intensidad adecuadas.
Por una parte, tener objetivos actuales claros y de mediano y largo plazo más o menos claros ayuda a definir cuáles son nuestras prioridades hoy. En función de esos objetivos podemos hacer una escala de prioridades: establecer una priorización de los asuntos que requieren distintos niveles de atención. Seguramente, si los listamos, notamos que no todos los asuntos requieren lo mismo de nuestra parte ni tienen la misma importancia en función de nuestros objetivos. El ejercicio del semáforo, tan básico, siempre ayuda; los semáforos son un muy buen instrumento para evitar nudos de tránsito (si son respetados) y acá también queremos evitar un nudo. Podemos marcar con verde los asuntos a los que buscamos darles paso acorde a nuestros objetivos, con amarillo los que no suman demasiado a nuestros objetivos y con rojo los que directamente restan, al menos en este momento.
Por otra parte, asumámoslo: generalmente todo no se puede. Si estamos en una etapa que requiere mucho involucramiento en aspectos personales probablemente no podamos exigirnos avanzar en lo laboral a pasos gigantes, y viceversa. Pensemos si eso que aparece como tan maravilloso en lo laboral pero con un costo fenomenal en lo personal es realmente la única y última oportunidad. Un objetivo a partir del cual establecer prioridades debe ser considerado dentro de un conjunto de objetivos, porque si lo aislamos no estamos no estamos pudiendo hacer un análisis integral. En muchos casos decir que no tiene un precio pero decir que sí también, y tal vez es mayor.
Mercedes
¡Qué momento!
¿Te animás a identificar objetivos personales y profesionales, y establecer una escala de prioridades en función de esos objetivos?
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