Superación. Seis mujeres comparten las historias de sus cicatrices
"Es una lección de vida"
- Luciana Golinelli: 37, administrativa: un cáncer de tiroides la sorprendió el mismo día que se decretó la cuarentena en Argentina. Vivió el proceso puertas adentro y aprendió a cuidarse.
"Hace 15 años que tengo hipotiroidismo, tenía que hacerme controles cada tres meses. 2019 fue un año horrible para mí en lo personal y me dejé estar con algo tan importante como mi salud. Colgué los botines. Este año, a principios de enero, me enteré de que una compañera tenía cáncer de tiroides, sin tener hipotiroidismo ni nada. Eso fue un cimbronazo que me obligó a controlarme. Me empecé a palpar y encontré un nódulo. Me hice una ecografía y descubrieron tres tumores. La punción determinó que eran malignos, tenía cáncer. Me lo confirmaron el 19 de marzo, el día que anunciaron la cuarentena. Fue un tsunami. El proceso fue muy interno, porque no quería comunicarle a mi familia esta noticia por videollamada. Además, tuve que hacer todo sola, porque no permitían ir con acompañantes a las consultas médicas y mi marido se tenía que quedar con mis hijos. Me operaron el 10 de junio, la pandemia atrasó un poco los tiempos. Durante la internación me acompañó una hermana de la vida, que se jugó todo y se quedó dos noches conmigo. Salió todo bien, pero todavía estoy en proceso, porque la biopsia dio que el tumor era agresivo y, como había hecho metástasis, tengo que hacer un tratamiento con iodo.
Ver mi cicatriz todos los días es un shock para mí, es fuerte recordar que tuve cáncer, pero estoy orgullosa de haber pasado por esto y de haber aprendido a no subestimar mi salud. Si tenés una condición preexistente, tenés que cuidarte. Esta cicatriz, para mí, es una lección de vida, como un recordatorio que me dice, todos los días, ‘cuidate y querete’".
"Es una forma de conectarme con mi presente"
- Antonela Pacchiotti: 35, emprendedora: le detectaron cáncer de mama en noviembre del año pasado, pasó por varios tratamientos, quimioterapia, cirugía y mastectomía.
"Mi cicatriz es una forma de conectarme con mi presente. Pongo el foco en todo lo bueno que esto me trajo, fue transformador. Cada quimioterapia que tenía que hacer era un paso más cerca de mi sanación. No voy a negar que tenía un montón de miedos, más que nada atados a la incertidumbre. Esto me vino a demostrar que yo tenía cero control sobre lo que me podía pasar. En este diagnóstico se puede hacer una detección temprana y podés ocuparte, pero no podés prevenirlo. Yo no controlo nada de lo que me vaya a pasar, pero, aun así, puedo controlar cómo transitarlo y entonces me ocupé de encontrarle el sentido. Fue fundamental tener a mi familia y amigos, mi red de contención, mi equipo de amor. La cirugía fue el 10 de junio, me quitaron toda la mama, glándula, tejido, aureola y pezón, todo. El impacto visual no fue tanto, porque, previo a la intervención, me había preparado para imaginarme cómo me vería. Fue todo súper soportable, fui más fuerte de lo que pensaba. Los miedos están igual, pero creo que se trata de atravesarlos, de ir más allá. Lo que viví me hizo darme cuenta de que soy muy valiente, no tenía esa faceta mía. Me hizo sentir poderosa, ahora entiendo que nada me puede detener.
Aprendí a escuchar a mi cuerpo, a mí misma y a no postergarme. A estar conectada conmigo y, entonces, vivir el momento. La cicatriz me recuerda eso, que somos instantes y que puedo tener miedos, pero que yo tengo el poder de transformarlos. Hubo un renacer en mí. Este 2020 fue más que especial, empecé el año arrancando una quimioterapia y lo termino con la última cirugía y la prótesis definitiva".
"Siempre la amé"
- Sofía Mauri: 25, enfermera: la escoliosis la obligó a someterse a una serie de intervenciones. Una cicatriz le recorre la espalda y le recuerda el dolor y la sanación.
"A los 6 me diagnosticaron escoliosis, una patología en la cual la columna tiende a torcerse y puede provocar comprensión de corazón y pulmones o de médula. No era quirúrgica en ese momento, tenía 30 grados de curvatura y se podía tratar con kinesiología y natación. Como no mejoraba, a los 8 años empecé a usar corset. Hasta que, en un momento, tuve que enfrentarme a mi primera cirugía, me colocaron 12 tornillos y dos barras de titanio a lo largo de toda la columna. Hice la rehabilitación y, unos años después, me salió una fístula. Estaba por cumplir 15 y mi vida transcurría entre ir a estudios, punciones y probarme vestidos. Finalmente determinaron que mi cuerpo no estaba tolerando la prótesis, la sacaron y pusieron injertos de hueso, pero eso duró solo dos años. A los 18 años, mi curvatura estaba en 80 grados, muchísimo peor, tenía que volver al quirófano. Esta cirugía no era muy común, llevaba un mes de internación. Tuve muchísimo miedo, pero todo salió bien y pasé de 80 grados de curvatura a alrededor de 20. Recuperé muchísima capacidad pulmonar y centímetros de altura. Actualmente tengo 24 tornillos y dos barras de titanio-cromo-cobalto.
La cicatriz de 45 cm que tengo siempre la amé, cuenta la historia de que, a pesar de todo el dolor, salí adelante, pude sobrellevarlo y ser más fuerte. Por supuesto que tuve altibajos, pero llegué al "sí, puedo" y desde ahí fue un cambio completo, formé la resiliencia de todo lo vivido. No tengo problemas de lucirla en la playa, siempre acepté mi cicatriz, gracias a ella ese capítulo de mi vida se había cerrado. Cuando tengo otro motivo para preocuparme, me toco esa parte de mi espalda y pienso que si pude con esa cirugía, puedo con todo lo que me proponga".
"Hoy miro la cicatriz y la siento 100% mía"
- Carolina Castagnola: 47, fotógrafa: una estufa le quemó su pierna y la obligó a someterse a operaciones y reconstrucciones, tanto físicas como emocionales.
"En 2004 vivía en México con mi novio. Viajé a Argentina a hacer una campaña de fotos. Era junio, hacía frío, y una tarde pegué la cola contra la estufa. Cuando empecé a caminar vi que tenía una llama de fuego en toda la pierna. Tenía medias can can y eso fue peor, no hay dolor más espantoso. Era una quemadura grande, de tercer grado, y hubo que hacer injerto, porque había perdido masa muscular de la pantorrilla.
Mis piernas eran lo que más me gustaba de mi cuerpo. Fue un shock aceptar que todo iba a ser diferente. Me hicieron la cirugía y cuando estaba todo encaminado, me avisaron que tenía una infección intrahospitalaria, perdí el injerto. Tuve que volver, me sacaron piel del otro costado de la pierna y me hicieron un doble injerto.
Al principio tenía que usar una venda y la llevaba con mucho orgullo, quería que se viera. Pero cuando me la saqué y tenía que mostrar la cicatriz, pasé por un periodo de luto: no quería usar vestidos, usaba pantalones o polleras largas. La venda me envalentonaba, la cicatriz no. Hice un tratamiento estético para emparejar los colores de mi pierna (tenía tres) porque quería amigarme con mi cicatriz.
Pasó el duelo y decidí que ya estaba, que era mi cuerpo y era lo que pasó. El clic para salir al mundo y mostrarla sin pudor fue el momento en el que perdí el miedo a las imperfecciones. Cuando aceptás eso, te reconciliás con todo. No soy la misma de antes de quemarme, pero me quedo con esta Carolina. Estoy orgullosa, hoy miro mi cicatriz y la siento 100% mía. Fue una experiencia que me fortaleció".
"Fue el quiebre de mi vida"
- Pamela Visciarelli: 31, jugadora de fútbol: atajando en un partido, se fracturó cúbito y radio y, en ese momento, soldó un amor inquebrantable.
"Cuando me preguntan qué me pasó en el brazo, nunca sé cómo explicarles que es lo mejor que me pasó en la vida. Nací en Arrecifes y me vine a vivir sola a Buenos Aires en 2010. Soy arquera de fútbol y cuando llegué me inscribí en un torneo de AFA. En uno de los partidos conocí a Mariana, DT otro equipo. Fue amor a primera vista. Conseguí una salida con ella y esa misma noche pegamos onda y nos besamos. Al día siguiente, fue a verme jugar. Iban 5 minutos del encuentro cuando choqué contra una rival y me quebré el brazo izquierdo, los dos huesos: cúbito y radio. Cuando caí al suelo, llegó una compañera y me dijo: "Pame, levantate, vino Mariana a verte". Yo estaba sola en Capital, así que Marian se subió conmigo a la ambulancia, me acompañó al hospital y desde ese día nunca más nos separamos. Me pusieron 20 clavos en un hueso y 20 en el otro. Cuando volví al ruedo, a atajar, un médico me dijo que esos clavos ya no tenían ninguna función en el hueso y era peligroso arriesgarme a otro quiebre. La operación era fácil, pero cuando estaba en el quirófano, los médicos encontraron los clavos muy soldados al hueso y, tratando de sacarlos, se volvió a quebrar.
Con Mari nos casamos el día que cumplíamos un año de novias. Algunos años después y luego de varios tratamientos y muchos negativos, quedamos embarazadas por primera vez. Juana nació en 2016 y en 2018, Eva.
Mirar mi cicatriz me transporta a ese día, son todos recuerdos lindos, todo es felicidad. Hace 10 años que me fracturé, 10 años que estamos juntas. Siento que me tuve que quebrar el brazo para conocer a mi gran amor. Fue el quiebre de mi vida".
"Mi cicatriz es una guía"
- Lucía Villarreal: 39, arquitecta: jugando, atravesó un vidrio y se hizo un corte profundo en el brazo. Hoy, es la marca que la lleva directo a una tarde de juegos.
"Tengo siete hermanos. Cuando tenía 7 años, con mi familia vivíamos en Flores y una tarde me quedé jugando con mis primos en la plaza de abajo. Entre juego y juego, atravesé un vidrio y me corté el brazo, se me hizo como una gran U. Mis papás me llevaron corriendo al hospital, me acuerdo de todo lo que pasó: la entrada, mis papás llorando… Me dieron más de 100 puntos, no sé bien cuántos, porque nunca me los terminaron de contar. Durante las curaciones, tenía que ir al hospital seguido e iba sola con mi mamá, disfrutaba ser hija única, porque nunca la tenía solo para mí. Quizá necesitaba esa exclusividad, no lo sé...
Tengo incorporado que el lado izquierdo es el de la cicatriz. Me acompaña en silencio. Mi abuela me decía que me hiciera una cirugía, siempre me llamó la atención ese comentario, pero jamás se me cruzó por la cabeza. Lo que sí hacía con mucho entusiasmo era ponerme aceite de rosa mosqueta para cicatrizar, me encantaba ese momento. Todavía hoy me encanta sentir ese olor, la sensación...
Nunca veo las cicatrices como algo malo, siento que todas tienen una historia para contar y que muchas veces la gente que no tiene cicatrices no lo sabe, para ellos es un horror lo que me pasó. Para mí nunca fue un peso y no lo siento como algo negativo, sino como algo que toda la vida me acompañó. Mi cicatriz es una guía, me ayuda a saber cuál es el lado derecho y cuál el izquierdo, incluso fue de gran ayuda cuando decidí aprender a manejar. Además, tiene coronita en los meses de verano, me la paso acariciándola cuando abuso del protector solar para protegerla. Es especial para mí, son mis recuerdos de mi infancia". •
Agradecemos a Vero Forest, Helena Boutique, Mishka, Prüne, Blue Sheep, Carmela Achaval y Yuna por su colaboración en esta nota. Peinó y maquilló Vero Fox Make Up. Asistente de foto: Mar Papagni.
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